Vincent Van Gogh y Alice Neel en Arlés

Arlés es una ciudad bella en la que Van Gogh llegó a pintar más de trescientos cuadros. Redacto, además, muchas de las cartas que escribió a su hermano Theo. En Arlés comienza la Provenza francesa. La autora del artículo nos cuenta sus sensaciones y cómo se encuentra con la exposición de una pintora norteamericana extraordinaria, Alice Neel. Los cuadros de Neel son carne y alma, no solo trazo, son una historia de su tiempo.

26 ago 2017 / 19:30 h - Actualizado: 31 ago 2017 / 10:49 h.
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Arlés es una ciudad francesa situada en el cauce del río Ródano, que en la Camarga forma el delta más grande del país. Aquí comienza la Provenza y se atisban las montañas que Cézanne pintó repetidas veces hasta lograr que cada una de las pinturas tuviese una tonalidad diferente, intentando capturar el instante siempre pasado y nunca repetido. Me refiero a la montaña de Sainte-Victoire que se atisba desde la carretera. Las casas del Arlés antiguo tienen dos plantas y los porticones de las ventanas parecen los mismos que había en el siglo XIX, aletean en las ventanas de madera que se ajustan al marco dejando una sensación claustral cuando se cierran y nos llevan a imaginar que la luz de la ciudad, intensa y azul, no debía traspasar el interior de las casas de sus habitantes a horas determinadas. Cuando se abren, muestran hermosas flores que caen como trenzas en sus macetas colgantes. Cuando llegó el pintor Van Gogh en 1888, buscando inspiración y gracias al recién instalado ferrocarril, encontró en la ciudad lo que necesitaba: tranquilidad y el color del sol.

Como nadie, Van Gogh pintó los colores de los campos luminosos del Midi francés y en los interiores proyectó el mismo haz de luz. Su habitación estaba situada en un edificio de la plaza Lamartine que una bomba destruyó en 1942. En el mismo solar hay un nuevo edificio de viviendas, aunque el lugar se recuerda como «La casa amarilla». El pintor alquiló en principio una habitación y terminó alquilando toda la casa. «Me centro en el sol y en la luz del sol», le escribía a su hermano Theo. En tan solo quince meses pintó más de 300 cuadros repartidos en varios museos. Aunque hoy ninguna pintura está en posesión de la ciudad. También es cierto que cuando vivió en Arlés, Van Gogh, además de la producción de dibujos y pinturas, escribió varias cartas a su hermano Theo, marchante de arte. El pintor sufría de epilepsia, esquizofrenia y alcoholismo.

No todo turista quiere sol y playa. En esta ciudad reconozco tendencias fetichistas y melancólicas. En algún momento nos hacen creer que aquello que estuvo todavía permanece. Caminando por sus angostas calles medievales llegamos al Espace Van Gogh. Se asienta en el Hôtel Léautaud de Donines, mandado erigir en el siglo XV por el comerciante Jacques Grilho. A Vincent Van Gogh, los habitantes de Arlés, escandalizados por su comportamiento –se había mutilado el lóbulo de la oreja izquierda- obligaron a encerrarlo en este asilo, cuyo claustro hoy está reconstruido lleno de tiendas de recuerdos, restaurantes y un hermoso y cuidado jardín con una fuente en medio.

En Arlés, mi vista no para de fijarse en detalles variopintos, como los picaportes de las puertas, los cafés, las flores o el paso de una pareja con dos perros a orillas del Ródano, él gritando a la mujer agresivamente.

La Fundación Vincent Van Gogh acoge una exposición de Alice Neel, pintora estadounidense (Pensilvania, 1900 – Nueva York, 1984). Su obra se realizó en los tiempos de la gran depresión norteamericana. Tuvo una vida nada agradable, como la de Van Gogh, cuya obra era admirada por la pintora. Prueba de ellos fueron: la muerte causada por difteria de su primera hija, fruto de su matrimonio con el pintor cubano Carlos Enríquez, y el secuestro de su segunda hija sin dejarla salir de Cuba. A su regreso a Nueva York, en 1930, la pintora sufrió un colapso del que ya nunca se recuperó e intentó suicidarse. Tuvo otros dos hijos de distintos padres, vivió en el Spanish Harlem, en Greenwich Village y, por último, en 1962 en Upper West Side donde se instaló hasta el final de su vida.

En plena Gran Depresión se dedicó a retratar a sus contemporáneos. Quería reflejar una historia de su tiempo. Invitaba a sus vecinos, entre los que había mujeres embarazadas, niños, ancianos, parejas mixtas de negro con blanca travestis, para que posaran. Sus dos hijos y su compañero también fueron sus modelos. Los retratos adquieren una vitalidad conmovedora, cada uno de los personajes muestra su vulnerabilidad con una intensidad sorprendente, a caballo entre el expresionismo y la figuración, los trazos que conmueven sus figuras son firmes, bien delineados, largos trazos de pinceladas que visibilizan un aspecto de la subjetividad del personaje a golpe de instante, por eso su pintura es carne, no solo representación. Alice Neel no limitaba su visión a la gente que se parecía a ella misma, su ojo captaba el instante. Las pinturas que me atraen son los paisajes urbanos vacíos de vida, que no de existencias.

La vulnerabilidad era uno de sus temas, la representación de cuerpos con cicatrices, o las pinturas de desnudos de mujeres que daban respuesta a la subordinación establecida por la relación entre la mujer modelo y el artista masculino, cambia la mirada hacia los cuerpos. Cuestiones como la identidad fueron elementos cruzados de la crisis del hombre que se fraguaba en los años sesenta. «La pintura es el arte de mirar y de pensar durante un tiempo prolongado», escribe Jeremy Lewison. Y así es. Su obra marca un modelo reivindicado por el feminismo. Fue descubierta cuando tenía sesenta y dos años gracias a un artículo del crítico de arte Huber Cream.

Arlés cuenta con un nuevo espacio cultural, Parc des ateliers, un complejo centro cultural para difundir la obra de fotógrafos y artistas independientes, patrocinado por Maja Hoffmann presidenta de la Fundación LUMA, con sede en Zurich. Aún en construcción, incluye un rascacielos de Franz Gehry y acoge la exposición Annie Leibovitz, Los primeros años: 1970 – 1983. Merece una visita que os explicaré en otra entrega.

Cada uno de los personajes de Alice Neel muestra su vulnerabilidad con una intensidad sorprendente, a caballo entre el expresionismo y la figuración. / Concha García

Arlés es una ciudad francesa situada en el cauce del río Ródano. / Concha García

Arlés cuenta con un nuevo espacio cultural, Parc des ateliers, un complejo centro cultural para difundir la obra de fotógrafos y artistas independientes, patrocinado por Maja Hoffmann. / Concha García

La Fundación Vincent Van Gogh acoge una exposición de Alice Neel, pintora estadounidense (Pensilvania, 1900 – Nueva York, 1984). / Concha García

En Arlés comienza la Provenza y se atisban las montañas que Cézanne pintó repetidas veces hasta lograr que cada una de las pinturas tuviese una tonalidad diferente, intentando capturar el instante siempre pasado y nunca repetido. / Concha García