Virtuosismo Funky

Con Prince se va un hito de la historia de la música moderna. Sorprendente, egocéntrico, muy generoso. Sus conflictos con la industria discográfica hizo que llegase a cambiar su nombre ‘The Artist Formerly Known as Prince’ (TAFKAP) o, simplemente, ‘El Artista’. Se reinventó, una y otra, vez hasta el final.

30 abr 2016 / 12:59 h - Actualizado: 27 abr 2016 / 15:17 h.
"Música - Aladar"
  • Prince nunca dejó de trabajar y crear, de contradecirse y de reinventarse sin dejar de ser siempre el mismo. / El Correo
    Prince nunca dejó de trabajar y crear, de contradecirse y de reinventarse sin dejar de ser siempre el mismo. / El Correo
  • Prince era capaz de manejar veinte instrumentos a la perfección. / El Correo
    Prince era capaz de manejar veinte instrumentos a la perfección. / El Correo

«Me llamo Prince, y soy funky. Me llamo Prince, el único». Esta es la traducción del inicio de una de sus canciones, un grito de reafirmación, aquí estoy yo, no vais a hacerme callar, soy El Artista. Porque Prince podía ser muchas cosas, pero no tenía un ápice de modestia, se sabía un genio, un creativo y no dejaría que a nadie se le olvidara y menos aún que le coartaran. Sí, como tantos, fue hijo de un músico de jazz, de un padre que se marchó siendo él aún un niño, pero que en vez de un trauma, le dejó un piano en el que aprendió a tocar de oído mientras veía los dibujos de Batman por la televisión. Era un autodidacta virtuoso, llegando a manejar veinte instrumentos a la perfección. Prince sudaba música, literalmente, porque no dejaba nada al azar y trabajaba cada uno de sus discos, de sus conciertos hasta las últimas consecuencias; lo controlaba todo, composición, arreglos, vestuario... Incluso llegó a tocar todos los instrumentos que suenan en su primer disco. Puede que esta incapacidad para delegar fuera producto de su mítico enorme ego; pero de ser así, no hubiera escrito temas que lanzaron la carrera de otros artistas, como el caso de Sinead O´connor y la genial Nothing compares to you, el álbum completo de Martika, Martika´s kitchen o incluso desempolvar al mismísimo Tom Jones con Kiss. La fama de egocéntrico seguramente le viniera por sus desavenencias con las discográficas, él sentía que no le dejaban desarrollarse como músico, y creía que sólo querían usar su nombre como un producto de marketing más, sin ningún respeto. Pero no pudo desvincularse de la industria, así que en un acto de rebeldía, su nombre pasó a ser un símbolo, sin sonido, fue The Artist Formerly Known as Prince (TAFKAP), El Artista Antes Conocido como Prince o, simplemente, El Artista. Durante esta época, en los conciertos apareció con la palabra slave, esclavo, pintada en la cara, tal era como se sentía cumpliendo su contrato en la discográfica. Siempre rebelde, no quiso que su música se adaptara a las nuevas tecnologías, negándose a compartir en streaming o a vender en plataformas digitales. Le parecía que era una forma de abaratar el arte, de ningunear al artista que jamás llegaría de esta forma a cobrar lo que se merecía por su trabajo. Sin embargo, renunció, varias veces, a ganar más dinero de formas cuanto menos curiosas: regalando discos, comprando un periódico a cada asistente a uno de sus conciertos, actuando por sorpresa en locales pequeños para un reducido grupo de privilegiados o realizando una gira de más de veinte conciertos en la misma ciudad, Londres. Sorprendente, egocéntrico y muy generoso.

Durante gran parte de su carrera, Prince fue conocido por su desinhibición sexual. Las letras de sus canciones, sus bailes o los vídeo clips, eran explícitamente eróticos. También era sabida su afición a las mujeres, aunque sin embargo jugó siempre con una estética andrógina, por no decir meramente femenina. Heredero del glam de los 70, pero con la máxima exageración de los 80, amaba los brillos, el terciopelo, el dorado y su color fetiche, el púrpura. Usaba siempre calzado de tacón, aunque más bien por su pequeña estatura, a penas un metro sesenta. Nunca abandonó su pelo afro, seña de identidad. Quizá con el tiempo se volvió más recatado de lo que nos tenía acostumbrados. Prince tenía inquietudes espirituales y se fue acercando a la religión, concretamente se confesó Testigo de Jehová. Hubo un cambio, pero jamás pudo abandonar su personalidad sexual.

Con millones de fans y también con muchos detractores, lo que es innegable es que es un hito en la historia de la música moderna. Ha sido de los músicos que más ha trabajado y se ha implicado por mejorar, por experimentar y por mezclar hasta crear un sonido propio. Su ego y su creatividad volaron más allá, quiso hacer cine y lo hizo, aunque sus dos películas fueran un fiasco. Quizá aún sea pronto para darnos cuenta, pero la música le debe mucho a Prince; que nunca dejó de trabajar y crear, de contradecirse y de reinventarse sin dejar de ser siempre el mismo.

El Artista, el ser histriónico que brillaba con un traje púrpura encima de un escenario que solía quedarse pequeño.