La cultura ha de ser para todos y de todos, pero si democratizar esa idea significa que cualquiera puede ser artista, que se abarate todo sin remedio, mejor no lo hacemos. Ni elitismo ni ramplonería. Los extremos confluyen en el absurdo y en lo indeseado. Sea como sea, la diversión forma parte de la cultura, la diversión es algo a lo que el ser humano no puede renunciar, y eso es un asunto que no está regañado con lo exquisito y el arte de calidad.
El Teatro Real de Madrid presenta una nueva coproducción con la Opéra National de Lyon y el Grand Théâtre de Ginebra: «Viva la Mamma!»
Se trata de una ópera compuesta por Gaetano Donizetti, un músico que fue capaz de entregar decenas de obras de enorme calidad. Esta es un dramma giocoso en dos actos que intenta parodiar la ópera desde dentro de la propia ópera. Malentendidos, enredos, situaciones absurdas, diálogos disparatados y arias divertidísimas. Un respiro para el espectador que vive el drama diario de la realidad y se encuentra, tal vez, con más tragedias sobre las tablas de lo deseable.
La partitura firmada por un Donizetti joven, está influenciada claramente por la música de Rossini. No es nada del otro mundo aunque si incluye detalles que van de lo brillante a lo chispeante o melódicamente delicioso. El director musical, Evelino Pidò, algo plano con la batuta hace una lectura sin grandes matices aunque muy correcta. Por su parte, la Orquesta Titular del Teatro Real logra un nivel sobresaliente. Cada día son más y mejores los logros de estos músicos que han superado el parón pandémico como si aquí no hubiera pasado nada.
Esta ópera, en realidad, no se titulaba «Viva la Mamma!». Fue Helmut Käutner el que le colocó una etiqueta más atractiva para el público. Se llamó, en origen, «Le convenienze ed inconvenienze teatrali». Y lo que nos cuentan a través del libreto de Domenico Gilardoni es la historia de una compañía que intenta poner en marcha una ópera en una ciudad de provincia y en un teatro de segunda y en plena decadencia.
El director de escena, Laurent Pelly, logra hacer una lectura estupenda del libreto y coloca el principio de la acción en un parking moderno que antes fue un teatro de la ciudad. Allí van apareciendo algunos de los artistas que trabajaron sobre el escenario porque, a pesar de todo, el teatro es algo que perdura y que siempre está en el lugar exacto. Luego sabremos que ese teatro estaba condenado a que lo convirtieran en cualquier otra cosa porque los actores, los músicos o los empresarios no pudieron continuar haciendo su labor. Todo es divertido y algunas zonas expositivas se convierten en una maravillosa caricatura de la ópera con final triste. La magia del teatro es un protagonista más de la ópera de Donizetti.
Nino Machaidze, soprano georgiana de amplio registro, está muy bien en su papel de prima donna. Bien de técnica y sobrada en los tramos más exigentes aunque algo más floja con la dicción. Borja Quiza encarna a un Procolo afeminado e histriónico y lo hace con solvencia y sin cruzar la frontera que le podría llevar al esperpento. Pietro Di Bianco logra embelesar al público con su voz, con su arco dramático al encarnar a Briscoma Stappaviscere y sus interpretaciones con el piano. Hay que decir que la dirección actoral por parte de Pelly es espléndida y exigente a partes iguales. Sylvia Schwartz pasa por el escenario sin pena ni gloria; de hecho sus participaciones en conjunto son casi inaudibles. Una pena puesto que se trata de una cantante que debería destacar mucho más de lo que lo hace. Xabier Andagua demuestra tener una voz preciosa sin que aparezcan límites en los extremos, con una técnica depurada y una limpieza en la dicción magnífica. Y Carlos Álvarez se sube al escenario para estar, sencillamente, genial. Divertido, la voz perfecta, superando la exigencia interpretativa con solvencia. Deja para el recuerdo una romanza («Assisa a’ pié dún sacco») que es parodia del aria del Otello de Rossini conocida como «Canción del sauce». Un disparate de una belleza inolvidable.
La ópera es pura belleza. Es para todos. Es de todos. Puede ser trágica. También puede ser divertidísima hasta la carcajada. Vayamos dejando los tópicos en el desván.