Muere Antonio Ramos Espejo, el último mohicano del Periodismo de carne y hueso

El que fuera director de El Correo de Andalucía en el cambio de siglo ha sido un referente del reporterismo andaluz desde la Transición, el autor de decenas de libros y documentales con Andalucía como protagonista y un referente para miles de alumnos en la Facultad de Comunicación de Sevilla

Álvaro Romero

Con Antonio Ramos Espejo (Alhama de Granada, 1943 – Sevilla, 2023) se muere definitivamente una manera humana, demasiado humana, de ejercer el Periodismo desde Andalucía: la que no concebía este oficio desde el cinismo ni en manos de ninguna empresa, la que profesaba una fe inquebrantable en el corazón de las redacciones, la que precisaba de la mirada del reportero en cada escenario de lo que había que contar con el cuadernito en la mano. “Yo he sido director de varios periódicos, pero siempre hubo temas que me guardaba para mis libros”, decía a cuantos discípulos, casi siempre amigos, tuvieron el honor de conocerlo. Porque Ramos Espejo, al margen de ejercer el Periodismo y la docencia del mismo desde que aterrizó a finales del pasado siglo en la Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla (así se llamaba entonces, cuando las clases se daban en la casa de Gonzalo de Bilbao, en Puerta Osario), fue un prolífico autor de libros de investigación de todo signo, aunque se volcara siempre especialmente en esa verdad de carne y hueso que había que contar con profundidad sobre la emigración, el sufrido campo andaluz antes y después del Franquismo y todo ese material doméstico con que los más grandes de la Literatura cocinaron sus obras más imperecederas, como fue el caso de Federico García Lorca. Licenciado en Ciencias de la Información y en Filosofía y Letras, y Premio Extraordinario de la Universidad de Sevilla por su tesis doctoral, El Periodismo en Gerald Brenan, Antonio siempre insistía en que no necesitaba más títulos que el de reportero, a secas, lo cual dice mucho de su personalidad campechana, de su generosidad sin límites, de su formación libresca y vital sin complejos, de su capacidad infinita de trabajo, de su curiosidad inquebrantable por todo lo que lo que podía afectar al ser humano.

Se acaba de marchar al otro mundo con 79 años, aunque ya llevaba varios en retirada por culpa del Alzhéimer. Antonio Ramos Espejo fue corresponsal de la agencia EFE y Ya en Roma, después de ser redactor del diario Sol de España en Málaga en aquella época de transformación socioeconómica y cultural a comienzos de los años 70. Llegó a ser director del Diario de Granada, rotativo en el que incluyó como columnista a un jovencísimo Antonio Muñoz Molina. Colaboró durante años en revistas como Triunfo, Tiempo o Interviú o en otras publicaciones como El Mundo o La Ilustración Regional. Luego, ejerció durante 13 años como director del diario Córdoba. Y, cuando se vino a Sevilla como profesor de la Facultad, fue nombrado director de El Correo de Andalucía en la época en que este pertenecía al grupo Prisa, entre los últimos años del pasado siglo y el año 2000. De subdirectores, trabajaban con él Antonio Avendaño, Rafael Guerrero y Sebastián García (este fallecido en agosto de 2019). En este sentido, Antonio siempre dijo que estaba orgulloso de dirigir “un periódico honorable”.

Coautor de las obras Crónica de un sueño y Memoria de la Transición en Andalucía, la editorial Comunicación y Turismo, de Juan de Dios Mellado Morales –padre de Juande Mellado, actual director de la RTVA- lo nombró director de la Enciclopedia General de Andalucía, que publicó 15 tomos en 2006, que a continuación produjo una Enciclopedia General de Sevilla, otra de Jaén y otra de Córdoba y que coordinó para todo ello a más de 200 colaboradores.

Medalla de Andalucía

Antonio Ramos Espejo se marcha precisamente en estos días en que se cumplen 17 años de la concesión de la Medalla de Andalucía, el mismo año en que se la concedieron al cantante David Bisbal, a la exalcaldesa de Sevilla y exministra de Cultura Soledad Becerril o a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Al año siguiente, en 2007, se le otorgó el Premio Andalucía de Periodismo en la modalidad de Televisión por varios documentales sobre la historia, la economía, la cultura y las esencias de Andalucía, como el serial Andalucía es su nombre, entre otros. En 2020, con su salud ya mermada, fue nombrado Hijo Predilecto de su pueblo natal, Alhama de Granada, adonde la familia ha decidido llevárselo hoy para darle el último adiós mañana. El funeral será por la tarde, después de que el Ayuntamiento le rinda un homenaje.

Entre su inmensa obra, varias veces reeditada, destacan libros como aquel de 1978 titulado Andalucía: campo de trabajo y represión, que tanto bebía de sus anteriores reportajes y entrevistas a los protagonistas de aquel sufrimiento tan real antes de que nuestra comunidad autónoma pudiera medirse de igual a igual con las demás. De 1981 es Pasaporte andaluz; de 1982, El caso Almería; de 1984, Después de Casas Viejas; y de 1985, De Fuente Obejuna a Marinaleda. De Granada y de Federico tiene también un buen puñado de obras, como Ciega en Granada (1990), El cinco a las cinco con Federico (1986), Más lloraron los reyes andaluces (2000) o Carlos Cano. Una vida de coplas (2004). En el año 2012, el Centro Andaluz del Libro le editó su imprescindible Andalucía de vuelta y media: represión, prensa e imagen.

Padre de varias generaciones de periodistas

Antonio Ramos, al margen de todas sus virtudes y de su inmenso currículum, fue el padre de varias generaciones de periodistas en estas últimas décadas. A sus discípulos, a muchos de los cuales les dirigió sus tesis doctorales, los defendía como una madre después de asegurarse de que su valía podía medirse con cualquiera en cualquier contexto. Fue uno de los pocos profesores de la Facultad de Comunicación de Sevilla que enseñaron no desde la teoría de los libros sino desde la práctica del propio oficio. Antonio los ponía a redactar editoriales, noticias o artículos en la propia aula -con ordenadores o sin ellos- convertida tantas veces en una simulada redacción. No hay alumno de Antonio que hoy no lo recuerde con un nudo en la garganta al reconocer que comenzó a amar esta profesión por las enseñanzas tan reales y a ras de tierra de aquel reportero que siempre trató a sus alumnos como inminentes compañeros. Hoy lo están llorando Jesús Chacón, Quico Chirino, Carmen Rangel, Enmanuel Camacho, Jesús Quintanilla, Juan José Ponce, Manuel Guerrero, Manuel Ruiz Rico, José Domingo Mora, Rafael Adamuz, Olivia Carballar, Pepe Romero, Javier Vidal Vega, Manuel Rodríguez, Pablo Santiago, Ana María Trujillo, Jorge Rico, Nereida Domínguez, Antonio Reina o Catalina Mora, además de un servidor.

Antonio Ramos Espejo deja un legado que ahora habrá que seguir ordenando; una viuda, Carmen Ruiz, que lo ha querido y cuidado hasta el último momento; una hija, Carmen Ramos Ruiz, y dos nietos, Iván y Paula. Ya está descansando en paz.

Tracking Pixel Contents