Análisis
El PSC se impone al PSOE andaluz: "el hermano mayor y el hermano pequeño" cambian sus papeles
“Ahora Andalucía”, piden socialistas andaluces, pero lo difícil va a ser dejar de hablar de Cataluña porque, cerrado el 'procés', se abre una crisis territorial en toda España
Juan Espadas y Salvador Illa encuentro de trabajo en el Parlament de Cataluña en ocubre de 2023. / PSOE-A
La operación Illa frente a la operación Jaula. El Gobierno guardó un estruendoso silencio mientras que el expresidente catalán y líder de Junts, Carles Puigdemont, protagonizaba este jueves una estrambótica jornada política en Cataluña, con mitin y huida. Solo hablaron cuando Salvador Illa logró, con cara circunspecta, convertirse en presidente de la Generalitat y devolver al PSC al gobierno 14 años después.
En ese preciso momento, una catarata de ministros siguieron a Pedro Sánchez para celebrar que el mayor plan político de este Gobierno, poner punto y final al procés en Cataluña, se hubiera cumplido. En ese cometido se esmeraron también todos los dirigentes del PSOE andaluz. Por supuesto la vicepresidenta primera y vicesecretaria general del partido, María Jesús Montero, este sábado sonriente en la investidura, pero también Juan Espadas como líder de los socialistas andaluces o los líderes de Sevilla, Javier Fernández, y Jaén, Paco Reyes, que sacaron a relucir su orgullo por ‘Illa president’. Era el guion. Callar para encumbrar al socialista en la presidencia de la Generalitat y luego ya, avisaron, vendrá todo lo demás.
El ensalzamiento de Illa trató de acallar el bochorno de una operación policial desplegada en Barcelona que no evitó que Puigdemont se las diera de David Copperfield y dejara en ridículo a las fuerzas y cuerpos de Seguridad, a los Mossos pero también a la Policía Nacional. Justo cuando la tele decía que no se sabía dónde estaba Puigdemont, en uno de los bares con mejor café y desayuno de Los Remedios, un barrio de Sevilla, un parroquiano proclamaba: “Esto lo ha organizado todo Pedro Sánchez”. La afirmación provocaba un asentimiento general de rabia contenida en el bar. Tendrá difícil, si no imposible, eludir el Gobierno que muchos españoles lo hagan responsable del esperpento burlón y grotesco de Puigdemont, que le hizo un corte de mangas, otro, al poder judicial en la cara de todos los ciudadanos y con retransmisión en directo en las televisiones.
Las derivadas
Hay argumentos, de sobra, para rebatir que Sánchez no es responsable de las astracanadas del personaje que dirige Junts por más que gobierne con los votos de este partido en el Congreso. Lo que de verdad va a tener difícil explicar el PSOE es todo lo que viene detrás de la investidura de Salvador Illa. Todas “las derivadas”, las llama un dirigente del partido, que tiene el acuerdo con ERC, empezando por el concierto fiscal para Cataluña. Eso lo saben en el partido y se lo acabarán echando en cara a Ferraz. Si no, al tiempo.
Hasta los más dóciles y menos ruidosos, como han demostrado ser los socialistas andaluces, temen lo que viene ahora. Lo escribió el diputado andaluz Mario Jiménez, que no es uno cualquiera sino alguien que lleva años formando parte del puente del mando en muchas etapas, de Susana Díaz a Juan Espadas y que tiene un fino olfato político, con capacidad de diagnóstico probada sin equivocarse. Su “Por fin, Salvador Illa President. Ahora Andalucía” es la invocación de una tabla de salvación. #LaHoradeAndalucía es un deseo que expresan los socialistas andaluces, que saben que van a tener muy difícil, por no decir imposible, hacer oposición al Gobierno de Juan Manuel Moreno mientras que el PSOE siga rendido al PSC y Cataluña marque el paso de Pedro Sánchez.
La relación con el PSC
Que el PSC le ha ganado la partida al PSOE andaluz no hay que explicarlo. Es evidente. La relación entre ambos partidos ha sido siempre interesante y complicada. “Es que el PSC es un partido bisagra. O es el más socialista del mundo o es el más independentistas del mundo”, confesaba uno de los que en redes aplaudió, sinceramente, a Illa tras ser investido. Ambas federaciones se han mirado de reojo desde tiempos inmemoriales.
Pasqual Maragall y Manuel Chaves se alababan en público pero recelaban el uno del otro en privado, las discrepancias políticas fueron sonadas en la última etapa del político catalán. Ni que decir de Miquel Iceta y Susana Díaz. Ella siempre se mostró convencida de que en su derrota en las primarias tuvo mucho que ver el exministro de Cultura, que vino a Sevilla a rendirle pleitesía y prometerle neutralidad, besándole la mano en público, y que nada más cruzar Despeñaperros, ha narrado siempre la socialista de Triana, se afanó en inclinar con éxito la balanza por Sánchez.
Justo antes de aquella visita, Díaz transitó la idea de un divorcio blando del PSOE con el PSC, de una salida pactada del socialismo catalán, con una relación distinta al resto de federaciones. Fue en 2016 y se estuvo cocinando en los fogones del socialismo andaluz, convencidos de que la salida de los 16.000 militantes socialistas catalanes daban vía libre a Díaz como secretaria general del partido. “Somos el hermano mayor y el hermano pequeño”, se jactó entonces el PSOE andaluz en boca de su secretario de Organización, entonces Juan Cornejo, presumiendo de victorias electorales y de sus 45.000 militantes. “Tenemos una relación fraternal pero no somos lo mismo”, agregó.
Las espadas estaban en alto. El PSC se negaba a dar paso a Mariano Rajoy y defendía que ellos tenían margen para elegir dentro del grupo del Congreso porque tenían un estatus distinto al resto de diputados socialistas. Por aquellos días Josep Borrell minimizaba el poderío de los socialistas andaluces, que entonces no conocían aún la vida en la oposición. Aseguró que en Andalucía “no hay partidos nacionalistas, ni movimientos antisistemas” y “es más fácil conseguir buenos resultados cuando no hay competidores”.
Cambio de papeles
Ahora el hermano pequeño se ha puesto más fuerte y más grande que el mayor y el PSC domina las filas del PSOE con muchísimo más mando que los andaluces. Nos queda ver cómo es la relación de Illa y Espadas. De momento, ambos exhiben sintonía. Espadas se ha fajado para convencer a todos de que tocaba callar porque la presidencia de Illa era el mejor aval posible para el Gobierno de España. Quedan "las derivadas".
Cuando el presidente catalán empiece a negociar el concierto fiscal con el Gobierno veremos qué dice el PSOE andaluz. A ver qué pasa entonces con los aplausos a Illa porque si alguien sale perjudicada de esta nueva fórmula, que acota la solidaridad interteritorial y la deja en manos de Cataluña, es Andalucía. Y cada vez que desde la oposición, los socialistas le digan a Juan Manuel Moreno que haga algo para frenar el deterioro de la sanidad o que gestione para que los andaluces dejen de sufrir las mayores lista de España en la dependencia, escucharán eso de “Cataluña nos roba”, sumado a que “el Gobierno nos quita cada año 1.500 millones de euros en el actual modelo de financiación”. Y eso, el agravio, ha sido hasta ahora el motor más poderoso del pueblo andaluz.
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