Cádiz ha planteado al PSOE un dilema de difícil solución: o apoya a un candidato de Podemos para la Alcaldía o deja que el PP siga gobernando después de 20 años en el ayuntamiento. La secretaria general de los socialistas andaluces, Susana Díaz, se siente tan equidistante de unos como de otros, de hecho, durante la campaña para las autonómicas juró y perjuró que jamás pactaría ni con Podemos ni con el PP. Ahora está obligada a facilitar el gobierno a uno de los dos y cabe preguntarse cuál de las dos opciones será más difícil de entender, no sólo para quienes votaron al PSOE, sino para la ciudadanía en general.
En las municipales de 2011, quienes pugnaban por las alcaldías andaluzas eran partidos clásicos (PSOE, PP, IU, PA...), no existían fuerzas emergentes, como Podemos o Ciudadanos, y la realidad política se dividía en el tradicional eje derecha-izquierda. Existía el centro, pero a nadie se le había ocurrido hablar de «centralidad», ese espacio de ideología indeterminada que ha inventado Podemos, y que sirve para aglutinar a los desencantados con la izquierda y a los indignados con la derecha (es decir, sirve para sumar más votos). Del binomio derecha-izquierda surge el término pactos antinatura, que se utiliza para describir (o denostar) una alianza entre dos partidos que se sitúan ideológicamente en las antípodas, a saber: PP e IU.
En 2011 el PSOE perdió la Alcaldía en 54 ayuntamientos donde había sido el más votado, según datos del partido, más de una treintena se los arrebataron esos pactos antinatura, bien mediante pactos de gobierno, bien por acuerdos de investidura. Se trataba de alianzas que la dirección regional de IU, entonces pilotada por Diego Valderas, no fue capaz de desmontar, y que el presidente del PP-A, Javier Arenas, no quiso deshacer. Con el sarcasmo afilado en los dientes, Arenas se limitó a decir que si la derecha había llegado a acuerdos con los comunistas en algunos pueblos se debía fundamentalmente al «hartazgo y la prepotencia» que demostraron los alcaldes socialistas tras muchos años de gobierno en solitario.
En 2011, el PP también obtuvo mayoría relativa en 70 municipios, y fue descabalgado de la Alcaldía en 30 de ellos por pactos entre PSOE e IU, que nadie discutió, al menos desde el punto de vista de la afinidad política.
A vista de pájaro, es difícil explicar y entender que dos enemigos íntimos firmen un pacto de gobierno. «Pero la política municipal es otra cosa», dicen todos los partidos consultados. En los pueblos, sobre todo en los pequeños, intervienen variables que nada tienen que ver con las ideologías: resquemores personales, enemistades, enfrentamientos por decisiones muy pegadas a la gestión de una calle, una plaza, de la recogida de basuras...
Frentes anti-PP
El PSOE, el gran damnificado de estos acuerdos, perdió 54 ayuntamientos de los 140 municipios donde fue la fuerza más votada. A pesar de sus diferencias ideológicas, esos pactos han perdurado hasta el final de la legislatura, y muchos de ellos podrían reeditarse otros cuatro años.
¿Qué ha ocurrido, cuatro años después, con aquellos pactos antinatura? ¿Los votantes «frustrados» han castigado a sus partidos por gobernar con el enemigo? En la mayoría de los casos señalados sí: o bien el PSOE ha recuperado votos, incluso la mayoría absoluta, como en Alcalá de los Gazules, o bien los partidos emergentes han venido a restar al PP y a IU. En otros casos, sin embargo, las razones personales y muy localistas que justificaron pactos antinatura persisten o se han incrementado, de ahí que la dirección de PSOE e IU estén vigilantes y muy encima de un puñado de municipios.
Hace cuatro años, el PP no respetó la máxima que ahora abandera: que gobierne ls lista más votada, un mensaje con el que martillea el nuevo presidente popular, Juan Manuel Moreno, y todos los alcaldes que han perdido la mayoría absoluta: los de todas las capitales, excepto Huelva, y los de ciudades de más de 100.000 habitantes, como Marbella y Jerez, donde el PSOE ha estrechado extrañas alianzas con dos y tres partidos para desbancar al PP.
La dirección regional del PSOE mira con escepticismo esos pactos, porque contradicen el mensaje que Díaz ha trasladado al partido –no crear frentes antiPP–, y no es de extrañar que en el último momento se frenen, dejando gobernar a los populares. Algunas voces apuntan a que esta decisión dependerá mucho de si el PP, finalmente, decide abstenerse en la investidura de Susana Díaz y facilitar que forme gobierno.
El riesgo de que el más votado se siente en la oposición mientras sus rivales se unen para formar gobierno se ha incrementado con la irrupción de nuevos partidos, pero también se ha hecho más complejo pactar, porque aún persiste la idea de identificar a Ciudadanos con la derecha y a Podemos con la izquierda. Tras el 24M, la aritmética postelectoral es tan variable en toda España, que podrían darse pactos del PSOE con C’s o del PP con Podemos. ¿Serían estos los nuevos pactos antinatura? Difícil de decir, teniendo en cuenta que los dos partidos nuevos reniegan del apellido izquierda y derecha. Podemos dice que elegir entre un pacto con el PSOE y uno con el PP, es elegir entre «susto o muerte», y que optarían a regañadientes por el primero. El partido morado ya ha anunciado que allí donde pueda evitar que el PP siga en el gobierno, lo hará. Hay siete comunidades autónomas donde su voto puede alzar al PSOE al poder. Los ayuntamientos, en cambio, es otra cosa: allí las agrupaciones de electores, afines a Podemos, trabajan con otro esquema.
Incoherencia ideológica
Tras las elecciones del pasado 24 de mayo, en Andalucía el PSOE arriesga 107 ayuntamientos donde tiene mayoría simple; el PP 76; IU 21 y C’s uno.
Hace cuatro años los pactos antinatura arrebataron a los socialistas municipios tan significativos como Alcalá de los Gazules, cuna del PSOE andaluz, Chipiona, Chiclana y San Fernando (en Cádiz); Almonte en Huelva; Torredonjimeno y Pegalajar (Jaén), Guadahortuna (Granada); Pozoblanco (Córdoba); Comenar, Benaoján y Jubrique (Málaga); Jergal (Almería) y Mairena del Alcor, Santiponce, Montellano, La Roda y Cantillana (Sevilla). Quien intentó frenar la sangría, alegando que estos pactos eran «incoherentes ideológicamente», y que generarían «mucha frustración» en la ciudadanía, fue la entonces secretaria de Organización del PSOE-A, hoy líder del partido y presidenta de la Junta en funciones, Susana Díaz. «Muchos votos de izquierda servirán para abrir la puerta a gobiernos muy de derechas», denunció Díaz hace cuatro años.
Ahora, un partido nacido a la izquierda del PSOE e IU, Podemos, acusa a la sevillana de estar pactando su investidura con el PP «de espalda a los ciudadanos», a cambio de que los socialistas impidan a la marca morada gobernar en Cádiz, aun a costa de dejar que sigan en las alcaldías candidatos de la derecha. El PSOE niega tajantemente estar participando en el «cambalache» y el «trueque de sillones» para lograr desbloquear el nombramiento de Díaz como presidenta, que lleva más de diez semanas bloqueado.
La Gran Coalición
El término pacto antinatura es un acierto político, porque quien lo usa mata a la vez a dos pájaros de un tiro. Quien lo popularizó en España fue Felipe González para referirse al acuerdo tácito que sellaron PP e IU en Andalucía, en 1994, en la llamada legislatura de la pinza. Entonces, la oposición votó coincidentemente contra todas las medidas del Ejecutivo de Manuel Chaves –incluidos los presupuestos autonómicos que fueron prorrogados dos veces– haciendo imposible la gobernabilidad de Andalucía. Esta semana se ha hecho pública una conversación de la dirección del PSOE en Cádiz en la que su líder, Francisco González, explicaba a los suyos que el plan era muy similar al del 94: votar a favor del candidato de Por Cádiz Sí se Puede, José María González, Kichi, y a partir de ahí votar en contra de todas sus medidas, bloqueando así su gobierno. Esa opción ha sido muy contestada por algunos miembros de su propio partido, que le acusan de «temerario» e «irresponsable».
Treinta años después de popularizar el término pacto antinatura, Felipe González estrenó otro acierto político importado de Alemania: la gran coalición. Un pacto entre las dos fuerzas de gobierno del país, PSOE y PP, para garantizar la estabilidad política y económica ante la irrupción de las fuerzas emergentes. Esta vez el término se le volvió en contra. El bipartidismo estaba en caída libre, y su partido corrigió por primera vez a González, haciéndole ver que los votantes socialistas no podrían digerir «de ninguna manera» una alianza con la derecha. Los dirigentes de Podemos se apropiaron del término Gran Coalición para seguir enterrando el bipartidismo. Ahora tienen fija la mirada en Cádiz.