Marchalico Viñicas tiene un código postal fantasma: 04277. Fantasma porque desde 1969 nadie ha dirigido una carta a esta pedanía de la localidad almeriense de Sorbas, especializada en el cultivo de la uva. Fue en ese año cuando Gabriel e Isabel decidieron abandonar la aldea e instalarse en Las Huelgas, a unos pocos kilómetros de allí. Cuando el matrimonio decidió hacer las maletas y atrancar para siempre las puertas de su casa, se quedó vacío. Lo mismo ocurrió en Mancheño (c.p 04839), situado en la comarca de Los Velez, el día de 1982 en el que Prudencio y Valentina decidieron marchar para siempre.
La tierra sobre el que emergió el asentamiento de Marchalico Viñicas fue su propia condena. Acolchado por un terreno karstico, el principal problema de sus habitantes (ha sido imposible encontrar su gentilicio) era que no había agua potable por la gran concentración de yeso. Algo parecido sucedió en Mancheño, que tuvo el añadido de que sus vecinos jamás disfrutaron de la electricidad.
En el caso de Don Martín, en la provincia de Granada, la marcha de su gente a otras tierras fue debida a que la mina de hierro, que había estado en activo durante casi cien años, se agotó y obligó a buscar nuevos horizontes lejos de allí.
La despoblación rural no es ajena a Andalucía. Aunque este fenómeno llegó más tarde que en otras regiones españolas por las características de ocupación de la tierra, en la comunidad se cuentan con algunos ejemplos de este fenómeno. Pocopán, Raboconejo, El Salto del Lobo, El Calabacino o Rambla Honda son algunos de los lugares en donde hasta hace unas décadas era el hombre el que ordenaba el territorio y ahora ha vuelto a manos de la caprichosa naturaleza silvestre.
La descripción y enumeración de este tipo de asentamientos es un oficio que más ocupa a curiosos que a la Administración. La Junta de Andalucía publicó en 1991 un libro titulado Nucleos Deshabitados de Andalucía, que recogía un Inventario de Pueblos Abandonados, desarrollado durante mediados de los años 80 del siglo XX por la Consejería de Obras Públicas y Transportes. Según el Nomenclátor de 2007 del Instituto Nacional de Estadística (INE), Andalucía contaba con 80 pueblos abandonados: Cádiz (2), Sevilla (6), Huelva (8), Córdoba (11), Almería (25) y Jaén (28). Granada y Málaga no cuentan con ningún pueblo en situación de abandono. Sin embargo, el número es mucho mayor cuando se extiende la búsqueda a entidades menores como aldeas, poblados o barriadas.
Desde mediados del siglo XIX se tiene constancia de varios asentamientos en todo lo ancho de la Sierra de Baza. Como en Marchalico Viñicas, la composición del suelo fue definitivo en el origen y el final de uno de ellos. La poca calidad del terreno para la siembra del cereal hizo que los primeros vecinos que formaron una pedanía bautizaran como Pocopán el lugar en el que habían decidido vivir. En Pocopán no había vega, tampoco abundaba el agua, no destacaba por sus secanos ni tampoco era un terreno adecuado para salir adelante gracias a la cría de ganado. Solo su ubicación como cruce de caminos entre valles hizo que alcanzara los 150 habitantes en los años 50 del siglo XX.
El vaivén de viajeros convirtió a Pocopán en un lugar de paso por lo que más pronto que tarde hubo necesidad de abrir un local para calmar el hambre y la sed de los que iban de paso. La Taberna del Tío Tuto (diminutivo derivado de Restituto) cumplió esa función, además de convertirse en tienda y centro de reunión de los habitantes de la aldea. El Consejo Local de Primera Enseñanza, insitutición educativa que se puso en marcha durante la II República, solicitó la creación de una escuela rural para los niños de Pocopán, que funcionó desde abril de 1932 hasta el comienzo de la Guerra Civil en 1936.
«En Gandul encontramos una aceptable posada. Las buenas gentes que la regentaban no pudieron decirnos la hora que era, cuando la preguntamos; el reloj que tenían daba únicamente dos campanadas, a las dos de la tarde, y hasta que esto sucedía no había otro remedio que adivinar la marcha del sol». La taberna de Gandul (Sevilla) recibió en mayo de 1829 la visita de su huésped más ilustre. En su camino de la capital hispalense a Granada, Washington Irving hizo parada en esta aldea, que a día de hoy, está abandonada. El escritor inglés recogió su paso por esta aldea en su obra Camino de la Alhambra (1832). Adivinar cómo de satisfecho quedó Irving tras almorzar en Gandul es pura hipótesis histórica, pero es muy posible que si probó el pan quedara más que satisfecho. Sus panaderos tenían fama desdse siglos atras hasta tal punto que autores del Siglo del Oro le dedicaron algunos elogios: «Pan de Gandul de mi vida, Roscas de Utrera del cielo, Alcaparrón como el puño, Aceitunas como el cuerpo», escribió Lope de Vega.
Once años después de la visita de Washington Irving, Gandul quedó absorbido por Alcalá de Guadáira y comenzó su decadencia. Sin embargo, su historia sigue viva en muchos descendientes de habitantes del municipio que adoptaron el nombre de su antiguo pueblo como apellido.