La tarde del 27 de julio de 2004, las redacciones de los periódicos recibieron el aviso de que se acaba de producir la muerte de dos personas atrapadas en su coche por un incendio. Inicialmente se trató como un suceso más, hasta que minutos después el Infoca informaba del mayor dispositivo activado hasta ese momento para controlar un incendio forestal. Se acababa de iniciar el Incendio de Riotinto, como se le ha conocido con el paso de los años, que arrasó casi 35.000 hectáreas.

Quince años después, no sólo no se ha reforestado la zona afectada, sino que “el 90 % de la reforestación que se hizo ha sido un auténtico fracaso”. Pero, además, y casi es más preocupante, el municipio de Berrocal sufrió el mayor ataque a su modo de vida, la producción de corcho, y la gente, sobre todo los más jóvenes, se han buscado la vida en otros lares. De 450 habitantes en 2004, quedan ahora 180.

El fuego estuvo activo una semana, como recuerda el portavoz de la plataforma Fuegos Nunca Más, Juan Romero, creada en su día para prevenir sucesos como el sufrido en esa semana fatídica. ha recordado que el incendio devastó 34.291 hectáreas de monte, acabó con la vida de dos personas y afectó a 13 municipios en total, “pero los trabajos de reforestación no han conseguido sus objetivos, es lo que indigna y frustra a la gente, que se gastaron 78 millones de euros para nada”.

Y es que, Romero ha sostenido que “se sembraron varias zonas, pero los trabajos no tuvieron labores de reposición y mantenimiento”, hasta tal punto que “todo ha afectado tanto a pueblos como Berrocal que ahora mismo tiene la mitad de la población que en 2004”.

Romero ha sostenido que “fue un golpe mortal a la naturaleza y a un medio de vida rural en el que el corcho, la apicultura y la ganadería eran las principales actividades económicas que constituían el sustento de la vida de los pueblos, en especial, de Berrocal”.

Tras estos quince años, desde la local Plataforma “queremos transmitir que los vecinos y vecinas de Berrocal tenemos la sensación de haber sido olvidados y abandonados por las administraciones, europea, española y autonómica, que sumaron esfuerzos tras el incendio y planificaron inversión de 78 millones de euros en tres actuaciones a realizar en la zona”.

“La primera, el plan de emergencia, para retirar la madera quemada; la segunda el plan de restauración forestal, para sustituir el cultivo intensivo del eucalipto y diversificar las masas de pino; y por último, las medidas compensatorias”, ha dicho, recordando que "con el plan de emergencia se obtuvieron 71.958 metros cúbicos de madera, que fue aprovechada por la empresa pública Egmasa, ahora Amaya, y vendida a diferentes fábricas con el objetivo de reinvertir en la zona el montante obtenido”.

Entonces, “se transmitió a la población la idea de que se potenciarían los usos múltiples y las externalidades propias de los ecosistemas forestales mediterráneos, con lo que el pueblo se fue esperanzado con volver a tener una economía sostenible sustentada por el alcornocal que acababa de desaparecer bajo las llamas, que antes del incendio daba una media de 7.000 quintales de corcho anuales (330.000 kilos) a la Cooperativa Corchera San José, constituida por los pequeños propietarios vecinos de Berrocal, siendo la única de su tipo en toda Andalucía”.

Para pasar la situación, la Administración se comprometió a llevar corcho procedente de otros montes públicos en tanto se podían empezar a aprovechar los nuevos alcornoques, con la idea de consolidar una industria de transformación del corcho con la Cooperativa como eje central. Este compromiso se cumplió dos años. Hoy, la Cooperativa consigue unos 2.400 quintales anuales (110.000 kilos), una bajada de producción del 68 %, que hace que esté a punto de cerrar por falta de materia prima suficiente.

La restauración forestal en Berrocal se llevó a cabo mediante la firma de 350 convenios de colaboración con pequeños propietarios vecinos del pueblo. Como apoyo puntual a la regeneración natural de la vegetación, se sembró bellota, y lo que se pretendía era lo que denominaron restauración integral de hábitats, pero todo ello terminó como los rebrotes en los alcornoques tras el incendio: “fantasmas”, “porque las repoblaciones no tuvieron ni seguimiento, ni continuidad, ni reposición de marras, por lo cual el 90 % no prosperó”.

Hubo también un compromiso de reducir la superficie de eucaliptal en el término de Berrocal, puesto que de sus más de 12.000 hectáreas, la mitad son cultivos de eucalipto. A este compromiso, la Administración le daría forma mediante la permuta a la empresa propietaria, para fomentar el uso y aprovechamiento como alcornocal. Pero no sólo no ha disminuido, sino que la superficie de cultivo de eucalipto ha aumentado y actualmente existe la amenaza de que la empresa vuelva a sembrar eucalipto en los terrenos donde ya se han cumplido los tres turnos, que son precisamente algunos de los lugares más emblemáticos de Berrocal.

Como medidas compensatorias, para la diversificacion de las actividades económicas se creó un centro de interpretación del río Tinto, cuyo coste fue de un millón de euros, se construyeron unas pequeñas instalaciones para turismo rural y, debido al envejecimiento de la población, se habilitó un centro para mayores en un edificio del pueblo. Quince años después, estos edificios están cerrados y, excepto el centro de mayores, están las obras inacabadas, y sin dotación presupuestaria.

Juan Romero reconoce que hubo actuaciones efectivas, como el arreglo de algunas infraestructuras viarias de comunicación o la puesta en marcha de una infraestructura para riego agrícola denominada la corona hidráulica. Pero ello no ha dado un medio de vida sostenible que asegure la economía local.

Desde la Plataforma Fuegos Nunca Más se ha hecho un llamamiento a la Administración andaluza “para tomar conciencia de las necesidades de las zonas rurales como Berrocal, cuyo desarrollo autónomo se vio truncado por un gran incendio forestal hace quince años”.

“Solicitamos un apoyo económico similar al que se hace en el sector de la agricultura, y es tan necesario para el alcornocal y la dehesa, con el objetivo de reactivar nuestra cultura y economía del corcho, para revertir así la actual situación de despoblamiento y recuperar de forma sostenible la fuente de recursos económicos”, ha terminado.