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«El arroz de Valencia también viene de Sevilla»

El presidente y secretario general de la cooperativa Arrozúa, Antonio Llopis y Salvador Cuña, conversan sobre el pasado, el presente y el futuro de este apasionante sector, un elemento primordial de la economía agraria andaluza y un factor cultural de profunda raigambre en Sevilla

28 nov 2017 / 11:20 h - Actualizado: 01 dic 2017 / 11:30 h.
"Personajes por Andalucía"
  • Antonio Llopis y Salvador Cuña hablaron del pasado, el presente y el futuro del arroz sevillano en la Hemeroteca de El Correo. / Fotos: Jesús Barrera
    Antonio Llopis y Salvador Cuña hablaron del pasado, el presente y el futuro del arroz sevillano en la Hemeroteca de El Correo. / Fotos: Jesús Barrera

—Estamos afrontando una sequía feroz. ¿Cómo puede afectar al cultivo del arroz?

—A. Ll.: Pues como siga el tiempo como hasta ahora y de aquí a mayo no se resuelva el problema de los pantanos, vamos a tener complicada la siembra del arroz. Pero no es la primera vez que empieza a llover en noviembre o diciembre, así que esperamos que se solucione.

—Más allá de la situación de este año, los expertos nos dicen que tenemos que ir acostumbrándonos a periodos muy secos debido al cambio climático?

—A. Ll.: Si se retrasa la lluvia y se retrasa la siembra, no pasa nada. Lo que no tendrá fácil solución será que deje de llover y no podamos tener el agua necesaria para el cultivo. Ese es el problema.

—Me gustaría hablar también del pasado, de la historia de un cultivo que aterrizó en Sevilla en unos momentos de enorme dificultad, los posteriores a la Guerra Civil, del hambre, de muchas dificultades... ¿Cómo ha evolucionado la industria?

—S. C.: Aparte de que era duro, daba de comer a muchísimas familias de toda Andalucía, incluso de Portugal venían también a trabajar. El trabajo de antes no tiene nada que ver con el de ahora, está todo mecanizado, es muy distinto. Antes era todo a mano, la faena se hacía a mano...

—A. Ll: Venían muchas miles de personas de toda Andalucía a la zona arrocera, a hacer todos los trabajos en un tiempo en que no había ni tractores. Toda la reforma y toda la reconversión del terreno se hizo allí de forma manual.

—S. C.: ¡Lo que era la entrada del pueblo, no podías ni entrar en bicicleta, de la cantidad de personas que había por las tardes!

—Su web incorpora fotos históricas, de los primeros tiempos de los arrozales. ¿Qué pensarían aquellos aquellos pioneros del arroz en Andalucía si vieran el estado actual del sector?

—S. C.: ¡Se dormirían otra vez! [risas]

—A. Ll.: Pienso que se sentirían orgullosos de ver que aquello que iniciaron, en una situación tan dura, un cambio en una zona que no era un desierto, que era un terreno ganado al mar, y estaba abandonado... Al fin y al cabo son los herederos los que han ido siguiendo lo que nuestros padres y abuelos empezaron. Y se ha hecho una cosa muy buena, grande, en un terreno que solo vale para eso. No es que se pueda decir, «si no siembro arroz, siembro maíz, o árboles». O siembras arroz, o se queda como marisma.

—Sabemos por los datos que el arroz cultivado en la provincia de Sevilla supone el 40% de la producción de España, llegando a cosechar hasta 310.000 toneladas. Pero ¿qué significa hoy el cultivo del arroz para la provincia de Sevilla, desde el punto de vista económico, pero también cultural y como modo de vida?

—A. Ll.: El arroz que se produce en Sevilla, para los arroceros es muy importante. Para Sevilla, directa o indirectamente, la economía lo nota. Hay mucho alrededor, no es solo el grano de arroz, es la maquinaria, los productos... Hay un círculo muy grande que vive directamente del arroz. Ser ahora mismo la zona arrocera más grande de España, no solo en superficie, sino también en producción y en calidad... Además, lo hemos modernizado hasta el punto de que estamos llegando directamente al consumidor. Sevilla debe conocernos y saber que la industria más importante del arroz está aquí, primero con Herba y en segundo lugar con Arrozúa.

—¿Cuál es la principal amenaza para este cultivo y la industria agroalimentaria asociada al arroz?

—S. C.: Pues aparte de la sequía, tenemos muchos problemas con los tratamientos. Hay una gran cantidad de mermas en la cosecha, con las manchas de la pudenta, y no podemos hacer nada. Nos dicen que tenemos que competir en calidad, y no nos dejan tener calidad.

—A. Ll: Es que nosotros estamos haciendo ahora un arroz prácticamente ecológico. Aunque la gente no lo sabe, no se puede tratar nada con ningún tipo de producto que no esté autorizado, y aun estando autorizado, con el consentimiento de Medio Ambiente o el Ministerio de Agricultura. No puedo llegar a una parcela y decir, «voy a tratar porque tengo este tipo de bicho o de plaga», todo tiene que ir supervisado, y no puedes usar ni un solo producto que no esté legalizado para el arroz.

—¿Y cuál es el papel que cooperativas como Arrozúa pueden jugar en este nuevo contexto?

—A. Ll: El papel de la cooperativa, para mí ha sido fundamental. Si no la hubiéramos constituido en su día, el arroz habría tenido una vida más complicada. Si no tienes medios, con las producciones que hay, las cosechadoras que hay, si no tienes dónde recoger ese arroz, secarlo, almacenarlo y transformarlo, estar en manos de... ¡no sé ni de quién! ¿Le pasaríamos todo el problema a arrocería Herba? ¿Podría hacerlo, o no? Las cooperativas han agrupado a todos los socios, les han dado todo tipo de servicios, y por lo menos el agricultor, desde su siembra hasta la recolección, está totalmente tranquilo.

—S. C.: Recoger en mes y medio el arroz sin saber dónde meterlo, sería complicado.

—A. Ll.: Yo creo que no se podría hacer, mejor no averiguarlo, sigamos así.

—¿Hasta qué punto depende el arroz de las ayudas agrícolas, principalmente de la Unión Europea?

—S. C.: Gracias a las ayudas podemos seguir adelante. Lo que pasa es que la ayuda está en un pago compensatorio porque nos bajaron el precio un 50 por ciento. Y con todo,

los productos van por arriba, los jornales por arriba, y la subvención es cada año menos. No es ningún chollo. Un arroz que valía 50 pesetas te lo bajan a 25, pues necesitas ayuda para vivir.

—A. Ll.: Es una ayuda que se le ha dado a la producción, lo que pasa es que esto viene ligado al cambio que ha habido en el tema de las importaciones. Había unos aranceles que había que pagar para poder traer arroz aquí, luego se han ido haciendo acuerdos con países que a cambio de las armas y todo eso se han ido quitando los aranceles, y ahora se trae arroz a precios demasiado baratos de sitios que... dejémoslo ahí. Es muy complicado competir con eso. Si tienes que llegar a ese precio, estás expuesto a que te traigan arroces de fuera. Y eso no deberían permitirlo. Ese es el apoyo que entendemos que no tenemos, quizá porque a nivel mundial no tenemos esa importancia.

—S. C.: Nada, no somos nada.

—¿Qué pedirían a las autoridades de la UE?

—A. Ll.: Tampoco es que queramos que se cierren puertas o fronteras, pero sí que se tenga en cuenta que nos están obligando a hacer un cultivo que nos cuesta mucho, y se trae arroz de sitios donde cuesta muy poco, y la procedencia deja mucho que desear. Por lo menos, que se sepa. Si tiene que venir un arroz del país que sea, que obliguen a decir en el paquete de dónde viene. No puede venir un arroz, y porque se envase aquí, se diga que es sevillano. El arroz sevillano se produce en Sevilla, que lo diga el paquete, o que diga que es español, por lo menos.

—S. C.: El arroz de Sevilla va a Valencia, y dicen que es de Valencia.

—Cada vez vemos más preparados de arroz en el mercado, congelados, conservas, platos preparados? ¿es éste el futuro? ¿Cómo se están posicionando los arroceros ante este nuevo panorama?

—S. C.: En el tema ese estamos verdes, todavía... Es asunto de multinacionales.

—A. Ll.: Como cooperativa que hemos intentado agrupar a los socios, ese otro paso es muy complicado. Ahí está la industria que se está dedicando a toda esa innovación, no es fácil meterse ahí. Para eso debería haber más diferencias en el precio.

—Por otro lado, hace ocho años, Arrozúa se embarcó en un proyecto ambicioso: quería procesar el arroz en todas sus etapas, incluso la del envasado para darle un valor añadido. Empezaron con la idea «de hacer un 10 por ciento de la producción», pero la realidad es que ahora envasan un 90 por ciento. ¿Cómo está funcionando esta apuesta?

—A. Ll.: La apuesta nos ha salido fenomenal, ha sido una apuesta al 15. Creíamos cuando empezamos que no íbamos a llegar en tan corto plazo, lo que sí teníamos muy claro era cómo queríamos llegar: dando la máxima calidad, el máximo servicio, el máximo compromiso. Lo empezamos desde el principio, lo hemos mantenido y mejorado, y ponemos todos los medios para que se cumpla, al cien por cien. Y cada día va subiendo.

—S. C.: En ocho años o diez, somos un referente en España.

—Las marismas son un ecosistema peculiar. ¿De qué manera creen que el cultivo del arroz es un ejemplo de sosteniblidad en estos tiempos?

—S. C.: Si no hubiera arroz, no habría parque. Gracias al arroz viven muchos pajaritos de todas clases, y mucha gente va a fotografiarlos.

—A. Ll.: Toda la zona arrocera tiene un compromiso con Medio Ambiente. Si vas por la zona arrocera, está todo lleno de agua para que los pájaros se puedan mantener hasta mediados de enero. Ahora vienen los jabalíes también, desde los últimos años. Y este año no creo que haya caído una gota de agua.

—El dragado del río Guadalquivir parece haberse quedado ahora mismo fuera de debate. ¿Están tranquilos?

—S. C.: ¡Mientras siga así, sí!

—A. Ll.: Si quieren buscar la solución para la zona arrocera, que también estaba planteada, que lo hagan. Pero si van a hacer el dragado para destrozar la zona, no tiene sentido. y el daño que podrían hacer, es muy grande. Lo que ocurre es que posiblemente el daño no venga cuando los que lo han provocado no estén.

—S. C.: Si dragaran, consumiríamos mucha más agua para tirarla al mar. Aquí el problema es que tenemos que luchar con el tapón salino.

—A. Ll.: Tendríamos solo una ventaja, que veríamos los delfines desde la Torre del Oro. Pero esperemos que lo dejen aparcadito y se dediquen a otras cosas de más urgencia y más importancia.

—Cuando un andaluz se pone delante un plato de arroz, ¿qué no ve, qué hay detrás?

—S. C.: Desde el mes de marzo que empezamos a trabajar, hasta que sale el arroz, son muchos meses de trabajo para llegar a la paella.

—A. Ll.: Intentamos publicitar que cuando se vea un plato de arroz, lo trasladen a Doñana y a la zona arrocera de Sevilla. En Valencia se sorprenden de que el arroz de Valencia viene de Sevilla, que es más del doble de grande. Y es casi ecológico.

—¿Nos han ganado los valencianos en márketing, solo?

—A. Ll.: Han tenido la convicción política toda la vida. Allí no se ha duchado una persona, pero el arroz se ha sembrado. No se han regado los naranjos, pero el arroz se ha sembrado. Aquí sería muy difícil.

—¿Un recuerdo personal de su vida, asociado al arroz?

—S. C.: Yo me tuve que ir para el campo con 14 años, he vivido lo malo y lo bueno. Muchas cosas. Y tengo la suerte de que mi hijo ha seguido mis pasos.

—A. Ll.: Mis abuelos, cuando vinieron, todos juntos viviendo en una choza. Eso no se me olvida, pasé con ellos unos años de mucha necesidad, pero ¡tan bien!