El bloqueo al gobierno y el pulso de la oposición a Díaz entran en campaña

La socialista se somete hoy a la nueva votación de investidura sin visos de salir elegida

07 may 2015 / 21:53 h - Actualizado: 08 may 2015 / 08:51 h.
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  • Susana Díaz ayer en el mitín de arranque de campaña en Sevilla. / EFE
    Susana Díaz ayer en el mitín de arranque de campaña en Sevilla. / EFE

Hasta este viernes, la presidenta de la Junta en funciones, Susana Díaz, estaba dentro del plazo establecido para ser reelegida y formar gobierno. Las dificultades en la negociación con los demás partidos para amarrar la investidura de Díaz en el plazo previsto, las duras condiciones impuestas por Podemos y Ciudadanos (C’s), el no inamovible de PP e IU, e incluso la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo parecían jugar en contra de la única candidata que ha llevado al Parlamento un programa de gobierno. Pero en todo momento el PSOE esgrimió un optimismo templado, dando por hecho que Díaz sería investida presidenta en el plazo previsto, es decir: hoy en segunda ronda, gracias a la abstención de Podemos y C’s.

Esa estrategia del optimismo a ratos ha desconcertado a sus rivales y a ratos los ha crispado. Si todos aseguraban que ninguno facilitaría el nombramiento de Díaz, si las sucesivas reuniones con el PSOE terminaban sin acuerdo, si el tiempo se echaba encima sin que a los socialistas se les torciera el gesto ni se les pusiera cara de preocupación, ¿es que el pacto ya estaba cerrado? ¿Quién cambiaría la intención de su voto en el último momento? ¿Podemos y C’s, los dos con los que el PSOE ha negociado a puerta cerrada desde hace un mes?

El partido morado ha clavado los pies en dos condiciones difíciles de digerir para el PSOE: la ruptura de la Junta con los bancos que permiten desahucios y el cese de los altos cargos de la administración nombrados a dedo. No son condiciones negociables, es un ultimátum para cruzar el filtro de la investidura. En cuanto a C’s, era el partido más inclinado a abstenerse en segunda vuelta. Condicionó su apoyo a la firma de un pacto anticorrupción que incluía la exclusión de políticos imputados de todos los cargos públicos. Pero en el último momento, el dirigente nacional, Albert Rivera, exigió una fecha oficial para que el expresidente andaluz Manuel Chaves dejara su escaño. No le bastaba con su renuncia al finalizar esta legislatura. El acuerdo se frustró, las posturas se enconaron, y el PSOE replegó velas, abandonó el diálogo con las dos fuerzas emergentes, dio prácticamente por perdida una negociación que ha durado tres semanas, y volvió a la casilla de salida para empezar desde cero un diálogo con el PP, su principal rival, el partido al que juró no acercarse.

Los socialistas no han logrado amarrar un acuerdo con Podemos, que imponía dos condiciones, ni con C’s, que exigía diez medidas, y ahora, en el tiempo de descuento, lo va a intentar con el PP, que ha puesto sobre la mesa 146 propuestas políticas de gran calado. «No hay tiempo material de ningún tipo de negociación de hoy a mañana», aclaró ayer el líder del PP-A, Juan Manuel Moreno, confirmando que su partido volverá a votar en contra.

Ahora sí, el gesto de Susana Díaz se ha torcido, y en las filas del PSOE hay caras de preocupación. Si todos los partidos de la oposición mantienen el no en la votación de hoy, los plazos previstos por la socialista se habrán roto y los peores augurios se habrán cumplido: el bloqueo institucional y la paralización del gobierno andaluz entra en campaña electoral, y será utilizado por todos los partidos como arma arrojadiza. Díaz acusa al resto de impedir la gobernabilidad por motivos partidistas, esperando al resultado del 24M, para calibrar milimétricamente el interés de pactar con unos o con otros. La opción de dejar el poder de San Telmo a Díaz dependerá ya de las opciones de los otros (y del propio PSOE) de gobernar en los principales ayuntamientos, no sólo de Andalucía, sino del resto del país, así como en todas las comunidades donde se convocan elecciones. Esto abrirá la puerta a un escenario de negociación más complejo, donde se mezclan intereses nacionales y se corre el riesgo de jugar al intercambio de sillas: el gobierno de Madrid a cambio del gobierno de Andalucía; que gobierne la lista más votada en Andalucía siempre que gobierne la lista más votada en las capitales andaluzas (estrategia anticipada por el PP, que teme perder la mayoría absoluta en las ciudades, pero espera seguir siendo la fuerza más votada en la mayoría).

La sensación de inestabilidad que ha provocado el resultado de las andaluzas, acrecentado por la estrategia de bloqueo de la oposición, también suponen un desgaste a la figura política de Díaz. La socialista arriesgó mucho al adelantar los comicios, argumentando que Andalucía ganaría tiempo y empezaría a gobernar sobre el nuevo tablero político mientras el resto de España seguía sumida en la incertidumbre de las encuestas. Pero Andalucía está en punto muerto. Hay alcaldes del PP que presionan a la dirección de su partido para que desatasque este embrollo, y hay otros que arengan para que se mantengan firmes, y obliguen a Díaz a disolver el Parlamento y convocar otras elecciones.