El insostenible turismo de la naturaleza

Los últimos datos apuntan que este segmento turístico camina más bien en la dirección contraria. El ecoturismo no debe ser una mala copia del turismo desarrollista

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
19 mar 2017 / 09:24 h - Actualizado: 19 mar 2017 / 09:24 h.
"Medio ambiente","Ecoperiodismo"
  • Un grupo de cigüeñas atraviesa uno de los humedales característicos del Coto de Doñana. / Europa Press
    Un grupo de cigüeñas atraviesa uno de los humedales característicos del Coto de Doñana. / Europa Press

El turismo de naturaleza no es intrínsecamente sostenible. De hecho, los últimos datos apuntan que este segmento turístico, uno de los que más crece en número de pernoctaciones, camina en la dirección contraria. La puesta en valor del patrimonio natural, cultural y patrimonial, el equilibrio social y el respeto a la identidad cultural, el desarrollo de la economía local y la soberanía alimentaria son algunos de los pilares en los que debe basarse el turismo sostenible, según los expertos, para que el ecoturismo no acabe siendo una mala copia del turismo desarrollista donde lo que prima es la masificación y el bajo coste.

En 1950 el turismo español registraba 20 millones de desplazamientos; en 2010 ya eran más de 1.000 millones y la previsión para 2030 es que superen los 1.800 millones de desplazamientos. Actualmente, el 40 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero están producidos por el transporte aéreo, de manera que el turismo tiene una gran parte de responsabilidad en el cambio climático. Pero lo más paradójico es que el segmento turístico que más crece en los últimos años es el de viajeros, que según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) se espera que ocupe más del 30 por ciento del turismo global.

Sin embargo, para los expertos, la masificación de los destinos turísticos de naturaleza está llevando a que se pierda la verdadera esencia que busca el viajero. «En los últimos 5 ó 6 años se están batiendo continuamente récords de número de turistas en España y también de ingresos en turismo, pero se trata de un modelo insostenible», explica Javier Tejera (@j_tejera ) de www.ecotumismo.org, uno de los portales nacionales de referencia del sector del turismo sostenible. Para este experto, que lideró el encuentro de blogueros llevado a cabo en BioCultura Sevilla la pasada semana, la clave está en ver que detrás de esas grandes cifras en aumento la realidad es que el ingreso del turista medio (lo que gasta cada turista) está disminuyendo exponencialmente. «Para mantener las cifras de negocio del turismo es necesario que cada vez vengan más turistas y eso genera gravísimos impactos». Si a ello se suma otro dato revelador: el Gobierno central lleva reduciendo paulatinamente la inversión en el sector del turismo desde hace cinco años, habremos completado los ingredientes de un modelo turístico abocado al desastre.

No son sólo cifras y análisis de tendencias. Son realidades. Y en ocasiones el turismo insostenible arrasa hasta con las culturas autóctonas. Urak Lawoi, un atolón del Mar de Adamán, en Indonesia, era hace 35 años un destino turístico de naturaleza paradisíaco, recibía entonces 2.000 turistas al año. Actualmente recibe más de 1.000 turistas al día. Para acoplar en esta pequeña isla a esa masa de viajeros los resorts se han multiplicado por 20 y hay más de medio millón de bungalows en una isla que apenas tiene cuatro kilómetros cuadrados. La consecuencia más grave es que se ha condenado a la población local a malvivir, pudiendo trabajar en los pocos puestos de trabajo a los que pueden aspirar –en su mayoría de limpieza en estos grandes complejos hoteleros–. En Urak Lawoi el turismo de naturaleza arrasó con sus gentes y desvirtuó el destino turístico, «es un ejemplo de que en turismo no todo se mide por crecer», apunta Javier Tejera.

Lo cierto es que en los actuales modelos turísticos existen pocos procesos participativos. Si los indígenas de Urak Lawoi hubiesen podido tener parte en la construcción del modelo turístico de su territorio probablemente no se habrían visto desplazados a ser los parias de su paraíso. Al otro lado de cómo se deben hacer las cosas los expertos en turismo sostenible ponen como ejemplo a Costa Rica, el paradigma del ecoturismo, aunque también tiene que lidiar contra la masificación para no perder su esencia.

El turismo sostenible tiene también que apoyarse en el equilibrio social y el respeto de la identidad cultural. La ciudad de Barcelona es el ejemplo más llamativo del turismo insostenible en este sentido: con 8,5 millones de turistas al año (hace una década apenas tenía 1,5 millones), ha producido un movimiento ciudadano contrario al modelo turístico. No en vano, una de sus señas de identidad, la Rambla, está literalmente tomada por el turismo: 8 de cada 10 personas que pasean por esta tradicional avenida son turistas que, además, sólo pueden ver una ciudad de escaparate, pensada y diseñada para el visitante; más parecido a un parque temático que a una experiencia real.

El desarrollo de la economía local es también fundamental para que el destino no acabe siendo fagocitado por las agencias de turismo. Un ejemplo de los efectos del turismo insostenible en este sentido puede ser la ciudad colombiana de Salento, en el eje cafetero. Esta pintoresca ciudad centroamericana de apenas 7.200 habitantes –la misma población de un pequeño pueblo de la segunda corona metropolitana del Aljarafe, como Bollullos de la Mitación–, sufrió un crecimiento turístico que la llevó a tener más de 130 hostales que superan las 2.000 camas diarias, lo que produjo en su momento un boom de la especulación urbanística que hizo que muchos salentinos vendieran sus casas y abandonasen su ciudad. Como consecuencia, de los más de 200 puestos de artesanía que tiene en la actualidad Salento sólo uno es local.

Tal vez el último aspecto menos conocido del turismo sostenible, pero igual de esencial, es la soberanía alimentaria. En este sentido, el ejemplo más viable de los modelos insostenibles del turismo lo representa Canarias, donde el monocultivo económico del turismo ha llevado a que el sector servicios ocupe un 80 por ciento del empleo y el sector primario haya pasado en 50 años de ser un 54 por ciento de la economía a un 6 por ciento. La consecuencia es que las islas tienen la tasa de dependencia alimentaria más alta del mundo, lo que se traduce en que si por ejemplo Tenerife se quedase sin comunicaciones sólo tendría reservas para subsistir durante una semana.

Las desigualdades económicas también subyacen en estos modelos insostenibles, como explican expertos de Ceres Ecotur, una iniciativa pionera de la Fundación Ecoagroturismo, entidad española representante de Eceat International (European Centre for Ecological and Agricultural Tourism). Esta organización pone el acento en recuperar la esencia del turismo rural y de naturaleza: «El proyecto surgió para unificar una red de alojamientos, empresas de actividades e iniciativas gastronómicas, para el fomento de un turismo ecológico o ecoturismo en el medio rural en España», explican sus responsables y apuntan que «se trata de una iniciativa dirigida a la preservación, a la conservación y a la difusión del patrimonio rural, etnográfico y del entorno medioambiental que lo rodea y le concede su razón de existir».

En España y Andalucía, la eclosión del turismo rural y de naturaleza ha hecho que en muchos casos se pierda de vista que el ecoturista busca esa esencia del lugar, algo que está directamente reñido con la masificación y con modelos turísticos insostenibles. «El turismo insostenible no sólo altera un lugar al convertirlo en producto, sino nuestra capacidad para apreciar la realidad tal cual es y como patrimonio», explican desde Ceres Ecotur; pero «también altera nuestra forma de viajar, al convertirnos en consumidores, reduciendo el mundo a un paquete de destinos y servicios, y sus distancias y ecosistemas a un simple escollo».

Esta organización, que además de crear ecoredes de alojamientos sostenibles, actividades en la naturaleza, agricultura familiar y eco gastronomía, hace la certificación ecológica de los destinos, incide en que «viajar debería ser una vía de experiencia y conocimiento, pero ha entrado en una dinámica cuya máxima parece ser –como la cultura del entretenimiento–, alejarnos de la realidad, conducirnos a lugares de diseño o ensueño que no existen».

El turismo sostenible, dicen estos enamorados de los caminos, «fomenta un turismo integral, moral y real (que nos acerca a la realidad)». Para ello apuestan por una fusión de extremos: «Lo local con lo real, contribuyendo al medioambiente global desde la acción local»; pero también el pasado con el futuro, «apoyándose en la tradición y en parte de sus valores para actualizarlos, modernizarlos y edificar con ellos el progreso: energías renovables, eficiencia energética...». Fusionando también dos conceptos que parecen irreconciliables: negocio y altruismo, ya que explican que se puede «lograr la rentabilidad teniendo por límite el respeto medioambiental y social». Pero evidentemente el mayor reto es «conjugar la conservación de las culturas locales con su aperturismo a una cultura universal –no global–, de mentalidad progresista, basada en valores universales, adaptando sus costumbres, creencias o religiones a la ética y la ciencia actual, sin dejar que por ello la técnica arrase su forma de vida». ~