El lobo en la memoria

De noche el lobo es el amo, pero no ataca al hombre. Los verdaderos rivales del lobo eran los mastines

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
01 dic 2019 / 06:00 h - Actualizado: 01 dic 2019 / 06:00 h.
"Ecoperiodismo"
  • Felix Rodriguez de la Fuente. / EFE archivo
    Felix Rodriguez de la Fuente. / EFE archivo

En la década de 1960 cuando el gran divulgador de la naturaleza Félix Rodríguez de la Fuente, mostró la realidad del lobo ibérico, una especie esencial para el monte mediterráneo, apenas quedaba medio millar de ejemplares en toda la península ibérica. En Andalucía el último censo oficial realizado en 2012 estima la población de lobo en apenas medio centenar. El lobo parece que está abocado a convertirse en una leyenda más del campo andaluz si nada lo remedia.

Todas las culturas han desarrollado un terror ancestral al lobo. En Francia, en el Gevaudan, las matanzas del ganado y de niños en el monte se le atribuyeron a ‘la bestia’. En España, Manuel Blanco Romasanta fue conocido como el hombre lobo de Allariz. El terror al lobo es una constante que ha alimentado supersticiones y mitos en el mundo rural.

El lobo siempre ha despertado un miedo atávico en el hombre. En parte se debe a su forma de cazar. Aunque se piense lo contrario, el lobo ibérico no mata por placer; es un comportamiento heredado de su pariente más cercano, el lobo boreal, que tiene que matar a cuantos más ejemplares puede para almacenarlos para la época de hambruna. El lobo ibérico caza exactamente igual, por eso puede arrasar con todo un rebaño aunque sólo se coma una oveja. Sin embargo, en Andalucía hace décadas que no se registran ataques de lobos a rebaños.

Hasta el siglo XIX el lobo era el rey de la noche. Las manadas de lobos ibéricos formaban parte del paisaje del monte mediterráneo y en las sierras. Eran los grandes depredadores. Pero la disminución de la cabaña ganadera y el descenso de los herbívoros salvajes jugaron en contra de su supervivencia. Además, la persecución de la que fue objeto por parte del hombre acabó por dejarlos reducidos a las pequeñas poblaciones que se han mantenido a duras penas en en la Sierra de Andujar y Sierra Morena, principalmente. En otros lugares, como el Manchón de los lobos, en la Sierra Norte de Sevilla, ya sólo forman parte de la memoria de los mayores. El último censo oficial de la Junta de Andalucía sobre la población de lobo ibérico en la comunidad autónoma daba la penosa cifra de 52 ejemplares en la mejor de las esptimaciones. Colectivos ecologistas aseguran que esa cifra se ha ido diezmando en estos años, por lo que la presencia del lobo ibérico podría ser mínima. Los datos no oficiales apunta que quedan sólo 15 lobos aislados en Sierra Morena... son el último reducto de una especie milenaria arrasada por la mano del hombre.

Un libro editado hace años por la Fundación Gypaetus, que recientemente anunció el cierre ante la asfixia económica a la que se enfrenta al quedarse sin presupuesto de la Junta de Andalucía para el año próximo, cuenta la historia del lobo ibérico en Andalucía y sus complicadas relaciones con el hombre. Ese libro desmitifican algunos aspectos del lobo, como los ataques al hombre. En la mayoría de las ocasiones los lobos se convirtieron en las excusas perfectas para encubrir asesinatos y crímenes que se producían en el medio rural. De hecho, el lobo siempre ha huido cada vez que veía cerca al hombre. Cuentan que de niño, el propio Félix Rodríguez de la Fuente, acompañando a su padre a una montería se encontró cara a cara con un lobo. No sólo no le atacó sino que desde ese día el gran divulgador padre de programas emblemáticos como ‘El Hombre y la Tierra’ desarrollo un gran vínculo y respeto por el lobo.

De noche el lobo es el amo, pero no ataca al hombre. Los verdaderos rivales del lobo eran los mastines, los perros usados para defender al ganado. Con ellos el lobo no sólo se envalentonaba, sino que, como dicen los ganaderos, se ‘pican’ a atacar a estos perros. Para evitarlo, desde antiguo se ponía a los mastines unos collares con pinchos, para evitar la mordida letal del lobo: las carlancas.

Pero aunque el lobo ya no esté en muchos lugares que llevan aún su nombre, si perduran muchas leyendas alimentadas desde las historias locales. Como la del Gavirón, un hombre que dicen vivió cerca de Real de la Jara, en la Sierra Norte, que cuentan los mayores del lugar que les aullaba a los lobos para atraerlos y matarlos.

El folclore popular también ha dejado imperdurable la huella del lobo a través de supersticiones que llegaron a tener una gran aceptación en el mundo rural. Incluso se le atribuyeron enfermedades como la del ‘lobado’: un tumor que infectaba al ganado para la que se desarrolló incluso una reglamentación en la Edad Media para evitar su contagio. Cuando el rebaño tenía esa ‘enfermedad’ se llamaba a un ‘saludador’: una persona que pasaba todo un día con el rebaño para -presuntamente- curar a las ovejas del ‘lobado’.

El mito del lobo también alimentó otras supersticiones: Muchas partes del lobo se utilizaron para ‘medicina tradicional’, los remedios caseros sin base científica alguna: Los dientes del lobo se colgaban a los niños pequeños para superar los dolores de los cambios de los dientes de leche. El sebo se utilizaba para jabón, como preparado contra el reuma o la tos. Hubo toda una serie de remedios populares que descansaban en el lobo ibérico.

Topónimos como la Sierra de Cansalobos, en Encinasola; la Cañada del Lobero, en Linares; el Arroyo de los Lobos en Alanís; la Loma del Lobo, en Jerez y hasta poblaciones que adoptaron el nombre del lobo como Lopera, en Jaén; Lucena, en Córdoba y hasta Benalup, que significa ‘hijo del lobo’, en Cadiz; demuestran que el lobo no sólo ha sido uno de los grandes depredadores andaluces, sino también parte de la historia de Andalucía.