«Hay miles de kilómetros del cauce del Guadalquivir sin vida acuática»

Carlos Fernández Delgado es uno de los principales científicos expertos en peces de Andalucía. Su grupo de investigación Aphanius, dependiente de la Universidad de Córdoba, es el encargado de diferentes planes de recuperación de especies emblemáticas como la anguila en el Guadalquivir, y del descubrimiento de especies como el salinete

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
16 jul 2016 / 22:50 h - Actualizado: 16 jul 2016 / 22:52 h.
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  • El científico Carlos Delgado, desarrollando sus labores de investigación. / R.G.
    El científico Carlos Delgado, desarrollando sus labores de investigación. / R.G.

¿Cuáles son las principales amenazas que tienen los peces en Andalucía?

—La calidad del agua, la destrucción del hábitat, las especies invasoras y la fragmentación del continuo fluvial.

—Respecto a las especies invasoras, sus estudios apuntan que hay más peces alóctonos que autóctonos. ¿Qué consecuencias tiene esta situación?

—Al menos en la cuenca del Guadalquivir ya hay más especies invasoras que autóctonas, en efecto. Las consecuencias es la progresiva colonización de nuestros ríos y humedales por una fauna cosmopolita, nada interesante, sin interés zoogeográfico alguno. La pérdida de especies únicas, que no existen en ningún otra parte del planeta.

—¿Es una situación reversible?

—Por desgracia, no es reversible, más que en situaciones muy concretas donde se pueda llevar a cabo un plan de erradicación, pero en la mayoría de las situaciones, el problema es irreversible.

—Vivimos la paradoja de que hay siluros en presas andaluzas y sin embargo han desaparecido especies emblemáticas como el esturión del Guadalquivir.

—Ambos casos se deben a actuaciones exclusivamente humanas. La presencia del siluro en el pantano de Iznájar se debe a la suelta deliberada de esta especie con fines exclusivamente comerciales, sin importar el daño que su presencia causa sobre el medio. La pérdida del esturión se debió fundamentalmente a la construcción de la presa de Alcalá del Río y a la sobreexplotación a la que se le sometió a la especie por la familia Ybarra que construyó una fábrica de caviar en Coria explotando irracionalmente a la población de esturiones del Guadalquivir hasta la extenuación.

—Respecto al esturión del Guadalquivir, no quedaba claro hace años qué especie fue la que habitó las aguas del Guadalquivir.

—Hasta que la ciencia no diga lo contrario, la única especie que ha habitado las aguas del Guadalquivir es el esturión del Atlántico de nombre científico Acipenser sturio. Ha habido intentos de incluir otra especie en estas aguas, con fines exclusivamente comerciales. Afortunadamente los científicos rechazaron esta idea y la Junta de Andalucía, con muy buen criterio, desechó el proyecto de reintroducción de esta otra especie.

—El Guadalquivir es uno de los ríos españoles más modificados por el ser humano, con decena de presas y modificaciones. ¿Por qué sucede esto?

—La causa principal es probable que se encuentre en una política poco estructurada, con escasa base científica que sólo ha querido contentar al usuario aún a riesgo del colapso del ecosistema.

—¿Cómo afecta ello a la biodiversidad?

—Si tomamos los peces como organismos indicadores del estado de conservación de la cuenca del Guadalquivir el resultado es desalentador. Hay varios miles de kilómetros de cauce fluvial tan contaminado que han perdido todo vestigio de vida. Los tributarios de la margen izquierda del Guadalquivir se encuentran al borde del colapso. La situación es algo mejor en la margen derecha, donde existen aún algunos tramos bastante bien conservados. Esto se debe a que estos tributarios discurren por Sierra Morena con un nivel de industrialización más bajo que los de la margen izquierda. Sin embargo las grandes presas provocan un aislamiento de la poblaciones difícil de solucionar.

—Tal vez la más emblemática que usted apunta sea la presa hidroeléctrica de Alcalá del Río, que es una barrera insalvable para las especies que habitan en el río. ¿Habría que demolerla?

—Hay soluciones más simples que la demolición, sólo con elevar las compuertas se restablecería el continuo fluvial en el Bajo Guadalquivir. Esta apertura junto con la de Cantillana supondría generaría un enorme beneficio al Bajo Guadalquivir, restableciéndose la conexión del río con el mar. Sin embargo esto debería ir acompañado de un programa de gestión del agua de la cuenca, que simulase el ciclo natural del río con sus crecidas (controladas) y sus estiajes. Esto beneficiaría sin lugar a dudas al estuario del Guadalquivir tan presionado en la actualidad. Estas actuaciones deberían ir complementadas con otras medidas tales como las encaminadas a restaurar el continuo fluvial con escalas para peces y la calidad del agua.

—Recientemente ha realizado un estudio de la biodiversidad de peces en Doñana. ¿Cuáles son las principales conclusiones?

—El Parque Nacional de Doñana está dominado por especies invasoras, apenas quedan ya especies autóctonas. En este espacio natural aparecen los mismos problemas que se dan a nivel general. Falta de conectividad del espacio natural con las aguas de su entorno, fundamentalmente con las del estuario del Guadalquivir y la presencia de especies invasoras. Una mayor naturalidad del sistema favorecería la recolonización de las especies autóctonas.

—¿Cómo puede afectar el dragado del Guadalquivir que quiere hacer el Puerto de Sevilla a la biodiversidad que hay debajo del agua?

—Según los estudios realizados, el estuario del Guadalquivir se encuentra al borde del colapso, por lo tanto cualquier actividad humana puede provocar una reacción en cadena que lo lleve finalmente a esa situación. El dragado, una obra faraónica, extraordinariamente costosa para la escasez del rendimiento económico que conlleva, puede suponer la puntilla para el ecosistema estuario.

—No se trata solo de proteger la naturaleza ... También hablamos de proteger un sector pesquero pujante.

—Así es. No hay que olvidar que en los últimos 40 kilómetros de río se crían gran parte de las especies comerciales que después se explotan comercialmente en el Golfo de Cádiz. Los juveniles de especies tan emblemáticas como los boquerones, sardinas, lubinas, bailas, lenguados, acedías o langostinos, entre otras, pasan cinco o seis meses en las aguas del Bajo Guadalquivir hasta alcanzar una talla y retornar al mar donde son pescados por la flota de bajura. El colapso del estuario podría generar una afección aún por calcular sobre la industria pesquera bastante considerable.