«Mi abuelo era un simple edil y dijeron que empuñó un fusil contra los nacionales»

18 dic 2016 / 08:30 h - Actualizado: 18 dic 2016 / 08:30 h.
  • Francisco Rodríguez Nogal, nieto de un edil de Carmona fusilado, declaró ante la jueza argentina María Servini, que instruye la única causa abierta.
    Francisco Rodríguez Nogal, nieto de un edil de Carmona fusilado, declaró ante la jueza argentina María Servini, que instruye la única causa abierta.

Francisco Rodríguez, hoy nonagenario, es uno de los testimonios que escuchó la jueza argentina María Servini en su visita a España hace dos años para recabar información de la causa abierta en Buenos Aires por la querella presentada contra los crímenes franquistas. Su familia sufrió especialmente la represión, aunque a Francisco no le gusta el término porque «no fueron represaliados ya que ellos no habían hecho nada». Ellos son su abuelo, un tío y dos primos suyos que fueron fusilados en paredones como el muro de la antigua iglesia de Carmona (Sevilla) tan próximo a su casa que su madre le ponía algodones en los oídos para que no oyera los gritos de los asesinados.

Francisco tenía 10 años cuando, al volver de «las colonias» de verano en la playa, se enteró de que su abuelo había sido apresado porque «era un simple concejal» del Ayuntamiento de Carmona con el Gobierno republicano. «Tenía predilección por mí porque era su único nieto varón y pidió verme. Mi abuela me llevó a una visita en la cárcel que recuerdo perfectamente, es imborrable. Veía a todos los que estaban allí y conocía a muchísimos». Su abuelo fue fusilado junto a otros dos concejales. Apresaron a todos «menos al alcalde porque le pilló haciendo unas gestiones en Madrid, pero a algunos les respetaron la vida y yo tengo la sospecha que pagaron dinero para la causa del Régimen».

Francisco no sólo conocía a muchos de los fusilados sino también a los autores de «la barbarie» gracias a que años después, cuando escribió el libro Caínes del amanecer, «uno de los que iban en el furgón que los llevaba a fusilar en Mairena, se escapó y me contó muchas cosas cuando supo quién era». La jueza Servini le preguntó sus nombres. Fue la única pregunta que se negó a contestar porque «han muerto ya todos y no se puede hacer justicia, sólo iba a causar daño a sus familiares que no tienen culpa ninguna y muchos son amigos míos del colegio».

Años después del fusilamiento de su abuelo, Francisco entró a trabajar en el Registro Civil y tuvo que ver «las falsedad que ponían en los expedientes que llegaban para justificar lo que hacían. A mi abuelo en el expediente le reprochaban que cuando las Fuerzas Nacionales entraron en Carmona estaba empuñando un fusil defendiendo a la República», relata.