«Moreno Bonilla ha tenido en la Junta más gestos hacia el andalucismo histórico que el PSOE»
Entrevista a Manuel Ruiz Romero, historiador, analista en andalucismo y prensa en la transición
Rosa Cárcela
El doctor en Historia y maestro Manuel Ruiz Romero es un veterano analista sobre andalucismo histórico y político, municipalismo y prensa en la transición. Es también uno de los mejores conocedores de la vida y obras de Blas Infante, pero no pertenece a la fundación que lleva su nombre. Aunque nacido en Sevilla, trabaja desde hace 25 años en el Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. Es autor de numerosos libros y trabajos académicos y miembro del Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación de la Universidad de Sevilla. Le gusta decir que es discípulo de Enrique Iniesta, ya que fue su profesor y amigo, además de párroco y catequista en un barrio obrero sevillano. Ruiz Romero se caracteriza además por su compromiso en movimientos sociales y, como dice, “uno de los culpables de esta tercera ola de andalucismo, predicando contra viento y marea en tiempos de desierto andalucista”.
P- Es usted un gran experto de la investigación histórica andalucista. Con un currículum excepcional y una obra ingente. Tiene bien acreditada su capacidad investigadora y académica a lo largo de muchos años. Llama la atención que no esté ejerciendo de profesor universitario.
R- Estoy fuera de la universidad porque en la Hispalense me paralizaron la tesis en beneficio de otro favorito, hoy ya profesor en activo. Tuve que trasladar mi expediente a la Universidad Pablo de Olavide (UPO) con el catedrático Manuel González de Molina de director. Estudié Magisterio y soy doctor en Historia y DEA en Ciencias Políticas. Actualmente trabajo de archivero del Ayuntamiento de Jerez y desde hace años miembro de GREHCCO (Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación de la US).
P- ¿Cuáles son sus últimos libros y trabajos académicos publicados?
R- Mis últimos libros son El bulo sobre el Complot de Tablada. República, Blas Infante y Andalucía Libre, que fue Premio Memorial Blas Infante, 2017, y editado por Almuzara en 2018; y Del franquismo a la reforma. Miguel Primo de Rivera y Urquijo (Tierra de Nadie, 2019). Actualmente ultimo junto a mi sobrino Norberto la edición de un cuento inédito animalista y espiritual de Blas Infante con el zorro que adopta y al que llama Dimas. Además redacto una historia del andalucismo para todos los públicos por encargo de Almuzara.
Sin olvidar que estoy muy orgulloso del artículo de investigación “La prensa durante la Transición: entre el tardofranquismo y la democracia (1966-1982)”, publicado en La comunicación en Andalucía. Historia, estructura y nuevas tecnologías (Centro de Estudios Andaluces, 2011), obra que dirigió el catedrático de Periodismo Ramón Reig. También he analizado las revistas del andalucismo histórico, como son Andalucía libre como órgano del PSA y La Ilustración Regional.
P- ¿Qué es el andalucismo?
R- Me gusta siempre distinguir el andalucismo histórico del político, aunque entiendo que ya nuestra particular transición es parte de ese imaginario histórico por el que Andalucía fue dibujando su futuro. Ahora se llaman olas, generaciones, o relatos... los tiempos de Blas Infante, nuestra conquista del autogobierno y la puesta en valor que vivimos hoy de dicha reivindicación político no es casual: una ola es fruto de las anteriores. El mérito lo tuvo Blas Infante y su movimiento, atreviéndose a pedir autonomía en 1918. Y digo esto porque el propio concepto sobre el que me pregunta ha venido evolucionando en el último siglo. Le diré que aunque creo que existe un generalizado andalucismo genérico, intuitivo, festivo o patrimonial siempre neutro en lo ideológico; para los andalucistas de conciencia el andalucismo representa un concepto integral. No porque integre diferentes hilos representativos de aportaciones aparentemente dispares (violeta, verde, rojo...), sino porque como proyecto transformador de un territorio engloba visiones ecologistas, feministas, anticapitalistas, socialistas, pacifistas, animalistas... . Cualquiera que lea un poco con objetividad del andalucismo verá que, a lo largo de su historia, ha integrado diferentes ideologías bajo un solo movimiento.
P- ¿Los andaluces más que andalucistas son defensores de su tierra, aunque históricamente poco reivindicativos?
R- Estoy convencido de que la mayor parte de andaluces y andaluzas se sienten andalucistas de un modo genérico y neutro. Asumen nuestra identidad común con orgullo y no sienten que España es enemiga de Andalucía. Otra cosa sería el concepto de España que queremos o necesitamos. Llamémosle como le llamemos nos gusta nuestra tierra y ejercer de andaluces. Ahora bien, siendo conscientes de esta realidad diferencial desde un punto de vista identitario, no se traduce en una movilización reivindicativa, en una determinada respuesta electoral o en un sentimiento común de pueblo que se siente sujeto político. Y esto no es casual, a la desafección política y hacia los movimientos sociales, al individualismo imperante, a las exigencias de necesidades básicas en el ámbito doméstico, la alienación... Tenemos que sumar que el partido que ha gobernado la Junta ha puesto todo su empeño en reconvertir ese proto nacionalismo que significó la conciencia autonómica de los andaluces en un mero localismo, en el que por cierto, el ente de la RTVA mucho ha contribuido.
P- ¿Existe un relato mítico pro socialista en la conquista de la autonomía?
R- El relato generalizado construido por el PSOE desde la Junta durante 40 años se ha construido desde la desmemoria. En el intento por identificar Junta institución con partido socialista y, ésta su vez, con un protagonismo exclusivo de dicha organización en la conquista del autogobierno, se ha teñido nuestra transición de un discurso perverso que desde luego no se ajusta a la verdad. Hoy día si preguntamos a cualquier joven nos dirá que el 28F se vota y se consigue autonomía, cuando no es así, en la medida que hubo toda una batalla parlamentaria acompañada de movilizaciones populares hasta alcanzar el acuerdo político que dio lugar al desbloqueo en octubre de 1980. Aún mucha gente no sabe -o no recuerda- que UCD y PSOE pactaron las extremas exigencias de aquel referéndum en una ley expresa, a la que votaron en contra PCE y PSA por lo que iba a pasar. Todavía hoy se sigue dejando caer el falso discurso de la traición a Andalucía en el acuerdo PSA-UCD, durante la moción de confianza a Suárez, que toda la prensa andaluza celebró al día siguiente, a la vez que se esconden las malas artes del PSOE amenazando con paralizar el devenir autonómico o calumniando a sus protagonistas. Afortunadamente el Derecho Constitucional y la historiografía ponen las cosas en su sitio.
P- ¿Considera que hay un resurgir del andalucismo?
R- Sí, curiosamente el andalucismo ha pasado de estar denostado a estar disputado. Existe una emergencia del sentimiento identitario que aún se traduce en términos políticos muy testimonialmente. Casi el 50% de la población andaluza no vivió el 4D ni el 28F, sin embargo estamos bajo nuevos formatos culturales y socializadores ante un momento de reconocimiento de nuestra identidad que ha puesto en valor el relato de todo lo andaluz. Las redes sociales, la música, la defensa de nuestra lengua (EPA), una inédita estética de todo lo andaluz, la eclosión de los llamados nuevos derechos (Lgtbi, animalistas, cambio climático...), la emigración de una juventud ahora muy formada...son pautas que despuntan un relato revitalizador de nuestra cultura.
P- ¿Tendrá este despuntar traducción en términos políticos?
R- Ésa es la gran pregunta. Es cierto que en la transición andaluza, esa efervescencia cultural dio pie a las multitudinarias manifestaciones del 4D de 1977. Había un gran trabajo social previo que pasaba incluso por el intento de un ente mancomunal andaluz, promovido por las últimas diputaciones franquistas. Aquel primer Día de Andalucía no fue casualidad: fue fruto de todo un trabajo previo que se visualizó aquel día. Hoy, a diferencia de entonces, aceptado el marco constitucional/autonómico por la derecha y la izquierda, es más sensato hablar en plural: es decir, que existen andalucismos. Tras el inicial monocultivo propositivo que representó la época testimonial de Blas Infante, tras la casa común del andalucismo que significó el PSA/PA creo que es sensato referirnos hoy a dicho concepto bajo una pluralidad.
P- ¿Varios andalucismos pues? ¿el de Moreno Bonilla?
R- Aunque yo tenga mi visión particular como ciudadano, creo que es más objetivo y esclarecedor enfocar la idea en plural. Pese a los infructuosos intentos del régimen pesoista por sepultar el andalucismo, creo que el Partido Popular está siendo más inteligente a la hora de acercarse y asumir un regionalismo andaluz, tipo al de Fraga en Galicia. Aunque el PP ha querido potenciar, frente a Blas Infante que fue nombrado en abril de 1983, la figura de Clavero Arévalo como Padre de la Patria del siglo XXI, es cierto que Juan Manuel Moreno Bonilla al frente de la Junta ha tenido más gestos e inéditos hacia el andalucismo histórico que el PSOE. De cualquier forma, tras ese barniz de lo que yo llamo verdiblanquismo, están las políticas de la derecha que no comparto pero que como demócrata acepto.
P- ¿Pero hay más andalucismos?
R- En efecto, como le digo está la pintura verde y blanca que se dan algunas formaciones centralistas que nos piden el voto para instalarse en Madrid; o que no tienen capacidad de decidir salvo que sus comités centrales se lo indiquen. Somos una comunidad con 102 representantes en Cortes hay que recordarlo bien (61 diputados, 32 senadores y 9 más de extracción parlamentaria) y, sin embargo, no tenemos voz ni grupo propio. Sólo parece que la ha habido cuando Pilar González, en su etapa de senadora, se ha subido a la tribuna.
Quiero decir que, junto al andalucismo de Bonilla, existe también -hablamos de opciones políticas- un andalucismo que quiere ser centrista sin ideología, más allá de la defensa de Andalucía que representa el conjunto de siglas que están detrás de Andaluces Levantaos. Evocando al PA en su última etapa y reuniendo diferentes siglas tras su disolución, se definen como ni de izquierdas ni de derechas: simplemente andalucista.
Por otra parte, florece un andalucismo netamente de izquierdas bajo el análisis marxista que cuestiona el marco constitucional y capitalista. De la mano de Teresa Rodríguez y Pilar González y, tras la ruptura con la izquierda centralista este andalucismo de clase y pueblo que diría José Aumente, aspira a superar el bipartidismo y regenerar la vida política siempre desde la defensa de lo público.
P- ¿Qué es el andalucismo para usted?
R- Creo en un andalucismo resolutivo de nuestros problemas integrales: revolucionario por los cambios profundos que desea, pero que cuestiona ese techo de cristal que es una Constitución que se debe renovar en muchos aspectos o un sistema capitalista y neo liberal que pone la rentabilidad por delante de las personas; de forma que la mera existencia en el planeta está condicionada por su depredación. Entiendo que el andalucismo no es sentimiento, sino conciencia y siempre colectiva, organizada, movilizadora y liberadora.
P- ¿Qué desea a los andaluces para este 28F?
R- Antes que nada, me gusta decir que no hay que enfrentarlo al 4 de diciembre. Antes que optar por una u otra, ambas fechas creo que hay que aprovecharlas para difundir la porción de conciencia -autoestima y dignidad- de la que este pueblo está tan necesitada. El Día de Andalucía es una oportunidad para reconocernos, para formarnos con un tema o autor andaluz, para prestar atención a lo que somos, hemos sido y somos capaces de ser. Al margen de banderas en los balcones y de participar en los actos que se convoquen, es bueno sentir ese empuje en favor de nuestros derechos civiles y políticos, individuales y como pueblo. Algo que pasa por renunciar a la autocomplacencia y ser críticos con nosotros mismos y en la denuncia del uso frívolo, consumista o centralista de nuestra identidad. Sintiéndonos en definitiva, como decía el lema de la Cadena Ser en los ochenta, “orgullosos de ser andaluces”, pero ejerciendo esa condición como un sujeto político consciente y protagonista.
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