Pequeños fuegos controlados para evitar un megaincendio

Dos expertos en catástrofes forestales exponen que se repetirán incendios tan virulentos como el de Doñana y proponen ‘vacunas’ de llamas en invierno

28 jun 2017 / 23:12 h - Actualizado: 29 jun 2017 / 16:31 h.
"Incendios","Incendio en Doñana"
  • Restos humeantes del incendio de Doñana. / Julio Muñoz (Efe)
    Restos humeantes del incendio de Doñana. / Julio Muñoz (Efe)

Los incendios tan violentos como el de Doñana o el de Pedrógao Grande (Portugal, con más de 60 muertos) están llamados a repetirse. Así lo sostienen Alejandro García, ingeniero de Montes y experto en incendios forestales y Javier Madrigal, experto en incendios y editor del blog de referencia FuegoLab.

De hecho, hace tres años, García publicó como invitado en el blog un sugerente post, La paradoja del fuego forestal, en el que propone incendios controlados en invierno –él mismo los vio cuando se formó en Oregón (EEUU)– para acabar con los restos vegetales secos y la maleza que convierten en un infierno los incendios forestales.

Madrigal participa actualmente en un proyecto de investigación para adecuar esta teoría a la práctica del monte español, y, al igual que el ensayo clínico de una vacuna, comprobar sus efectos secundarios y adiestrar a los bomberos forestales en el manejo de instrumentos como la antorcha por goteo, que permite controlar al milímetro hasta dónde llegarán las llamas. De hecho, una de las técnicas de extinción que ya se aplican es el contrafuego: un incendio controlado que priva de oxígeno al fuera de control. Lo que proponen es incendiar como prevención y en invierno.

La teoría parte de que desde hace medio siglo la despoblación y el abandono del campo –45.000 personas por año desde la década de los 60, según datos de García– ha creado un fenómeno que no existía: el incendio forestal monstruoso. «Antes de los años 60 se apagaban desde el campanario: todo el pueblo colaboraba y nunca eran graves», expone. Asimismo explica que no es lo mismo la ignición, el origen del fuego, muchas veces debida a la acción o la negligencia humanas, que la propagación, que siempre es natural, descontrolada.

Década a década los incendios se han ido agravando, aumentando de tamaño, requiriendo de retenes cada vez más profesionalizados para intentar –a veces sin que sirva de mucho–, incluso helicópteros y, en la última década, provocando muertes porque alcanzan la zona urbanizada del monte y porque el abandono del medio rural ha llegado a tal proporción que los fuegos acaban siendo «monstruos incontrolables». Los ejemplos están muy cerca: Doñana y Portugal.

«En la zona mediterránea hay especies vegetales resistentes al fuego –alcornoques, pinos– y otras que dispersan sus semillas por el fuego. ¿Por qué? Pues porque el fuego, al menos con la pequeña intensidad de hace décadas, forma parte del sistema, como la lluvia. No me refiero a estos megaincendios, son un fenómeno nuevo que arrasa con todo», recuerda el ingeniero de montes, que alaba la labor del Infoca en el caso de Doñana: «La noche del domingo al lunes ejecutaron un plan de ataque acertadísimo, que salvó el parque nacional de las llamas, y que se basó en los bulldozers y en los bomberos de a pie. El sábado hicieron lo que pudieron frente a llamas de 60 metros, vientos erráticos de 90 kilómetros por hora y 40ºC».

Esta genialidad consistió en aprovechar la oportunidad de un aumento en la humedad relativa del aire y que los vientos amainaron. El editor del blog además recuerda que más de 50.000 personas quedaron aisladas en Matalascañas y 2.000 más fueron evacuadas, sin víctimas. «Un megaincendio es difícil de atacar, incluso con medidas de precaución», expuso. De hecho, los cientos de cortafuegos del parque natural arrasado no sirvieron de nada, apostilla Madrigal.

«Hay que asumir que con el cambio climático las condiciones para un megaincendio se van a repetir antes o después. Los incendios de los últimos años ponen en jaque a los servicios de extinción». Para este experto no se trata de echar a la gente del monte, sino de concienciar y educar que quien usa el bosque para un uso agrario –«una interacción con usos tradicionales milenaria»– o recreativo tiene que adoptar precauciones porque el riesgo de incendio está ahí.

Eso sí, no cree que en un espacio como el parque natural de Doñana se puedan aplicar estas vacunas de fuego: «primero, por la dificultad de explicarlas. Después, por la altísima biodiversidad. Ahí veo más factible el pasto controlado de cabras, ovejas y burros».

Pero hay muchos otros espacios forestales donde el sistema podría funcionar.