El perfil del consumidor ecológico no termina de tenerlo claro cuando compra un producto que busca libre de pesticidas y lo menos manipulado posible. Orgánico, biológico y ecológico parecen lo mismo, pero no lo son. Hasta el año 2001 las grandes empresas productoras alimentarias se aprovecharon de una corriente social que hizo que los consumidores empezasen a demandar productos ecológicos y muchos productos convencionales, a veces hasta transgénicos, empezaron a poner la mágica palabra ‘bio’ en sus envases para lograr engañar al consumidor y que creyese que iba a comer un producto natural y sin tratamientos químicos. El Comité Andaluz de Agricultura Ecológica (CAAE) lo denunció en instancia europeas y le dieron la razón: los términos biológico y orgánico, así como el vocablo ‘bio' se reservaban por la normativa comunitaria a los productos de agricultura o ganadería ecológicas.
¿Pero es lo mismo un producto orgánico, que uno biológico u otro ecológico? No. Los productos etiquetados como ‘orgánicos’ hacen referencia a que no han recibido ningún tipo de alteración química por parte de sus fabricantes. El término ‘biológico’ garantiza la ausencia de cualquier alteración genética en el proceso de producción del alimento. Por último el término ‘ecológico’ implica que además de ser un producto orgánico y biológico, se han producido de manera sostenible respecto a una norma y un control específico que lleva a cabo un organismo certificador.
En Europa conviven tres sistemas de certificación, el realizado directamente por las administraciones públicas, por autoridades de control público ecológico y por organismos de control privado. Todos cumplen las mismas reglas y disponen de las correspondientes autorizaciones para ejercer los controles. El sistema de certificación pública aporta adicionalmente el compromiso de responsabilidad, competencia, transparencia, rigor, integridad e imparcialidad, al realizarse por entidades sin ánimo de lucro. Catorce Comunidades Autónomas han optado por el sistema de certificación pública.
“Es vital un sistema de certificación ecológica fiable, objetivo y riguroso: un sistema de certificación transparente, y supervisado por las autoridades competentes”, explica Rosa García Ortega, Responsable del Área de Certificación y Calidad del CAECV (Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad Valenciana) a BioEcoactual.
Para garantizar ese control oficial de la producción ecológica, se abarca toda la cadena alimenticia, producción, preparación y comercialización. “También los comercios minoristas”, aclara Rosa García Ortega. Los controles incluyen revisión in situ de los campos, del ganado e instalaciones, del etiquetado y publicidad, con toma de muestras y revisión documental (registros, certificados, facturas).
Todos los operadores de la cadena son controlados al menos una vez al año por personal técnico cualificado. Un porcentaje de ellos es visitado adicionalmente, seleccionado en base a la evaluación del riesgo de incumplimiento. Un alto porcentaje es realizado sin previo aviso.
La norma también obliga a analizar los productos, como herramienta de control. Los controles son supervisados por personal que no ha estado en contacto directo con el operador, con el fin mantener la objetividad e imparcialidad ante la toma de decisión. Solo se certifican aquellos productos que cumplen, suspendiendo la actividad a aquellos operadores que no aportan garantías suficientes o retirando del mercado aquellos productos que no cumplen.
Los consumidores pueden así confiar plenamente en que se están respetando las normas de producción ecológica cuando compran un producto ecológico, fácil de identificar mediante el logotipo ecológico de la UE.