Salvando las salinas

El Fondo para la Custodia y Recuperación de la Marisma Salinera (Salarte) es un referente ambiental hasta el punto de haber sido Premio Andalucía de Medio Ambiente en 2017. Hasta mediados del siglo XX sólo en la Bahía de Cádiz había 160 salinas en funcionamiento, hoy sólo quedan 4 en activo, pese a ser un reducto esencial para la biodiversidad

Salvando las salinas

Salvando las salinas / Ricardo Gamaza

Ricardo Gamaza

-¿Qué es la Fundación Salarte?

El Fondo para la Custodia y Recuperación de la Marisma Salinera es una asociación sin ánimo de lucro que trabaja para demostrar que la gestión activa de la marisma genera beneficios sociales y económicos, potencia la biodiversidad y refuerza el vínculo del ciudadano con el territorio.

Salarte desarrolla acciones y proyectos para recuperar, restaurar y gestionar marismas y salinas en el ámbito local (Parque Natural Bahía de Cádiz, Espacio Natural Doñana), nacional (Calblanque, Delta del Ebro o Castro Urdiales), e internacional (República Dominicana, Chile, Túnez, Líbano), así como en el Corredor Migratorio del Atlántico Oriental, que conecta Groenlandia, Islandia, Suecia y Noruega con Sudáfrica, a través de Europa y África.

-¿Por qué era necesario crear una entidad para proteger y recuperar las salinas?

Hasta mediados del siglo XX, sólo en la Bahía de Cádiz funcionaban 160 salinas marinas, generando biodiversidad, valor añadido, recursos económicos e involucrando a un tejido social en su manejo y explotación sostenible. Hoy sólo quedan cuatro salinas tradicionales en activo, y más de 5.000 hectáreas de lucios, caños, cristalizadores y compuertas construidos a mano por nuestros antepasados, que antaño eran salinas funcionales y el orgullo de nuestro país, hoy no se gestionan. Su abandono, provoca la pérdida de su incalculable valor para la naturaleza y las personas, pues son terrenos transformados en los que, sin el manejo de compuertas para meter y sacar agua, limpiar fondos y facilitar la circulación de agua y biodiversidad, se colmatan y secan. Salinas (y espacios) emblemáticos como la Isla del Trocadero, La Covacha, Sancti Petri o Tres Amigos se convirtieron en iconos de referencia para producir bienes y servicios, comerciar, acogiendo empresas y sociedades humanas, pero yacen hoy abandonadas; esa pérdida es un lujo que ni Cádiz ni Andalucía se puede permitir. Igual ocurre en las marismas de Huelva, y el mismo abandono han sufrido las salinas de interior de Sevilla, Córdoba y Jaén.

-¿Qué importancia tienen las salinas desde el punto de vista ambiental?

Las marismas mareales son los ecosistemas biológicamente más productivos del planeta, al tiempo que son ecosistemas con altos requisitos para quienes “osen” vivir en ellos, ya que obligan a los seres vivos que los habitan a desarrollar altísimas especializaciones fisiológicas. Coloquialmente hablando, podríamos decir que en una marisma mareal sólo pueden vivir los “superhéroes”, entendiendo por éstos a especies de flora y fauna que han de tolerar altas concentraciones de sal en el agua, soportar cuatro cambios de marea cada día (entre 4 y 6 horas sumergidas bajo el agua, 4-6 horas emergidas bajo el sol y el viento, 4-6 horas emergidas y las siguientes 4-6 horas sumergidas) ausencia de agua dulce, alta oscilación térmica...y así todos los días del año. Una salina supone la adaptación de estos terrenos para controlar la inundación del agua y diseñar un circuito en el que el agua del mar pasará de una concentración salina de 35 gr./litro que tiene en el océano a los 280 gr/litro que es la concentración a la que la sal cristaliza. De esta manera, sin pretenderlo, el salinero, al construir una salina, “dibuja” una serie de estanques de diferentes profundidades, canales y muros en los que la fauna y flora que no puede vivir sometida al vaivén diario de las mareas, encuentra un nicho ecológico adecuado a sus características y puede desarrollar una parte o todo su ciclo vital en ellas. Digamos que una salina es una “dehesa litoral”, en la que el papel del ser humano favorece la diversidad biológica.

Las salinas han permitido, por tanto, una convivencia socio-ecosistémica que ha hecho compatible la explotación y uso sostenible del territorio, al tiempo que ha favorecido la integración humana, la heterogeneidad ambiental y el aumento de la diversidad biológica que caracterizan a la bahía de Cádiz y a las marismas del Odiel, por poner ejemplos cercanos.

-¿Y desde el punto de vista social/histórico?

La importancia de la sal para nuestros ancestros era tal, que la mayoría de las grandes ciudades actuales se ubican cerca de salinas o de yacimientos salinos. Tener o no sal en la Antigüedad era la diferencia entre la vida y la muerte, ya que la mejor forma de prolongar la vida de los alimentos hasta la aparición de la industria frigorífica fue (y aún hoy es) conservarlos en salazón.

De ahí la importancia estratégica de las salinas, cuyo comercio ha estado regulado a lo largo de los siglos por el Estado (mediante el estanco de su comercio) para, además de recaudar impuestos, regular y uniformar el precio de la sal, evitando monopolios, especulación y el posible desabastecimiento a la población. Por ello, la gestión de las salinas ha supuesto una de las principales actividades económicas a lo largo y ancho del mundo desde la Antigüedad.

Además de contener oligoelementos fundamentales para el funcionamiento de nuestro organismo, el cloruro sódico se utiliza actualmente en unos 13.000 procesos industriales.

La profunda vinculación del ser humano con la sal no sólo ha generado un léxico propio, también una cultura asociada en forma de poesía, literatura, música, pintura y una etnografía que llega hasta nuestros días.

Salinas y esteros constituyen uno de los pocos ejemplos de Andalucía donde la oferta etnográfica, cultural y ambiental se unen de forma inseparable, conformando un producto singular lleno de atractivos de primer nivel para el turista ambiental, en especial el turismo ornitológico, pero también el turismo gastronómico y el cultural, en particular el ligado a la historia y al ámbito naval.

-¿Cómo lográis implicar a la sociedad en la recuperación de las salinas?

Desde que fundamos Salarte en 2012, la clave es generar empleo a los sabios de la marisma, y hemos llegado a tener a seis profesionales contratados en la restauración y custodia de salinas. Para poder pagar su sueldo, alcanzamos acuerdos de gestión con administraciones, empresas, ONGs conservacionistas y entidades docentes e investigadoras, y organizamos visitas guiadas para mostrar este patrimonio vivo a la sociedad y recuperar el protagonismo a quienes nunca debieron perderlo.

Estos espacios húmedos han sido creados a mano por el ser humano y constituyen hábitats de un valor incalculable para la supervivencia de las aves migratorias. Son un ejemplo extraordinario de interdependencia entre aves y personas, generan trabajo e ingresos, y funcionan como áreas de servicio a un gran número de especies, gracias a la vida sumergida que fluye bajo sus fangos.

Pero ni la administración, ni la empresa ni la sociedad hemos sido suficientemente persuasivos integrando al humano en esta ecuación. Los salicultores, mariscadores y las gentes de la marisma son sabios cuyo conocimiento es vital y su trabajo fundamental para la biodiversidad. Es clave no sólo para manejar el agua y mantener espacios vivos: su vínculo con la marisma hace que su entorno humano y otros entornos más alejados sepan lo importante que es este hábitat, no sólo porque mantiene al águila pescadora o al chorlitejo patinegro, sino porque genera trabajo y economía.

Y cuando eso funciona, ante una amenaza de destrucción, la sociedad reacciona porque ve peligrar una “fábrica” que da empleo, un escenario vital que siempre estuvo ahí y que “duele” perderlo, o una fuente de visitantes, turistas o viajeros que compran la sal, duermen en el pueblo o desayunan en el bar del vecino. Salarte trabaja tejiendo esa red de interacciones que permite a un niño ver que el trabajo de su padre es importante; identificar nuevos negocios, actividades, servicios y procesos ecológicos vinculados a las salinas y humedales volverá a hacerlos económicamente rentables diseñando un modelo de gestión y explotación del siglo XXI, integrador de funciones ecológicas, sociales y ambientales

Crear iniciativas artesanales primarias favorece experiencias turísticas locales vinculadas con la gastronomía, ornitología o etnografía. Herramientas como la custodia del territorio o la gestión concertada público-privada permiten recuperar el vínculo sociedad-territorio gestionando antiguas salinas y humedales costeros para crear interés en productos de alta calidad y evitando su desaparición.

- ¿En qué proyectos trabajáis actualmente?

SALARTE desarrolla, desde 2012, proyectos de colaboración con universidades, asociaciones empresariales, entidades conservacionistas y empresas privadas.

En lo local, colabora con salinas gaditanas como La Esperanza, La Tapa, Santa María o Cetina, Bonanza y Montealgaida; trabaja desde 2017 con la Reserva Natural Codo de La Esparraguera y con Esteros de Manego. De hecho, fruto de un acuerdo de custodia del territorio, en 2020 creó la Reserva Natural Esteros de Manego para fomentar la reproducción de la cerceta pardilla, un ave acuática en peligro crítico de extinción que convive con espátulas, flamencos, garcillas, fochas y anguilas gracias a una familia de marismeños que cría camarones y pescado de estero.

Participa como entidad asociada en el proyecto MedArtSal-Gestión sostenible de salinas artesanales del Mediterráneo en este proyecto que promueve la gestión sostenible de salinas artesanales libias, tunecinas, italianas y españolas.

Desde 2017 participa junto a SEO/BirdLife en dos proyectos clave: Saltpan Initiative, liderado por BirdLife y el Saltpan Recovery Project, creado por Vogelbescherming Nederland, para restaurar y gestionar una red de salinas a lo largo de la ruta migratoria, apoyando numerosas actuaciones de mejora en salinas en Europa y África, y hoy trabaja en la creación de la Red Hemisférica Salinas y Humedales EuroAfricano para conectar el Ártico con Sudáfrica a través de salinas y esteros.

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