Ecoperiodismo

Seis mentiras en contra de que los animales tengan derechos

La defensa jurídica de los animales tiene en contra un argumentario con los pies de barro. En este reportaje desmontamos los 6 argumentos más utilizados que sostienen que no hay necesidad de que los animales dispongan de garantías jurídicas que los protejan

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
19 jun 2022 / 05:38 h - Actualizado: 19 jun 2022 / 05:38 h.
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Un derecho es un bien protegido jurídicamente. Por eso nuestra normativa jurídica protege a las personas, pero también a entidades como las sociedades anónimas o sentimientos como el religioso. Sin embargo, los animales han estado tradicionalmente fuera de esta consideración aunque, como recalca Francisco Garrido, profesor de filosofía moral y política en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, “si miramos un simio probablemente nos veamos más identificados con él como seres humanos que con el logotipo de una gran multinacional”. La explicación de esta exclusión de la vida y la dignidad de los animales como bienes jurídicos que deberían protegerse se basa en un argumentario con pies de barro.

“Los derechos son algo humano, para los humanos”. La primer argumentación que el profesor Garrido tilda de “pseudo falacia categorial” se derrumba bajo su propio peso: “Los derechos son un instrumento humano que se amplía a cosas no humanas, de manera que las leyes regulan las relaciones con las cosas y, por tanto, deben regular sus relaciones con otros seres vivos”.

La diferencia “abismal” que hay entre humanos y otros animales es otro de los argumentos más usados para afirmar que no deben existir derechos para otros seres vivos. Sin embargo, disciplinas como la biología han demostrado las capacidades cognitivas de las diferentes especies. La diferencia entre las capacidades humanas y las no humanas es en realidad una cuestión de grado, pero no abismal y mucho menos ontológica. “Ningún perro podría escribir El Quijote”, podría ser la frase que encapsula este argumento, ante la que Garrido contraargumenta: “Ningún Cervantes sería capaz de oler una trufa bajo tierra”. En el Congreso de Derechos de los Animales celebrado recientemente en Sevilla, durante el turno de preguntas tras la intervención de Francisco Garrido, un asistente aseveraba: “¿Aparte de Cervantes alguno de los presentes somos capaces de escribir El Quijote?”.

No existe derecho sin una obligación añadida, explica otro de los argumentos para negarle a los animales tener derechos: Un animal no asume obligaciones y eso es algo intrínseco a la ley. Sin embargo, Garrido, que fue el fundador de la Asociación Parlamentaria de Derechos de los Animales en el Congreso de los Diputados, aclara que las obligaciones tienen que ver con la defensa de los derechos de los demás; algo que explica por ejemplo que conductas como el suicidio, que atentaría contra el derecho a la vida, no sea un delito tipificado.

Radicalizar el discurso, asegurando que si se defienden los derechos de un simio deberían también defenderse los de otros seres vivos, como una ameba o un virus, es otra de las argumentaciones más escuchadas que carece de cualquier fundamento. “Se regulan y se defienden las capacidades que cada animal tiene”, explica Garrido.

“Gatos contra niños”. Una competición que pone en un mismo tablero de juego a dos seres vivos para escoger. “La empatía no se gasta usándola con gatos y queda menos para usarla con niños; por el contrario la empatía se entrena, de manera que gatos y niños no compiten para obtener la empatía de un adulto”.

La dignidad animal, sin embargo es una de las claves arguméntales del debate en torno a si los seres vivos no humanos deben tener derechos. “Del concepto de dignidad emanan el resto de derechos”, explica Garrido, por eso negarles el derecho a la dignidad es negarle todos los derechos.

Según Francisco Garrido, estos seis argumentos falsos se encuentran en el debate social y se pueden escuchar, con algunas variaciones pero con el mismo fondo, no sólo en la calle sino también en la Universidad, en foros y hasta en medios de comunicación. Mientras no se desmonten, seguirá pareciendo que defender jurídicamente a los animales es una cuestión secundaria aunque, en realidad, es esencial para una sociedad sana, libre y con futuro.