- Luis Babiano, gerente de AEOPAS.
-¿Qué opinas de la actual situación de sequía?
-En julio de este año, el secretario general de Naciones Unidas avisó de que hemos pasado de la era del calentamiento global a la de la ebullición global. Aquí, en España hemos convivido con numerosas olas de calor. No hay agua para atender la demanda y Andalucía vive un proceso de africanización.
La Unión Europea, y organizaciones de Naciones Unidas como la FAO y el PNUD proponen que no veamos a la Naturaleza como perversa, como un enemigo al que domesticar en aras al progreso y la modernidad, sino precisamente que planteemos soluciones en las que contemos y nos aliemos con la naturaleza. De esta manera podremos mantener y mejorar el bienestar de los ciudadanos ante estos retos fuera de control. El reto supone un profundo cambio de modelo, un cambio que debe implicar a muchos agentes económicos, sociales y científicos. La colaboración, la coordinación y el trabajo conjunto por el bien común y la mejora de la sociedad deben ser la prioridad.
-¿Los pueblos y ciudades de Andalucía habrán entrado directamente en “ebullición”?
-De acuerdo con los diferentes informes sobre sequía del Ministerio para la Transición Ecológica y de la Junta de Andalucía, la situación del agua embalsada es preocupante. Las previsiones meteorológicas ya advirtieron de una primavera seca y un verano muy seco, largo y caluroso. Es equiparable a la gran sequía del 91 al 95, pero en ésta, además de la duración y de la reducción de las precipitaciones, se añaden las olas de calor, factor hasta ahora inédito, y señal de desarreglo climático. En verano las temperaturas han alcanzado récords históricos, y si el nuevo año hidrológico continúa como el actual, se podría decir que entraríamos en “ebullición”. No obstante, hay indicios que invitan a la esperanza, algunos expertos como Juan de Dios del Pino, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en Andalucía ha manifestado que, según los cálculos de la agencia, la probabilidad de que llueva lo normal este otoño, o más de lo normal para esta época del año, alcanza una probabilidad del 70%. Esto permitiría mitigar los graves problemas que inflige la sequía, pero debemos remarcar que tiene que llover durante muchos meses para conseguir alivio real. Aunque no conviene sacralizar estos datos, son proyecciones con mucha incertidumbre, yo creo que sería anómalo y muy preocupante tener un sexto año de sequía.
-¿Qué hacemos mal?
-Tenemos que ser acertados en el diagnóstico y transmitir a la ciudadanía una foto clara de la situación. La actual sequía, está teniendo muchísimos menos impactos visibles que otros episodios similares como la que vivimos entre 1991 y 1995, donde se acometieron cortes de suministro urbano al año y medio de su comienzo, mientras que en la actual, no ha habido que actuar de forma generalizada de esta manara porque se han aplicado los planes de sequía que permiten reservar los recursos para usos prioritarios como el abastecimiento de la población y la mayor parte de actividades económicas. No obstante, hay que avanzar, porque Andalucía tiene los medios técnicos y económicos para evitar muchos de los impactos que está provocando la actual sequía y debemos poner las bases de una transición hídrica que garantice nuestro futuro.
-Y el cambio climático lo agrava todo aún más...
-Toda esta situación de explotación permanente de los recursos por encima de la disponibilidad, agravada durante las sequías, se complica mucho con el cambio climático, hay que acelerar las políticas de gestión de la demanda. La cruda realidad es que seguimos considerando el agua subterránea como un agua de ‘segunda división’ y creo que habría que reforzar su control, ya que en la sequía se evidencia que miles los pozos usan agua de nuestros acuíferos sin autorización o supervisión de los órganos colegiados de gestión de nuestras cuencas hidrográficas. Los expertos llevan tiempo destacando estos problemas, que generan importantes impactos sobre los abastecimientos en situaciones de sequía. No olvidemos que la contaminación por la actividad ganadera, minera y por fertilizantes y pesticidas de las reservas de aguas subterráneas, están contribuyendo a poner en jaque a una parte de los abastecimientos en los municipios de Andalucía, al igual que en otros lugares como en Castilla y León.
Tenemos que blindar los abastecimientos, Andalucía tiene suficientes medios para evitar las restricciones en los municipios como las que se están viviendo en la sierra norte de Córdoba donde desde el mes de abril un total de 24 municipios y 18 aldeas de estas comarcas no pueden beber ahora mismo agua del grifo, aunque sí ducharse o realizar otras tareas. Esto es tercermundista y tenemos que ser enérgicos; hay que proteger nuestras fuentes de suministro, evitar su contaminación, y potenciar y/o crear sistemas públicos supramunicipales eficaces e interconectados capaces de dar garantías a todos los municipios.

Luis Babiano.
-La provincia de Córdoba lleva viéndose especialmente afectada por la sequía desde hace años...
-Sí, pero ahora ya está llegando a toda Andalucía, incluso a sitios donde hay grandes embalses. Es el caso de una docena de localidades y aldeas de la sierra de Huelva, donde ya están sufriendo cortes en el suministro doméstico, entre ellas Aracena e Higuera de la Sierra, uno de los lugares en los que se encuentran parte de los embalses que abastecen al área metropolitana de Sevilla. En Sevilla, este año, los municipios más aquejados por la sequía son los que, paradójicamente, tienen los embalses a sus pies, como el Pintado (situado entre los municipios de El Real de la Jara, Cazalla de la Sierra y Guadalcanal) pero que no se suministran de ellos. Muchos pueblos de la Sierra Morena sevillana llevan años reclamando la creación de un ente supramunicipal que permita dejar sus precarios sistemas locales y abastecerse de aguas del embalse; hoy destinado exclusivamente a uso agrario.
-¿Cuál sería la solución de urgencia?
-Yo creo en los consensos, es más, creo que sin consenso será muy difícil solucionar los problemas y dar pasos firmes hacia una transición hídrica. Cuando el agua aparece en los medios de comunicación y en los discursos políticos se asocian únicamente al conflicto, pero lo cierto es que existe una planificación (aunque sea insuficiente) y que hay mesas de coordinación entre el Estado y la Junta. También es cierto que se han acelerado en los últimos años muchas inversiones que estaban bloqueadas, pero necesitamos un plan de largo recorrido que incluya la realidad de los pueblos y las ciudades. Por todas estas cuestiones, yo soy partidario de una mayor institucionalización y apertura de estos encuentros de trabajo. Como primera medida, creo que la Junta de Andalucía, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) y las Diputaciones Provinciales deben consensuar un plan «a medio y largo plazo» con él que abordar la sequía y los problemas de suministro de agua de nuestros pueblos. Todos deben colaborar y apoyar con infraestructuras, con inversiones y con medidas de gobernanza que garanticen nuestro futuro. Aprovechemos la sequía para poner soluciones de futuro.
No bastarán rituales, debemos huir de la teatralización de los consensos y de los conflictos que nos distraen de la acción y de lograr los objetivos acordados. Hace casi tres años (17 de diciembre 2020) la Cámara andaluza refrendó la proposición no de ley (PNL) del Pacto Andaluz por el Agua. El acuerdo traza las líneas estratégicas para la política del agua, en las que se definen como objetivos prioritarios: el cumplimiento de los planes hidrológicos; la decidida apuesta por la depuración y las aguas regeneradas; el respeto por los caudales ecológicos, la actualización y el desarrollo de la legislación en pro de la agilidad y seguridad jurídica, con especial atención al ciclo integral del agua y a garantizar el mínimo vital; lograr una administración moderna, transparente y participativa; efectuar una revolución digital de la gestión del agua; y fomentar una administración sostenible de los recursos. Estos objetivos no pueden quedarse en papel mojado, son unos principios que deberían implementarse urgentemente. La política hídrica debe ejecutarse.
-¿Las administraciones no están a la altura de este problema?
-Las administraciones competentes tienen la exigencia de adaptar nuestra gestión a la nueva sociedad, una sociedad más exigente y preparada, y que demanda más anticipación, más información y participar en la toma de decisiones. La sociedad reclama una actitud proactiva en la gestión de la actual sequía. Los colectivos de la sociedad civil agrupados en la Mesa Social del Agua, por ejemplo, advierten a las administraciones que faltan soluciones para temas realmente producidos por la sequía, como la situación de numerosas poblaciones rurales, a las que es urgente suministrar agua y planificar su futuro. Piden resolver los problemas de suministro que tienen nuestros ganaderos extensivos, al mismo tiempo que reclaman medidas auténticamente de emergencia sobre el regadío, empezando por un reparto social del agua que garantice un mínimo de superficie regada por explotación para asegurar la supervivencia de todas las explotaciones familiares y profesionales. Con esa misma orientación, advierten de la urgencia de apoyos financieros y fiscales habituales, pero ajustados a las diferentes situaciones socioeconómicas de manera que garanticen las rentas básicas del tejido productivo agrario que consolida población y vida en el territorio.
-Tú siempre dices que “el cambio climático es el elefante en la habitación”.
Sí porque con el desarreglo climático ya instalado es obligado replantear la política agrícola para evaluar qué regadíos siguen teniendo sentido, en términos económicos sociales y territoriales. Tenemos que apostar por un regadío familiar y detener el populismo hídrico que promete falsas ampliaciones que generalmente no se cumplen y perseguir con toda la dureza de la ley los pozos ilegales. Finalmente trabajar junto a las comunidades de regantes y las asociaciones agrarias para avanzar hacia una agricultura más sostenible que conlleve empleo de calidad y que sirva realmente de base a las economías locales.
Las ciudades también tienen mucho que hacer. Sevilla consiguió bajar su consumo de 174 a 96 millones de metros cúbicos anuales, gracias a las inversiones municipales en la renovación de tuberías para evitar fugas y a un esfuerzo colectivo del conjunto de la ciudadanía. En Cádiz en los primeros seis meses desde el lanzamiento de la campaña “Reto 100” el consumo medio por habitante y día se redujo en 6L, una cifra que actualmente se encuentra en 119 Litros por habitante al día. Ciudades como Xàbia, Terrassa, Cádiz, o el área metropolitana de Sevilla, han puesto en marcha observatorios de participación ciudadana que se han convertido en instrumentos básicos para una nueva gestión del agua. Necesitamos colaborar, para tomar en cuenta el máximo de sectores y de personas, para extraer mayor sabiduría, energía y capacidad de actuación mediante las sinergias. La acción colectiva ayudará a que la inevitable adaptación, en lugar de un castigo, sea la herramienta para hacer frente al cambio climático y construir nuestro futuro. Tenemos modelos públicos que han demostrado sobradamente su eficacia, ahora tenemos que expandirlos.