«Si avanzamos en eso de la democracia directa, nos cargamos el Parlamento»

ENTREVISTA. Juan Pablo Durán (Córdoba, 1964) dirige una Cámara fragmentada en cinco partidos, con un equilibrio de poder entre ellos muy ajustado y con un gobierno en minoría. Tiene dudas de si los políticos están a la altura del momento «histórico» que vive el país

29 nov 2015 / 12:10 h - Actualizado: 29 nov 2015 / 21:15 h.
"Parlamento de Andalucía","Juan Pablo Durán"
  • El presidente del Parlamento, Juan Pablo Durán, ante el hospital de las Cinco Llagas, el miércoles pasado. / Pepo Herrera
    El presidente del Parlamento, Juan Pablo Durán, ante el hospital de las Cinco Llagas, el miércoles pasado. / Pepo Herrera
  • «Si avanzamos en eso de la democracia directa, nos cargamos el Parlamento»

—¿Cómo alguien que nunca había sido parlamentario andaluz afronta como presidente esta legislatura?

—Con inquietud, con ilusión y con responsabilidad. Hacía mucho que no estudiaba tanto para ponerme al día.

—Usted ya conoce los artículos del reglamento de la Cámara que chirrían con el Estatuto, ¿cuál es el mayor problema que se puede dar si no se aborda una reforma? ¿Lo hemos visto ya?

—No, todavía no hemos visto el mayor problema. Uno fue la investidura. Luego el reglamento se quedó escaso respecto a las calificaciones de las iniciativas parlamentarias en un órgano técnico político como es la Mesa. No está previsto qué hacer en caso de empate, como ha pasado por primera vez en la historia de esta Cámara. Hay iniciativas que ni han avanzado su trámite ni se han rechazado, se ha creado un stand by, pero no un limbo.

—¿Usted defiende el voto de calidad del presidente para desempatar?

—No. Creo que hay que resolver los empates con una fórmula que se consensúe entre todos los grupos, o por unanimidad o por una mayoría amplia.

—Esta situación en la que la Junta veta al Parlamento y viceversa, ¿no demuestra un déficit de diálogo y de consenso entre partidos?

—Hay materias trascendentes en las que podrían explorar más ese diálogo, sí. Le pongo un caso concreto: Estamos en un momento sustancial de la vida política española: una crisis larguísima, un marco de convivencia, la Constitución, que se ha visto desbordado por lo que está planteando Cataluña. En este momento, Andalucía está llamada a ayudar a la vertebración de España. Y ahí todas las fuerzas deberían converger y llegar a un gran consenso.

—Desde el sillón institucional, ¿ve usted a nuestros políticos a la altura de este momento transcendental?

—Pues si no lo están, se lo demandarán en el futuro. Todos tienen capacidad para llegar a ello, el tiempo me demostrará si estaba equivocado. Como decíamos en las cartillas militares, el valor se le supone. Yo les supongo a todos esa capacidad. Otra cosa es si los políticos estamos a la altura de lo que este país necesita... bueno, no sé, habrá que demostrarlo.

—En un sistema parlamentario como el nuestro, ¿por qué no puede la Cámara legislar iniciativas de la oposición si conforman mayoría?

—La oposición formada por los grupos que no sustentan al gobierno tiene legitimidad para presentar todas las proposiciones de ley que crea oportunas, sin duda. Eso no quita para que el gobierno tenga la potestad de manifestar su criterio contrario o su rechazo a la tramitación de esas leyes, como dice el Estatuto. Y si muestra su rechazo porque afecta al presupuesto, el gobierno tiene ese derecho de veto. Nuestro Parlamento es de representatividad, hay un equilibrio entre la investidura de un gobierno a través de su presidente y las iniciativas de la oposición. Es un equilibrio, no hay nada superior a nada, salvo la prerrogativa de la Junta de oponerse a leyes que afecten al presupuesto.

—¿No contempla que salga del Parlamento una ley aprobada por una mayoría alternativa, en contra del criterio del gobierno?

—Sí, puede ocurrir. Pero sería una situación realmente rara. Si eso ocurriera en materias sensibles y determinantes, el presidente tendría que pensarse seriamente si debe plantear a la Cámara una moción de confianza.

—¿Eso es respetar la mayoría parlamentaria, que es reflejo de la mayoría plural que ha votado la ciudadanía?

—Pero esa mayoría alternativa tendría que dar el siguiente paso, lo que no vale es jugar al juego de las mayorías sin la responsabilidad. Que presenten una moción de censura y un candidato al gobierno. Lo que no tiene sentido es esa esquizofrenia, aunque no me gusta este término, en la que yo me refugio en una mayoría en el Parlamento para instar a otro a que haga lo que yo quiero. No entra en la lógica parlamentaria y no existe en ningún parlamento de España.

—En Cataluña, País Vasco y Galicia hay parlamentos más acostumbrados que éste a la fragmentación política, y sí ha ocurrido que la oposición impulse una medida contra el criterio de un gobierno en minoría.

—Bueno, depende de qué tipo de iniciativas. Si un gobierno hace oídos sordos a la voluntad mayoritaria de un parlamento y se empeña en ir por un camino pese a que le están diciendo que tome el contrario, lo más lógico es que le tumben el decreto ley. Ya ha pasado. Le dijimos no vaya por aquí, usted se empeña en ir por el sentido contrario, pues le voto en contra y debe reconducir su acción de gobierno. Eso es una cosa, y otra muy distinta es: si se conforma una mayoría alternativa en el Parlamento... ¿dirigimos al conductor del autobús desde el asiento trasero?

—¿Eso no es una posibilidad en ningún caso?

—No es que no se pueda hacer, es que yo no lo permitiría como presidente del Gobierno. Si yo fuera el líder del Ejecutivo le diría a la oposición: ¿Usted quiere dirigir el autobús? Presente una moción de censura o yo presentaré una moción de confianza. Lo que no es lógico es que quiera dirigir el autobús sin asumir la responsabilidad de ser el conductor, eso no cabe en ninguna cabeza sensata. Usted puede decirme hacia donde le gustaría que yo me dirija, pero al final soy yo quien decido. Y si veo que me empuja hacia un camino con el que nunca me voy a comprometer porque va contra mis principios, evidentemente hay que tomar una decisión definitiva. No es posible convivir con imposiciones ni de unos ni de otros. Eso es el contrapeso entre gobierno y Parlamento.

—Lo entiendo. Pero también los grupos de la oposición se quejan de que es el gobierno, en minoría, quien impone sus criterios sin dialogar.

—Sí, pero eso son argumentos políticos. La constatación real, con cinco grupos, es que el 90% de iniciativas que se presentan son tramitadas por asentimiento, por unanimidad. ¿Qué se echa todavía de menos en esta Cámara? Se echa de menos que en las grandes decisiones haya más voluntad de consenso y acuerdo entre los partidos políticos.

—¿Hay algo parecido a una pinza política en la Cámara? La Junta señala a PP-Podemos, la oposición habla del bipartito PSOE-Ciudadanos.

—No seré yo quien tenga que ponerle calificativos, pero sí hay cuestiones de relieve en las que han votado miméticamente partidos que, en teoría, tendrían que ser antagónicos, caso de Podemos y PP. ¿Eso significa que han estado obstruyendo al gobierno? Cada uno tendrá su explicación. No sé si eso es una acción de pinza, no debo valorarlo.

—¿Va a impulsar usted personalmente una reforma del reglamento de la Cámara, como hizo su predecesor?

—Yo tengo el resumen de lo que supuso todo aquel esfuerzo al final de la legislatura novena, así que ahora esperaré a que los grupos sepan acotar qué quieren modificar y me lo hagan saber. De nada sirve que yo abra un camino si no voy a conseguir el respaldo de los tres quintos de la Cámara.

—Pero usted es la segunda autoridad de Andalucía, ¿no quiere tomar la iniciativa para mejorar el Parlamento?

—Sí, pero más iniciativa que frustración no. Para llegar al final del camino con una sensación de insatisfacción y frustración, de que todo ese impulso ha quedado varado sin llegar a la orilla, no. No le estaríamos haciendo ningún favor a la Cámara.

—¿Apoyaría una reforma para que los ciudadanos puedan presentar proposiciones de ley y para preguntar directamente a la presidenta en una sesión de control?

—No. Yo estoy de acuerdo con lo que hemos hecho, el escaño 110, un avance notable en la participación ciudadana en política, y con las iniciativas legislativas populares. Pero no creo en esa voluntad manifiesta de algunos partidos que lanzan permanentemente el mensaje de que están a favor de una democracia directa y participativa de los ciudadanos, y luego dejan dudas más que razonables en sus formaciones de respetar la democracia en sus procesos internos.

—Pero esta medida es una propuesta que viene de su partido. La presentó el anterior presidente de la Cámara, Manuel Gracia.

—Esa es una propuesta de participación mínima, yo le estoy hablando de medidas que van más allá, como el escaño 110 y la iniciativa legislativa popular. ¿Que se quiere ir a más? Bien, plantéese. Ahora bien, no deberíamos avanzar en eso que llaman la democracia directa, porque entonces nos cargamos el sistema parlamentario. ¿Y para qué queremos entonces a los diputados?

—¿Qué entiende usted por democracia directa?

—Alguna propuesta he escuchado por ahí, como el voto telemático de los ciudadanos para que participen desde sus casas en las iniciativas parlamentarias. ¿Y entonces para qué tienen que estar aquí sus señorías?

—Esta legislatura, con tal grado de crispación, ¿cree que va a durar cuatro años? ¿Le parece más estable que el mandato anterior?

—Todas se programan para que duren cuatro años, pero no me pida que coja la bola de cristal porque no he acertado a la lotería en mi vida.

—Y si le pregunto quién va a ser el próximo presidente del Gobierno, ¿no me va a mencionar a Pedro Sánchez?

—(Risas). Hombre, le diría la verdad: que espero que sea Pedro Sánchez, pero no sabría afirmarlo. Dicho esto, todas las legislaturas se prevén para cuatro años, pero eso depende de la potestad de la presidenta que es quien decide cuándo y por qué disolver las Cortes. ¿Si es más estable que la anterior? Todavía es pronto, vamos a ver el desarrollo de la misma. De momento hay estabilidad.


«DEBEMOS MULTAR LAS AUSENCIAS SIN JUSTIFICAR DE LOS DIPUTADOS»

—¿Deben regularse sanciones económicas contra los diputados que incumplan sin justificar su asistencia a los órganos parlamentarios? Ésta también fue una propuesta de su antecesor.

—Yo creo que sí, ¿por qué no? De esa forma te queda más clara cuál sería el límite de autonomía que tienes como diputado. Aunque yo creo mucho en las personas y en la autoresponsabilidad. La asistencia de los diputados a comisiones y a plenos no es toda la actividad parlamentaria, no podemos enjuiciarles sólo por eso. Quizá habría que hacer un decálogo para definir cuáles son todas las obligaciones del diputado. Pero si esto redunda en una mayor garantía para visualizar mejor una evaluación del Parlamento, perfecto. Ahora, más nos valdría establecer como criterio político la rendición de cuentas de nuestros diputados en las circunscripciones por las que se presentan como elemento indispensable de su actividad parlamentaria.

—¿Defiende la supresión de las dietas de los diputados en los meses inhábiles del Parlamento, que suponen 140.000 euros al año?

—No. Que no haya actividad parlamentaria sólo significa que no hay actividad dentro del Parlamento. Como dietas, sólo se cobra el traslado de tu domicilio a la Cámara cuando vienes a pleno o a comisiones. El resto son indemnizaciones por el desempeño del cargo de diputado. Es verdad que en el reglamento hay una referencia sobre los kilómetros entre el domicilio de los diputados y el Parlamento, pero no se dice que si no hay actividad parlamentaria, no se cobre.

—¿Dietas por kilometraje sin acudir a la Cámara?

—Yo lo que sí estaría de acuerdo es en que durante los meses inhábiles, agosto y enero, esas indemnizaciones por traslado sean equiparables en todos los territorios, porque se supone que en esos dos meses la actividad parlamentaria está circunscrita sólo a sus provincias. Ahora la diferencia que hay entre unos y otros estriba en la distancia al Parlamento. Con la Cámara inhábil, debería cobrar lo mismo en dietas un diputado de Sevilla que de Almería.

—¿Cuánto se ahorrarían?

—Bah, muy poco. Sería más un gesto de solidaridad. Esto nunca me lo ha planteado ningún diputado de Sevilla, ojo. Nadie. Es una reflexión al hilo de la pregunta.

—¿Va a dejar la secretaría general del PSOE de Córdoba después de las generales?

—Cuanto antes pueda hacerlo lo haré.

—¿Lo cree incompatible?

—No. Desgraciadamente aquí hay un listón más alto que en cualquier lugar de España. El PP ha usado esa crítica contra mí antes de empezar a ejercer como presidente, y ellos tienen a la presidenta del Parlamento gallego, Pilar Rojo, que además es presidenta del PP de Pontevedra y candidata número uno al Congreso. Tengo 14 ejemplos más. Desde las filas del PP y de IU (de Podemos no) hay diputados que me han confesado: «Vaya tela el nivelito de las críticas que te están haciendo, presidente». Porque salvo dos casos, no hay ninguna persona que presida una Cámara autonómica en este país que no sea cargo orgánico de su partido. Con esta crítica, ¿qué quieren decir? ¿Que el presidente tiene que ser neutral? No, el presidente del Parlamento no puede ser neutral, tiene la obligación de ser justo en la aplicación del reglamento, aplicar sentido común a la hora de desenvolverse en aquello que no esté claro y buscar el acuerdo de todos los grupos. Pero ¿neutral?

—¿No tiene que ser neutral?

—Y cuando llegue la hora de votar, ¿qué hace el presidente?, ¿no vota? O tiene que votar unas veces al PP, otras a IU... Eso es ser neutral. Yo soy militante del PSOE, me han votado en Córdoba por ser del PSOE, llego al Parlamento con un acta de diputado del PSOE, y cuando me nombran presidente, ¿no voto? Debo ser justo, y creo que hasta ahora ningún grupo puede decir que le he tratado injustamente en los plenos o en la Mesa. La excusa ha sido que el presidente no ha querido desbloquear la Mesa, es decir, o yo cambio mi sentido del voto, o alguien no se ha estudiado el reglamento y no sabía que el presidente no tiene la posibilidad de deshacer el desempate.

—Tiene esa doble condición: diputado del PSOE y presidente de la Cámara, cargo para el que algunos partidos le exigen cierta neutralidad

—Pero la neutralidad está mal explicada, el presidente tiene que ser justo. Y si no lo fuese, sí sería reprobable. Pero neutralidad como se ha pedido, no. Ser neutral es no tomar partido, pero no tomar partido en este caso no es posible. Esto es una Cámara política y aquí se toman decisiones políticas a partir de mayorías.