Sólo unas 200 ‘pelonas’ fueron indemnizadas por su escarnio público

18 dic 2016 / 08:30 h - Actualizado: 18 dic 2016 / 08:30 h.
"Justicia y reparación"
  • Imagen del libro ‘Individuas de dudosa moral’ de Pura Sánchez.
    Imagen del libro ‘Individuas de dudosa moral’ de Pura Sánchez.

Ser hijas o esposas de republicanos, no ir a misa o cualquier otra conducta que las autoridades políticas y eclesiásticas de la época consideraran «de dudosa moral» llevó a cientos de mujeres a sufrir un escarnio público que pretendía servir de ejemplo para el resto: eran rapadas y paseadas por las plazas del pueblo además de obligadas a beber aceite de ricino que les provocaba que se orinasen encima. Al no haber pasado por la cárcel ni los campos de trabajo, estas mujeres igualmente represaliadas no tenían acceso a las indemnizaciones generales de las víctimas del franquismo pero en 2010 el Gobierno andaluz aprobó concederles una indemnización de 1.800 euros para que reconocer su sufrimiento y mantener viva su historia, recogida por historiadores como Pura Sánchez en su libro Individuas de dudosa moral.

Finalmente, apenas 200 mujeres solicitaron estas ayudas que sólo podían percibir las afectadas directamente y no sus familias. Y es que las ayudas estaban dirigidas a mujeres represaliadas entre 1936 y 1950, es decir, durante la Guerra Civil y los años más duros de la dictadura. Cuando se aprobaron las ayudas, muchas ya habían fallecido ya que habían pasado entre 60 y 74 años por lo que, dado que entonces la mayoría tenían entre 20 y 30 años, si vivían eran nonagenarias.

Para conceder la indemnización se aceptaba cualquier prueba admitida en Derecho, desde declaraciones juradas a testimonios de terceros, dado que de este tipo de castigos no existían registros. Aun así, la vergüenza que supuso el escarnio público para muchas de ellas hizo que dejaran sus pueblos y se dispersaran. Las indemnizaciones estaban abiertas a todas las andaluzas represaliadas aunque ya no vivieran en la comunidad, pero fue difícil seguirles el rastro o que les llegara la información. Por no hablar de la vergüenza que hace que muchas de ellas lleven toda su vida ocultándoselo incluso a sus familias.

La historiadora Pura Sánchez da fe de que, para su libro, recopiló testimonios de mujeres que le pidieron permanecer en el anonimato para relatarle sus historias.