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Susana Díaz, una líder en el pincel de Caravaggio

La presidenta de la Junta se ha esforzado por permanecer en la sombra pero la convulsión en el PSOE la ha puesto bajo el foco señalada como ideóloga del giro del partido y futura líder

25 dic 2016 / 20:36 h - Actualizado: 26 dic 2016 / 08:00 h.
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Hasta hace no demasiado, los perfiles que se elaboraban de Susana Díaz más allá de los límites de Andalucía tenían que echar mano de algún símil con ciertas políticas de otra latitud o incluso de otra época para situarla en la geografía política. Fue la «dama de hierro andaluza» por Margaret Thatcher, fue la «Merkel del sur» por la canciller alemana y en tiempo más reciente se la ha comparado con Hillary Clinton. Incluso se usó el personaje de Birgitte Nyborg, la mujer que consiguió llegar al poder en la serie danesa Borgen, para describir algunos de sus pasos en política. Tampoco hace mucho tiempo que en corrillos o tertulias políticas de la capital varios de los más reputados opinadores oficiales hablaban de la presidenta andaluza Susana «Díez».

2016 ha sido el año en el que ya no hay lugar a equívocos con el apellido de la presidenta de la Junta de Andalucía ni tampoco ha hecho falta recurrir a políticas de carne y hueso o de ficción para rellenar líneas de su perfil. Como decía el estribillo de aquella chisposa cancioncilla «del cabo de Gata hasta Finisterre», la dirigente socialista sevillana se ha convertido en un personaje imprescindible a la hora de entender el año político en España. Agazapada durante muchos meses en Andalucía, Díaz no ha tenido más remedio que hacerse un hueco en el balcón en el que los principales líderes nacionales trataban de desenmarañar el nudo gordiano de la formación de gobierno. El colapso institucional y el caos socialista obligaron a la eterna candidata en la sombra a acercarse al foco, aunque bien es cierto que nunca en línea recta, ni con palabras tajantes. A la que señalan como principal inductora de la metamorfosis socialista del «no es no» a la abstención, que posibilitó la investidura de Mariano Rajoy y a la que algunos bendicen como persona más adecuada para sacar al PSOE del lodazal electoral, no se le conoce entrecomillado en la que aparezca la palabra abstención ni declaración aún en la que deje claro que su intención es ocupar el despacho principal de la calle Ferraz.

La zigzagueante prudencia con la que la presidenta de la Junta ha afrontado estos dos movimientos simultáneos ha sido vista por algunos como una virtud, pero para otros como una maniobra «un tanto sibilina», según apuntaba alguno de sus críticos en un acto a mediados de mes en Sevilla, en la que no ha terminado de dar la cara. El Comité Federal del pasado uno de octubre fue el punto de inflexión en esa nueva dimensión que ha adquirido la dirigente socialista durante este último año. Cuentan los expertos en Historia del Arte que Caravaggio inventó todo un mundo que poner delante del caballete: nuevos personajes en su sentido más social y caracterológico. El mural resultante de ese cónclave socialista colocó a Susana Díaz en el centro del cuadro a pesar de su esfuerzo por mantenerse en segundo plano. La dirigente socialista ha optado durante este 2016 en aplicar a su estrategia política la misma técnica con la que Caravaggio se convirtió en uno de los pintores más influyentes del Barroco: el claroscuro. Díaz ha tratado de resguardarse el mayor tiempo posible en las sombras para no quedar cegada por la luz que generó ese cónclave socialista que acabó con la dimisión de Pedro Sánchez y la formación de una gestora, que muchos vieron conformada a medida de la presidenta de la Junta.

Su estudiada ponderación no dio los resultados esperados, y tras aquel aciago sábado de octubre, Susana Díaz fue señalada como la principal promotora de la caída de Sánchez y días después como la ideóloga de la abstención. Su biografía fue revisitada para rebuscar «algún trapo sucio» en el proceso que la llevó a convertirse en el buque insignia de la federación socialista. La presidenta y su entorno reaccionaron a ese movimiento con una estrategia dirigida a acicalar esa imagen que empezaba a publicitarse. Un noviembre de frenesí, con apariciones televisivas y actos culturales en Madrid, una intensa agenda presidencial en Andalucía, colocando de nuevo al Palacio de San Telmo como el centro de la actividad andaluza subrayaron su perfil de mujer estado.