Ecoperiodismo

«Un ecólogo debe ser también un ecologista»

Entrevista a José Prenda, ecólogo y Catedrático de Zoología en la Universidad de Huelva

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
04 jul 2021 / 04:00 h - Actualizado: 04 jul 2021 / 04:00 h.
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  • José Prenda, ecólogo y Catedrático de Zoología en la Universidad de Huelva.
    José Prenda, ecólogo y Catedrático de Zoología en la Universidad de Huelva.

Jose Prenda es Catedrático de Zoología en la Universidad de Huelva donde ha sido director del Máster Oficial en Conservación de la Biodiversidad, además de enseñar «Biología de la Conservación» a estudiantes de Ciencias Ambientales, tanto españoles como Erasmus. Prenda representa a la universidad andaluza en el Consejo de Participación Pública del Espacio Natural Doñana y ha sido presidente del Centro Internacional de Estudios y Convenciones Ecológicas (CIECEM).

-¿A lo largo de tus más de 30 años de experiencia investigadora qué es lo que más te ha interesado?

-La ecología, la biodiversidad y la conservación de los medios acuáticos epicontinentales, labor que he desarrollado en diferentes universidades y centros de investigación nacionales (universidades de Sevilla, Córdoba y Huelva), y extranjeros (Institute of Freshwater Ecology -Reino Unido- y Universidad de Lisboa). He dirigido seis proyectos de investigación concedidos en convocatorias públicas y más de medio centenar de contratos de investigación con entidades públicas y privadas. He dirigido cinco tesis doctorales y he publicado más de un centenar de trabajos científicos. En la actualidad investigo sobre la biodiversidad de las aves y su estado de conservación en espacios agrarios y urbanos.

-Una labor científica comprometida que te ha cosechado reconocimientos.

-El año 2008 recibí el Premio Nueva Cultura del Agua de la Fundación del mismo nombre, en reconocimiento a toda una trayectoria de dedicación a la investigación y docencia a favor de la conservación de los ecosistemas y paisajes del agua.

-Ante todo, eres un ecólogo pero ¿qué es un ecólogo?

-Un científico que se interesa por las relaciones entre los seres vivos y su ambiente. En inglés ecólogo se dice ecologist, que se ha traducido al castellano por ecologista, que es un ciudadano preocupado e implicado en el estado de su medio ambiente. Entonces un ecólogo es también un ecologista o, al menos, debe serlo. Aunque aquí no cabe lo de «y viceversa”

-¿La visión panorámica de la ecología permite ver soluciones globales a los problemas de conservación?

-Sí y no. La ecología, especialmente a lo largo del tiempo, te aporta una visión global del estado de la biosfera. Una visión panorámica, como dices. Pero de ahí a aportar soluciones globales a la crisis de biodiversidad que se está produciendo, dista mucho. Los problemas de conservación poseen una etiología tan variada que tienden a merecer tratamientos bastante específicos, a la medida diríamos. La ecología aporta el conocimiento básico necesario para el desarrollo de medidas y programas diseñados para corregir procesos de extinción prematuros, que son los que induce la especie humana. Sin un conocimiento adecuado de la ecología del lince ibérico, de su ciclo de vida, de cómo usa el espacio, no hubiese sido posible nunca el desarrollo de un programa tan exitoso de reintroducción y reforzamiento como el que se está llevando a cabo.

-¿Hay entonces solución para los problemas de conservación?

-Los problemas de conservación no se resolverán hasta que no se asuma una verdadera ética ambiental que conceda a las distintas formas de vida que coexisten con la especie humana un valor equivalente al que nos otorgamos a nosotros mismos. Que tampoco es algo que haya sido así de siempre. Hasta el siglo XIX era legal la esclavitud. La igualdad de género, el respeto por las distintas opciones sexuales son cuestiones sobre las que no caben dudas pero por las que hay que seguir luchando. En el mismo plano de derecho y lucha hay que ubicar a la biodiversidad y su conservación.

-Tú eres también uno de los mayores expertos nacionales en ictiofauna. ¿Cuáles son los grandes problemas de la conservación de los peces en los ecosistemas andaluces?

-La biodiversidad acuática de medios continentales, esto es no marinos, es la más amenazada del planeta. Y lo que ocurre en los ríos, embalses y lagunas de Andalucía no iba a ser menos. El agua dulce es el recurso más esencial para el desarrollo de las sociedades humanas. Todas las culturas han florecido al lado de una fuente segura de agua. Agua para beber, para preparar los alimentos, para regar, para limpiar, para facilitar la evacuación de nuestros desechos. Cuando el agua abunda, como ocurre en climas templados, lluviosos de la Europa central y del norte, estos problemas se diluyen. Pero si el medio es árido, pobre o muy pobre en agua, como en Andalucía, los problemas del medio acuático se exacerban. En la cuenca del Guadalquivir, completamente regulada con cientos de embalses, la demanda de agua para distintos usos, especialmente para la agricultura que es la gran consumidora de agua, llega a superar a la cantidad natural disponible. Esto somete a estos ecosistemas a un estrés muy elevado, lo que se traduce, en primer lugar, en la falta de caudales circulantes. Los ríos no tienen agua o muy poca agua. No hay más que mirar al Guadaira, por ejemplo. La falta de agua reduce la capacidad de los cursos de agua para diluir los vertidos procedentes de aguas residuales. Al final lo que circula por los cauces es mayoritariamente el producto de nuestro metabolismo. A esto hemos de añadir la llegada permanente de especies exóticas e invasoras, la mayoría peces foráneos, depredadores, que colonizan la mayor parte de la red de drenaje, empezando por los embalses. Ante este panorama tan desolador, de embalses, falta de caudales, problemas de calidad y especies invasoras, no queda más que ser pesimistas. Muy pesimistas respecto al futuro de los ríos andaluces y de su fauna y flora nativas.

«Un ecólogo debe ser también un ecologista»
José Prenda.

-¿Tienen solución?

-Me encantaría decir otra cosa, pero me temo que a corto y medio plazo las soluciones son muy difíciles. El agua al ser un recurso primordial y prioritario para los humanos dificulta cualquier medida que promueva la conservación de las especies acuáticas, por muy sensata y racionalizadora que sea. Algunos problemas, como los de la calidad, tienen soluciones aceptables y de hecho se han conseguido grandes mejoras en este aspecto con la implantación generalizada de depuradoras (por imperativo europeo, no lo olvidemos). Pero el exceso de embalses o la falta de caudales por sobreexplotación del recurso hídrico, superficial o subterráneo, legal o ilegal, no podrán ser resueltos y mucho menos ante un escenario de cambio climático con más demanda y menos recurso. Y si hablamos de especies invasoras, más de lo mismo. Esta fauna exótica encuentra un caldo de cultivo ideal en medios perturbados, alterados, como los ríos y embalses de nuestra comunidad y además, muchas de ellas, proceden de sueltas intencionadas por parte de gente que con mejor o peor propósito -porque ya no les caben en el acuario y las sueltan en el río, o porque son especies con valor deportivo para su pesca- las van diseminando de manera continuada. Y una vez que se asientan, su erradicación o es imposible o costosísima. Ha habido iniciativas, muy costosas, de dudosa solvencia técnica, que han fracasado en el objetivo de eliminar peces foráneos de lagunas y otros medios confinados. Al final se acaba produciendo el retorno de las especies erradicadas, o de otras similares, porque la gente aún carece de la formación y la sensibilidad suficientes para que no realicen sueltas de especies exóticas, verdaderos atentados ecológicos, porque es así como hay que denominar a estos actos.

Y del camalote no digo nada...

-¿El problema de especies invasoras es tan grave como lo pintan?

-Sí, es muy grave. Primero por una cuestión empírica, tristemente. Hay numerosos ejemplos de cómo especies invasoras han provocado extinciones, en algunos casos locales, en otros definitivas, de especies nativas con gran valor de conservación. La correlación entre la llegada de especies de peces invasoras y la desaparición de las nativas es muy alta. Y esto se ha comprobado a distintas escalas espaciales, en la Península Ibérica, o en Andalucía. Y luego por la práctica imposibilidad de su erradicación. El coste del mantener a raya, que no eliminar, al camalote o jacinto de agua, en la cuenca del Guadiana es desorbitado. Y sus efectos son nefastos para este río, para la calidad del agua, para su biodiversidad, para la gestión del regadío, etc. Y con los peces pasa exactamente lo mismo. Sin considerar el gran aprecio que despiertan algunas de las especies invasoras de alto impacto sobre nuestra fauna nativa, como es el caso del siluro o del blacbás. Una de las estrellas de la pesca deportiva continental, de nefastas consecuencias sobre las especies que han evolucionado aquí durante millones de años.

-Recientemente has empezado a trabajar en un gran proyecto que tiene a las aves esteparias en el foco de atención.

-El trabajo de un biólogo involucrado en la conservación de la biodiversidad puede ser comparable, salvando obviamente las distancias, al de los sanitarios en los peores momentos de la pandemia. Estos se veían impotentes ante la acción de un agente desconocido, contra el que apenas tenían recursos y que no paraba de causar bajas, muchas más de las habituales. A nosotros se nos extinguen las especies delante de nuestros ojos y nos sentimos totalmente impotentes. Por la magnitud del agente causante que es la propia especie humana y su manera desorbitada, casi patológica, de cumplir con el imperativo biológico de la reproducción. Pero, también, porque a diferencia de la clase médica durante la pandemia, los biólogos de la conservación no siempre gozamos de la comprensión pública, por no decir que a veces nuestra actividad genera rechazo. Principalmente por la ausencia de una ética que valore la necesidad del mantenimiento de todas las formas vivas, la necesidad de que se eviten extinciones que no tocan, que son consecuencia directa de nuestro modo de vida, del cada vez mayor monopolio territorial que imponemos y de la sobrexplotación de los recursos.

-¿Porqué se centra esta investigación en el medio agrario?

-La agricultura contemporánea es un claro ejemplo de actividad humana casi perfectamente monopolista por cuanto no deja apenas resquicio al desarrollo de otros seres que no sean estrictamente el que interesa en cada cultivo. Y esto significa que la agricultura hoy en día se ha convertido en un potente agente de extinción, de las aves, de especies herbáceas sin interés agrario, de insectos, etc. Incluso de paisajes.

En la actualidad, nuestro interés se centra en el análisis de las tendencias de la avifauna de medios agrarios, especialmente de la esteparia, en relación con los usos agrícolas. Los cambios agrarios en Andalucía van con cierto retraso respecto a otros lugares, como suele ocurrir, y esto nos permite indagar mejor en los mecanismos que operan para forzar declives poblacionales en algunas especies de aves.

-Las aves esteparias están, además, ahora amenazadas por la eclosión de las grandes infraestructuras fotovoltaicas que se quieren instalar en muchos de esos ecosistemas sensibles para ellas. ¿Qué opinas al respecto?

-Este es un punto crucial y de máxima vigencia en cuanto a la conservación de nuestro territorio. Las energías renovables son imprescindibles e insustituibles para el desarrollo humano futuro. Si no se opta en tiempo y forma por esta alternativa energética, la viabilidad de la especie humana estará fuertemente comprometida, al menos como la conocemos hoy. Dicho esto, como en todo, la puesta en marcha de estas nuevas formas de obtención de energía han de someterse a mecanismos de ordenación que tengan en cuenta, por un lado, la previsión de la demanda energética y, por otro, el impacto ambiental que pueda causar su instalación. El desarrollo de la energía fotovoltaica debería plantearse desde el punto de vista de la optimización de las superficies cubiertas con placas, ajustándolas a una demanda prevista y primando espacios urbanos y periurbanos de menor coste de distribución. En segundo lugar, en caso de emplazamientos en medio no urbano, ya sea agrario o de otro tipo, es necesario seleccionar zonas con el mínimo impacto posible. De lo contrario, como parece estar sucediendo, se producirán procesos de implantación descontrolados, más o menos especulativos, sin previsión de la demanda, con el riesgo de que se forme una burbuja como aquella funesta del ladrillo. Y se causarán impactos ambientales irreparables en la medida en que puedan ser determinantes para la extinción de especies.

Al final, del paraíso acabamos haciendo un infierno. La solución al más grave problema al que se ha enfrentado la humanidad reciente, el cambio climático, la vamos a acabar convirtiendo, de manera bastante gratuita, en otro gran problema.

-Has escrito recientemente que uno de los errores básicos en los que hemos caído es en disociar nuestra especie, el ser humano, de la naturaleza como si fuesen independientes una de la otra.

-Así es. La soberbia nos ciega y nos creemos seres de otra naturaleza, al margen de las leyes universales que inexorablemente hemos de cumplir, que no son más que las de la física y los principios que guían la evolución de los seres vivos. Y esto, obviamente, es un error mayúsculo que nos puede conducir al desastre.

-¿Tenemos futuro como especie o acabaremos extinguidos como los dinosaurios?

Por supuesto que acabaremos extinguidos, de eso no nos ha de caber ninguna duda. Lo contrario sería una distopía. Aunque una cosa es extinguirse prematuramente, como nosotros estamos induciendo en una fracción significativa de la biodiversidad planetaria, con lo que nos estaríamos aplicando nuestra propia medicina; y otra esperar a que caiga el meteorito que nos haga desaparecer cuando corresponda.

-¿Entonces, cuáles son las claves para no extinguirnos a nosotros mismos?

-A día de hoy tenemos capacidad de resolver muchos problemas, como se está demostrando con la pandemia. Igualmente podemos frenar la pérdida de especies que estamos provocando, sin grandes dispendios, sin necesidad de planes faraónicos, solo con humildad, sentido común y una ética que nos coloque donde debemos estar en relación a al resto de formas vivas. La agricultura, la generación de energías limpias y el conjunto de actividades que desplegamos para construir nuestras sociedades han de ser plenamente compatibles con el mantenimiento de la biodiversidad. Lo contrario hará de ‘Blade Runner’ un cuento de hadas.