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Ecoperiodismo

Un informe europeo detecta productos infantiles tóxicos que siguen en el mercado

Entre los productos analizados con presencia de disruptores endocrinos figuran juguetes para la dentición, tazas para sorber, biberones e incluso ropa y complementos

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
09 jul 2023 / 04:00 h - Actualizado: 09 jul 2023 / 04:00 h.
"Ecoperiodismo","Cáncer de mama","Discapacidad","Juguetes"
  • Imagen de archivo. / Pixabay
    Imagen de archivo. / Pixabay

Un proyecto conjunto de varias organizaciones de consumidores de Austria (Verein für Konsumenteninformation), Bélgica (Testaankoop/Testachats), Chequia (dTest), Dinamarca (Forbrugerrådet Tænk), Francia (UFC-Que Choisir), Italia (Altroconsumo) y Eslovenia ( Zveza Potrošnikov Slovenije – ZPS), ha detectado disruptores endocrinos que pueden afectar gravemente a la población en general pero con mayor virulencia a la población infantil.

Según el estudio de las organizaciones de consumidores europeos, el 60% de los 121 productos para niños analizados contenían o liberaban al menos un tipo de bisfenol, pero en muchos casos dos o más bisfenoles, incluidos bisfenol A (BPA), bisfenol F (BPF) y bisfenol S (BPS). Entre los productos evaluados figuran textiles para bebés y zapatos de cuero, juguetes para la dentición, tazas para sorber, biberones, pantuflas para bebés, calcetines para niños, y mantas para bebés y gafas de sol infantiles. En muchos casos, se trata de productos que entran en contacto con la piel de los niños o que pueden llevarse a la boca.

Los denominados disruptores endocrinos, de los que tal vez uno de los más peligrosos sea el biosfenol, son en realidad toda una serie de sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal del organismo humano y generar su disfunción, lo que puede llegar a causar diferentes enfermedades relacionadas con la salud reproductiva de la mujer (cáncer de mama, infertilidad, pubertad precoz, etc.), trastornos de la función reproductora masculina (afecciones de próstata, pérdida de la calidad seminal, malformaciones congénitas del aparato reproductor), trastornos metabólicos (diabetes u obesidad), enfermedades neurológicas (trastornos del comportamiento, déficit de atención e hiperactividad, enfermedad de Parkinson, etc.), cáncer de tiroides o trastornos cardiovasculares. El problema fundamental es que por lo general el efecto de los disruptores endocrinos sobre el organismo es acumulativo e irreversible y se pueden transmitir de una generación a otra sin que se haya manifestado patológicamente.

Tras conocer el estudio, la organización Hogar sin tóxicos ha solicitado al Ministerio de Consumo que se impulse la realización de análisis en una serie de productos infantiles para conocer el posible grado de exposición de los niños españoles a bisfenoles problemáticos.

Según el director de Hogar sin tóxicos, Carlos de Prada, “es lamentable que nos enteremos de estas cosas por lo que publican organizaciones de la sociedad civil y no a través de las autoridades, que son las que deberían vigilar, controlar e informar sobre este tipo de riesgos para la salud, tanto si se trata de sustancias reguladas como si no”. La exposición a estas sustancias puede causar efectos a muy bajas concentraciones, “y esto es más preocupante aún en el caso de los niños, que por estar en pleno desarrollo son más sensibles a los efectos de los contaminantes de acción hormonal”.


Los controles oficiales sobre estos tóxicos en la actualidad son “pocos y enormemente insuficientes”, aclaran desde Hogar sin Tóxicos, que explican que suelen ceñirse a un número limitado de productos y se buscan solo unas cuantas sustancias tóxicas concretas, “básicamente aquellas sobre las que se han dictado algunas normas legales de prohibición o restricción, y no otras, cuando es sabido que un muy alto porcentaje de las sustancias que la comunidad científica ha identificado como peligrosas, y a las que se expone la población diariamente, siguen sin estar debidamente reguladas”.

Lo cierto es que las actuales normas nos desprotegen frente a una buena parte de la toxicidad química a la que nos exponemos, como la que tiene que ver con la alteración hormonal. Hay una infinidad de sustancias tóxicas que no han sido reguladas y que suponen un riesgo real para la población: “Una sustancia tóxica es igual de tóxica y causa los mismos daños en la salud, aunque no figure en la lista de las que han sido reguladas o prohibidas; no se debe esperar a que se prohíba sino que ha de aplicarse el Principio de Precaución tomando como referencia el grado de conocimiento actual de la ciencia sobre los riesgos de tales sustancias”, explica de Prada.

La Sociedad Europea de Endocrinología ha denunciado reiteradamente que existe una serie de sustancias químicas a las que se expone cotidianamente la población y que están “contribuyendo sustancialmente a las enfermedades y discapacidad que pueden padecer las personas a lo largo de su vida, con un coste de cientos de miles de millones de euros al año“. Esta entidad, integrada por 45 sociedades científicas de los distintos países europeos, entre ellas la SEEN española, ha pedido a las autoridades que adopten medidas para reducir la exposición humana a estos químicos tan perjudiciales, poniendo el foco en las deficiencias de los procedimientos por los que se evalúan y autorizan.

La propia Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) ha apuntado que, a causa de sus riesgos comprobados, puede ser necesaria la restricción de más de 30 bisfenoles, e incluso ha avisado que la lista puede ser en realidad mucho más larga a medida que se vayan teniendo más datos de la toxicidad de cada uno de ellos. Pero puede pasar mucho tiempo hasta que ello llegue a materializarse en una regulación efectiva.

Ni siquiera el bisfenol A, el más conocido y estudiado de estos contaminantes químicos y ya considerado oficialmente “extremadamente preocupante”, ha sido aún debidamente regulado, y se ha tardado décadas en conseguir que se establezca la restricción legal de algunos usos concretos de esta sustancia. Aparte del BPA, hay decenas de otros bisfenoles que pueden tener efectos nocivos similares y que todavía no han sido regulados.


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