Un poema. Una mujer

Entrevista a Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía. La mujer más poderosa al sur de Madrid se confiesa lectora de poesía. Incluso escritora para ella misma. Y al mismo tiempo, sus pies nunca se han movido de las aceras de su arrabal de El Tardón, una bandera de sus calles y su gente que siempre lleva a gala

01 dic 2017 / 23:01 h - Actualizado: 01 dic 2017 / 23:21 h.
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  • Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, posa en la hemeroteca de El Correo de Andalucía, en el cortijo de la Gota de Leche. / Jesús Barrera
    Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, posa en la hemeroteca de El Correo de Andalucía, en el cortijo de la Gota de Leche. / Jesús Barrera

Las mujeres españolas pudieron votar, por primera vez, hace 84 años. Fue el 19 de noviembre de 1933. Actualmente, las mujeres continúan en clara desventaja con respecto a los hombres. Sus sueldos, aunque realicen el mismo trabajo que los hombres, son sensiblemente inferiores. El cuidado de los hijos y las cargas domésticas parece que son cosa de la mujer y lo son de forma casi obligada.

Sevilla ha amanecido con algunas gotas de lluvia. Hacía meses que no sucedía. Espero a mi invitada en la Hemeroteca de El Correo de Andalucía.

Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, es una mujer muy amable y generosa en el trato.

Comenzamos nuestra conversación mirando al pasado, a la Andalucía de los años 70.

«Afortunadamente, ha cambiado y mucho. Mi generación ha vivido una tierra en democracia, en libertad y en pleno desarrollo. Las generaciones de mis padres y de mis abuelos tuvieron que sufrir aquella Andalucía subdesarrollada. Dentro de dos días vamos a conmemorar el 4 de Diciembre, el día que un millón y medio de andaluces salieron a la calle diciendo que ya estaba bien, que Andalucía debía tener las mismas oportunidades».

La presidenta de la Junta de Andalucía dibuja despacio ese barrio en el que nació, en el que creció.

«Nací en un barrio, El Tardón, de gente obrera, trabajadora; de gente que sabía perfectamente que si no se luchaba, que si no se trabajaba, era difícil salir adelante. Eso creo que marca bastante, marca tu vida, tu desarrollo personal. Y, cuando vuelvo todos los días al barrio, eso me liga a la realidad de la calle, a la que viven las personas. Sabes perfectamente si lo estás haciendo bien o tienes que cambiar algunas cosas para dar respuesta».

Cuando se refiere a sus padres lo hace con enorme cariño, casi con devoción.

«La inmensa mayoría de los padres, como los míos, querían que sus hijos estudiaran para tener más oportunidades. Esa ha sido la revolución, el cambio de Andalucía, un cambio social en el que hijos de fontaneros, en mi caso, un fontanero y un ama de casa de los que me siento profundamente orgullosa, hijos de albañiles o encofradores hoy son médicos, abogados, alcaldes, o en mi caso, presidenta de la Junta de Andalucía. Y esa es la revolución que ha habido en Andalucía en este tiempo».

Susana Díaz afirma que ha sido capaz de conservar las amistades de siempre, que gracias a seguir viviendo en su barrio mantiene las raíces, la identidad intacta y que «El Tardón es un barrio que se ha hecho a sí mismo». Las cosas han cambiado, pero lo esencial sigue en su sitio.

«La idiosincrasia de Triana es única, lo es su manera de ser. Se han perdido muchos corrales, queda muy poco de aquella manera de vivir que tenían nuestros abuelos y nuestros padres, se han perdido algunas de las raíces culturales, otras se han salvado (como es el caso del Museo de la Cerámica y ese aire alfarero que tiene el barrio), pero la identidad de cómo viven los trianeros al otro lado del río forma parte de nuestra manera de ser y es bonito que se siga manteniendo la cultura, las costumbres, la Semana Santa, la propia Velá de Santa Ana y de Santiago en el mes de julio. Todo eso forma parte de un barrio que tiene mucho sabor».

Explico a Susana Díaz que un poema me conmocionó siendo un chaval y decidí que sería escritor después de leerlo, que la única forma de pasar por este mundo era escribiendo. Le leo ese poema de Rubén Darío. Escucha con atención y media sonrisa. Confiesa que ella es «una amante de la poesía; lectora y humilde escritora cuando tengo un hueco. Pero sólo para mí, sólo para consumo personal. Lo disfruto y mucho».

Aprovecho para intentar saber qué fue eso que hizo que ella decidiera que el mejor camino era la política.

«Lo que viví en un barrio. La diferencia de una calle hacía que los chicos y las chicas que vivíamos a este lado tuviéramos menos posibilidades que los que vivían al otro. Y yo decía: pero ¿por qué? Esto es injusto. Si vamos al mismo colegio, si vivimos en la misma zona? ¿Por qué nosotros tenemos menos posibilidades que ellos? ¿Por qué nosotros no tenemos enciclopedia en casa? ¿Por qué nosotros no tenemos máquina de escribir? La mía entró en mi casa cuando yo tenía 14 años. Pensaba: esto no es justo. Y esa rebeldía por querer cambiar lo que no era justo fue la que me hizo acercarme a la política y al PSOE, porque entendía que era la manera con la que yo podía aportar y cambiar las cosas».

Recuerda esos versos de juventud escritos desde el compromiso social, versos rebeldes que buscaban otra realidad. Matiza.

«Pero en mi familia no había nadie que se dedicase a la política, nadie. Se venía de esa etapa en la que no se quería hablar de política en las casas porque daba miedo. Los abuelos te enseñaban y te decían: aquí no se habla de política ni de fútbol si hay de los dos equipos. En mi casa fue un shock que quisiera militar en un partido político».

¿Sigue pensando que el mundo se puede cambiar?

«Estoy convencida de que sí. Siempre tendrá que estar en continuo cambio, nunca será suficiente. Hay que contribuir entre todos para que el mundo sea mejor».

Le recuerdo que para cambio, que para demolición de la zona de confort, ya tenemos el nacimiento de un hijo.

«Eso es lo mejor que me ha pasado en la vida. Lo deseaba mucho y tardó muchísimo en llegar, prácticamente tuve que ir a buscar a la cigüeña que no aparecía; pero te cambia la vida radicalmente. Hace que te acerques a los problemas de otra manera, ves el mundo con otros ojos. Y es el amor más limpio y más sano que uno recibe. Dicen que después los sufrimientos son proporcionales, pero para mí es lo más grande que me ha pasado en la vida. Cuando ahora me quejo y digo: no duermo por la noche, me dicen que ya no voy a dormir nunca. Después, porque saldrá por las noches, a ver a qué hora llega... Los problemas irán cambiando, pero ya nunca recuperarás el sueño. Bendito insomnio ¿verdad?»

Intuyo que es difícil ser madre y presidenta de la Junta de Andalucía. Le pregunto sobre esa mezcla que parece tan explosiva y sobre cómo lo vive.

«Genial porque cuando llegas a casa y te echa la sonrisa o te mira... Minimizas todos los problemas. Eso cambia radicalmente todo. Ves el valor de las cosas y les das ese valor en su justa medida. Además, yo concilio con mi pareja. No me ayuda, conciliamos, nos dividimos la tarea y entre los dos tiramos. Y también reconozco el papel que tienen las abuelas y los abuelos. Es que son fundamentales».

Se detiene un instante y añade: «Hay que dar más apoyo social a los padres y madres que quieren tener niños porque esa es la asignatura pendiente que tiene nuestra sociedad. Nos quejamos de que la demografía es un problema y que no vienen niños al mundo, pero no vemos que los padres necesitan una cobertura y un apoyo para poder serlo. Esa es de las cosas que hay que cambiar a mejor».

Con frecuencia olvidamos que esas personas a las que vemos en las pantallas de la televisión y que ostentan cargos de mucha responsabilidad, son personas que aman, sufren, disfrutan o pasean como cualquiera.

«A mí me parece muy sano llorar. Es una reacción humana muy sana. Llorar de alegría, llorar de tristeza, de pena... Me parece muy sano. Liberar emociones siempre es positivo. Claro que sí, siempre lo he hecho, es algo que no oculto. Tenemos que dejar muchas imposturas y ser más naturales. A mí me emocionan muchas cosas. Confieso que me emociono con mucha facilidad, en el ámbito privado y en el público. En mi casa con mi pequeño, cuando cojo el trolley y él lo asocia con que mamá se va, me emociono. Ahora que estamos en un momento previo a la Navidad, cualquier cosa que hago con el niño o con los sobrinos me emociona. Mis padres, su cara de satisfacción cuando hago algo bien. Y me emociono mucho como presidenta por las cosas que veo en Andalucía. Nosotros tenemos una tierra muy grande, tenemos gente que merece muchísimo la pena, que hace cosas por los demás. En cualquier rincón de nuestra tierra encuentras gente entregada, comprometida y que regala vida. Me emociono mucho cuando llego a los hospitales y veo a los magníficos profesionales que salvan vidas y que cuando no pueden hacerlo ayudan para proporcionar buena calidad de vida. Me emocionan los maestros que, como en mi caso, le decían a mi padre ‘que estudie, que la niña estudie’, y que no desperdician ni una sola oportunidad para recuperar a un chaval para que tenga esperanza en un futuro mejor. Y me emociona la gente que de forma solidaria ayuda a quien tiene enfermedades raras o alguna discapacidad. Andalucía es una tierra única».

¿Hablamos de las cosas que ha tenido que dejar abandonadas por el camino? Porque supongo que es inevitable siendo presidenta de la Junta de Andalucía ¿no?

«Procuro no renunciar a nada. No he renunciado ni a ser mamá. Y en eso he sido constante. 15 años hasta que lo he logrado. Intento no renunciar a aquello que quiero, que deseo y que creo que te enriquece como persona. Tengo la suerte de tener, prácticamente, los mismos amigos de siempre, mi familia es maravillosa y unos compañeros y compañeras de partido que, para mí, son una segunda familia que libremente elegí y que me da toda la fuerza que necesito para arrancar cada día. Que no es fácil. Todas las mañanas cuando te levantas no son iguales y los problemas a los que te enfrentas tampoco son los mismos».

Parece que termina su contestación. Pero no.

«Sí, he dejado algo. Un poquito el fútbol. Ahora tengo que ser de todos los equipos. Una anécdota. Soy una bética convencida. Con cuatro o cinco años ya iba con mi padre, con mi abuelo, con uno de mis tíos y uno de mis primos, al campo de fútbol. Fui muchos años socia del Betis. Cuando el Rey todavía era príncipe, nos fuimos a Turín (Italia) a ver la final de la copa de la UEFA que jugaba el Sevilla. Yo me decía: aquí sabe todo el mundo que soy más bética que el escudo, pero se portaron conmigo genial. Todos. Llegó ese momento en que nos salió el sentimiento patriótico que nos hizo sentir que el Sevilla era el nuestro y me di la vuelta para decir al príncipe: Si usted me ve aquí animando al Sevilla es que España tiene arreglo. El fútbol sí me lo he dejado en el camino».

Las mujeres nunca lo han tenido fácil en la sociedad. Un mal que se arrastra desde hace siglos. No quiero dejar escapar la oportunidad de tener a Susana Díaz enfrente sin comentar este asunto.

«Todavía, hay muchos techos de cristal y de hormigón. Y muchas dificultades a las que se tienen que enfrentar las mujeres. Con la crisis económica la cosa ha ido a peor. Muchos avances en igualdad que se habían conseguido a lo largo de la democracia se han perdido. Con la excusa de la crisis todo valía. Y la igualdad ha sufrido de forma considerable. Es más difícil todo siendo mujer. El estereotipo, los tópicos y las exigencias, no son fáciles. ¿Hay mayor desigualdad que poder perder la vida a manos de tu pareja o expareja por el hecho de ser mujer?»

Y el futuro ¿podremos trazarlo con garantías?

«Estoy intentando participar en el boceto de la Andalucía del futuro, una Andalucía que tiene que ser potente, que tiene muchísimas posibilidades. Creo que lo mejor está por llegar a esta tierra».

Siempre he pensado que no es necesario partir desde las grandes cosas para construir o para llegar lejos. Lo importante es mantener una base estable aun siendo sencilla, una plataforma en la que quepa lo fundamental. Sólo. Y Susana Díaz me parece que es un ejemplo contundente y me permite reafirmar la idea.

Una mujer que ama su tierra, a los andaluces. Una mujer sensible que ama la poesía. Una mujer que es madre y sabe que nada puede compararse al amor que te entrega un hijo. Una mujer.