Un sentir a golpe de agravio

Pese a la historia y cultura comunes, es siempre la amenaza externa o sospecha de desigualdades lo que aviva el sentimiento de unidad como pueblo

03 dic 2016 / 22:02 h - Actualizado: 04 dic 2016 / 09:52 h.
"Historia","4D: Autonomía andaluza"
  • Un sentir a golpe de agravio
  • El Correo llamó a movilizarse el 4D de 1977. / El Correo
    El Correo llamó a movilizarse el 4D de 1977. / El Correo
  • Los andaluces votaron el Estatuto de Autonomía el 28 de febrero de 1980. / Archivo fotográfico de El Correo
    Los andaluces votaron el Estatuto de Autonomía el 28 de febrero de 1980. / Archivo fotográfico de El Correo
  • De izq. a dcha., Ángel López, Miguel Ángel Pino, Pedro Luis Serrera, Carlos Rosado, José Rodríguez de la Borbolla, Juan Carlos Aguilar y Javier Pérez Royo, padres del Estatuto aprobado en 1981. / Pablo Juliá
    De izq. a dcha., Ángel López, Miguel Ángel Pino, Pedro Luis Serrera, Carlos Rosado, José Rodríguez de la Borbolla, Juan Carlos Aguilar y Javier Pérez Royo, padres del Estatuto aprobado en 1981. / Pablo Juliá

La historia demuestra que el sentimiento identitario de los andaluces crece de forma directamente proporcional a la percepción de amenazas externas por ataques directos o agravios comparativos. Desde Demófilo a Blas Infante hasta los ideólogos de la autonomía conquistada con el Estatuto de 1981, como el catedrático de Antropología Social Isidoro Moreno, justifican la existencia de una unidad social con «espíritu de un mismo pueblo» basado en una historia y una cultura comunes mantenida con «continuidad» pese a «azares o accidentes de la historia» (Ideal Andaluz, 1914). Otra cosa es la fuerza, capacidad o interés en defender esa identidad común.

Retraso y municipalismo

El atraso educativo de un pueblo formado históricamente por obreros y jornaleros sin burguesía e intelectualidad, y una economía no productiva basada en ofrecer la materia prima que otros transformaban y comercializaban, explican en parte la desmovilización por cuestiones identitarias. También el peso del municipalismo.

Blas Infante ya habla en el Ideal Andaluz de que mientras «en Cataluña una sola voz, cada vez más reforzada, exige del centralismo el respeto a sus derechos, Andalucía no tiene aún una sola voz. Cataluña exige. Las provincias andaluzas ruegan». El proyecto de Estatuto de Autonomía que la Guerra Civil frustró deja claro el poder de diputaciones, ayuntamientos y mancomunidades y fija que la sede y reuniones del Cabildo Regional itinerara (una idea que en la última campaña electoral recuperaron algunos partidos). Durante la redacción del Estatuto de 1981, la cuestión de la capitalidad fue polémica por el temor a cambiar un centralismo estatal por uno andaluz (se habló de Antequera como centro geográfico). Aún hoy, la crítica al centralismo sevillano sigue vigente y proyectos como la gran caja única se truncaron en parte por las tensiones municipalistas.

Respuesta a la amenaza

Parece que el pueblo andaluz se une y activa sólo a golpe de orgullo herido. Fue la fuerte represión centralista contra los movimientos obreros y regionalistas de finales del XIX la que llevó al Partido Federal a proyectar en 1883 un Cantón andaluz con una fallida Constitución que proclama a Andalucía «soberana y autónoma» y que «no recibe su poder de ninguna autoridad exterior». El proyecto de Estatuto de 1931 da potestad legislativa para contrarrestar cualquier medida de «exclusión o disfavor» que dicte otro territorio «en perjuicio de los españoles andaluces». Y fue la idea de que en el Estado de las autonomías que se estaba fraguando en la Transición Cataluña, el País Vasco y Galicia tenían reservado un estatus superior la que sacó a dos millones de andaluces a la calle hace 39 años.

La manifestación del 4 de diciembre de 1977 fue convocada tras la demostración de fuerza que hizo Cataluña en su Diada (9 de septiembre) y una masiva concentración por la autonomía en Valencia (9 de octubre). «Pensamos que como aquí no levantáramos la voz se nos iba la idea de construir un país en el que todos los territorios fueran iguales. Defendimos unos niveles homogéneos», explica el expresidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla. Como secretario general del PSOE andaluz, fraguó la convocatoria con el responsable de relaciones políticas del partido Curro Rodríguez, y con el secretario del comité local del PCE Antonio Falcón. Por las mismas fechas, un grupo de andalucistas había creado «una comisión gestora» para convocar a todas las fuerzas políticas, sindicales, culturales y ciudadanas a una «campaña de sensibilización del pueblo andaluz que culminara en una magna concentración expresiva de la existencia de un pueblo y de la nacionalidad andaluza».

El éxito de la unidad

Aunque PSOE y los andalucistas se disputan hoy la paternidad, la manifestación contó con el apoyo de todas las fuerzas. «Con el primero con el que hablamos fue con Antonio Zoido, secretario general del Partido de los Trabajadores de España, porque sabíamos que si nos decía que sí, el PCE nos iba a decir que sí. Luego hablamos con el PSA para que UCD también nos dijera que sí, y una vez que tuvimos ese núcleo ya se lanzó», explica Borbolla.

Hoy, una treintena de colectivos sociales y políticos, con Podemos e IU a la cabeza, buscan reactivar de nuevo el resorte identitario para «reclamar soberanía y autogobierno», bajo la idea de que los impulsores de la del 77, traicionaron al pueblo andaluz y vendieron como logro una «muy limitada autonomía» que mantiene a Andalucía «dependiente y subalterna del régimen político que se instauró en la Junta», gobernada desde entonces por el PSOE (en solitario o con el PA e IU).

Café para todos con 2 vías

Con el impulso del clamor popular de 1977, el sevillano exministro de UCD Manuel Clavero Arévalo, que acuñó el famoso «café para todos», se enfrentó a su partido para que la Constitución del 78 no distinguiera entre nacionalidades y regiones y que todos los territorios pudieran acceder al mismo estatus. Eso sí, se creó una vía rápida para las consideradas históricas, pensando sólo en Cataluña, País Vasco y Galicia.

Para que Andalucía optara, como pidieron los andaluces en la calle por la vía rápida pese a que voces del PSOE como Alfonso Guerra defendieron inicialmente que no había diferencia hubo que hacer un referéndum el 28 de febrero de 1980 que había que ganar en todas las provincias (UCD hizo campaña por la abstención). Se perdió en Almería. Aprovechando la moción de confianza al presidente Adolfo Suárez, los diputados del PA negociaron su apoyo a cambio de usar un vericueto legal para salvar ese escollo.

A partir de ahí se elaboró el Estatuto de Andalucía aprobado el 20 de octubre de 1981 con el voto en contra del PP. Fue reformado en 2007, de nuevo al albur del Estatut catalán para que Andalucía no se quedara atrás, y fue el PA quien se desmarcó por verlo insuficiente.

El soberanismo actual

Hoy, existen de nuevo tensiones territoriales encabezadas por el órdago soberanista catalán. Sobre la mesa está la reforma de la Constitución y del modelo autonómico. Pero artífices del Estatuto de 1981 como Borbolla o Carlos Rosado no ven, aún, amenazas que justifiquen un nuevo 4D. Sí la necesidad de estar alerta, algo que la actual presidenta andaluza, Susana Díaz, proclama igualmente.

Clavero también duda de que sea el momento y, sobre todo, defiende que el éxito de cualquier movilización pasa porque sea «de todos».

Pero los convocantes de hoy se movilizan precisamente contra el modelo de autonomía diseñada entonces y por cómo la han desarrollado durante 39 años, apelando a un descontento social con la evolución de Andalucía que indudablemente existe. Pero también son partidarios del derecho a la autodeterminación, una opción que aprueba menos del 3 por ciento de los andaluces. Unir una cosa con la otra ha sido el éxito del movimiento soberanista catalán. Está por ver su efecto en Andalucía.