Un tercio del alumnado de Primaria y el 20% en ESO sufre acoso escolar

Una encuesta entre 3.000 estudiantes de 35 centros revela que los casos aumentan durante el curso y alerta de la figura de víctimas que a su vez agreden al normalizar este tipo de conductas

25 ene 2017 / 14:22 h - Actualizado: 26 ene 2017 / 08:57 h.
"Educación","Acoso escolar","Infancia"
  • La psicóloga Eva Romera (dcha.) presentó ayer el estudio del Centro de Estudios Andaluces. / El Correo
    La psicóloga Eva Romera (dcha.) presentó ayer el estudio del Centro de Estudios Andaluces. / El Correo

Las cifras oficiales de la Consejería de Educación hablan de una incidencia del acoso escolar en las aulas andaluzas del 0,03 por ciento. Son los casos que hacen saltar las alarmas, los que se denuncian oficialmente y en los que se pone en marcha el protocolo de actuación ante estas situaciones. Pero ¿cuál es la percepción de los alumnos en su día a día en clase? Acercarse a esa realidad es el objetivo de un estudio dirigido por la profesora de Psicología de la Universidad de Córdoba, Eva Romera financiado por el Centro de Estudios Andaluces realizado a partir de 3.000 encuestas a estudiantes de 5º y 6º de Primaria y de los cuatro cursos de Secundaria en 35 centros públicos y privados (20 colegios y 15 institutos) durante el curso pasado. Los resultados resultan mucho más alarmantes ya que un tercio de los alumnos de Primaria y un 20 por ciento de los de ESO reconoce haber sufrido insultos, agresiones físicas más o menos graves o amenazas en directo (bullying) mientras que un 9 por ciento ha sido víctima de la difusión de rumores o fotos comprometidas y deningrantes, suplantación de personalidad, amenazas o insultos a través de internet (cyberbullying). La cifra de quienes admiten ser agresores es del 2,6 por ciento en Primaria y del 6 por ciento en ESO (2 y 5 por ciento respectivamente en el caso del cyberbullying). Pero si hay un dato en el que Romera hizo hincapié es en la figura de «agresores victimizados», chicos y chicas que han sido víctimas de acoso y a la vez han ejercido acoso sobre otros (15 por ciento en Primaria y 17 por ciento en ESO y un 7 por ciento en el caso del uso de internet). «Indica que hay una confusión entre lo que está bien y lo que está mal y se asumen como normales compartamientos que no lo son. Es necesario un trabajo profundo con esta confusión moral», subraya la directora del estudio.

La encuesta fue realizada en dos tandas: en octubre de 2015, a principios del curso escolar, y en mayo de 2016, al final del mismo, y los resultados demuestran que la comunidad educativa no está acertando a la hora de atajar este fenómeno. Las situaciones de acoso escolar se mantienen estables durante todo el curso e incluso en el caso de Secundaria se produce «un aumento notable al finalizar el curso» en el porcentaje de agresores. Algo no está funcionando.

Romera dejó claro que este problema no se ataja «trabajando sólo con víctimas y agresores» ya que el acoso escolar ocurre «porque hay un grupo que lo permite». No en vano, más de la mitad de los escolares encuestados reconoce haber asistido como espectador a agresiones verbales o físicas entre sus compañeros. Al igual que en el caso de los agresores victimizados, la indiferencia de estos espectadores incide en la normalización de conductas que no deberían verse como normales.

Para la directora del estudio, resulta clave formar al profesorado para que sepa actuar ante este tipo de situaciones así como a la familia donde, según Romera, no es tan efectivo el control, por ejemplo, del uso de internet y las redes sociales como hacer que «los hijos tengan confianza con los padres para contarles lo que les pasa» o lo que ocurre a su alrededor.

En uno y otro ámbito «hay que dedicarle tiempo y espacio a hablar de las relaciones sociales» que entablan los escolares entre sí porque «las actitudes dentro del grupo, las normas morales y las creencias por las que se guían van a determinar el mayor o menor riesgo de implicación» en situaciones de acoso escolar como víctimas, como agresores o como ambos. Hay un patrón común tras el bullying o el cyberbullying: «la falta de consideración al otro y no tener en cuenta las normas». Son por tanto aspectos «morales» que deben formar parte del proceso educativo.