Llevan un rato en Sevilla y parece que nacieron aquí. El proceso de mimetización de este nuevo concepto de hamburguesería, eminentemente delivery, con una de las plazas más clásicas de la ciudad ha sido tan sorprendente como veloz y no me extraña. La simpatía y profesionalidad de un equipo que parece que lleva años trabajando juntos, con Fernando Osnaya a la cabeza, te hace sospechar, desde que entras por la puerta, que no estamos ante la típica tienda de comida rápida con el único objetivo de ganar dinero fácil. La ilusión con la que transmiten la forma de elaborar cada burger te enamora, y eso es genial.
El inicio de la elaboración de las hamburguesas, carne picada en forma de bolas.
El concepto de Bunny es sencillamente peculiar a la vez que admirable, como me cuenta su gerente, Erika Salcedo. Una joven mexicana enamorada de Sevilla que llegó a la ciudad hace unos años y echó raíces. Aunque no tenía conocimientos hosteleros, sí tenía muy claro qué quería montar y se puso manos a la obra. Buscaron con cariño un local que cumpliera con sus necesidades y han seleccionado los proveedores nacionales e internacionales que mejor se adaptan a lo que entendía que al público de Sevilla le gustaba. La máxima en este sentido era que todo, absolutamente todo, fuera fresco y servido en el día. Tanto es así que la misma carne con las que elaboran las bolas que posteriormente transforman en planas hamburguesas, llega cada mañana a la puerta de restaurante donde está el personal esperándola. Sí, cada mañana. Sí, todos los días. ¿Y saben qué? Que cuando se acaba la carne del día, se acaban las hamburguesas y cierran hasta el día siguiente. De hecho, ya ha pasado en algunas ocasiones en estos dos meses que llevan abierto. Imaginen hasta dónde llega el compromiso de Erika con la calidad del producto y con sus clientes. No en vano la facturación del primer mes al segundo se ha duplicado.
Se aplastan las bolas para seguir con el proceso.
Así es el proceso de elaboración
El proceso de elaboración es el siguiente. Tras recepcionar la carne picada, que viene perfectamente embalada a temperatura ideal para su conservación, el empleado de turno empieza a darle forma a las albóndigas con un peso aproximado de setenta y cinco gramos cada una. Por otro lado, se va cortando la cebolla y los pepinillos poco a poco. Nada de grandes cantidades. Es preferible que el cliente espere un minuto más y se lo coma recién partido, a que este seco. Una vez elaboradas las bolas, se colocan dos sobre la plancha caliente y se aplastan hasta convertirlas en láminas circulares de tres o cuatro milímetros de grosor antes de darle la vuelta. Una vez volteadas, se le añade el queso que se funde instantáneamente. Mientras, un pan de leche y mantequilla se tuesta y, prácticamente a la vez, como si de un paso de baile sincronizado se tratara, salen de la plancha, se montan una sobre la otra y se introducen en el pan caliente para servir al cliente, no sin antes darte un toque de ketchup y mostaza.
El fin del proceso a la plancha.
La oferta de la smashed burger se complementa con las patatas de doble cocción y, de postre, una delicia rellena de cacao que se está convirtiendo en ideal complemento para esta deliciosa experiencia. Como podrán ver, no hay varias clases de hamburguesas, sólo una. No está la opción de elegir ante un interminable cartel lleno de diferentes opciones. Quien apuesta por ellos saben que tienen que comer lo que sirven y que, sin complicaciones, es el mejor producto posible. Eso sí, les advierto de un cosas. La amabilidad, el trato al producto y el resultado final hace que Bunny sea adictivo para cualquier público. Yo ya estoy deseando volver.
