Borges, la palabra mágica

María Kodama presentó el año Borges en el Centro de Arte Moderno de Madrid para conmemorar los 30 años de su muerte, cuando su obra repleta de poesía sigue fascinando a lectores e inspirando libros

07 ene 2016 / 19:52 h - Actualizado: 08 ene 2016 / 15:02 h.
"Literatura"
  • La inconfundible figura de Jorge Luis Borges protagoniza una de las efemérides literarias del año. / El Correo
    La inconfundible figura de Jorge Luis Borges protagoniza una de las efemérides literarias del año. / El Correo
  • La escritora y traductora María Kodama, compañera de Borges. / El Correo
    La escritora y traductora María Kodama, compañera de Borges. / El Correo

A los 20 años Borges visitó España con su familia y se conectó con el movimiento ultraísta. Frecuentó las tertulias literarias de Rafael Cansinos-Asséns y publicó en Sevilla su primer poema, Himno del mar, en la revista Grecia del 31 de diciembre de 1919: «Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas que gritan...» Desde ese primer poema, Borges establece una de las herramientas de su estilo, su complicidad con el lector atento y entregado a la lectura, el que no dirá Himno al mar, El jardín de los senderos que se bifurcan ni (el) Hombre de la esquina rosada.

Su primer libro, Fervor de Buenos Aires (1923) y el último, Los conjurados (1985) son de poesía y toda su obra en prosa, cuentos, conferencias, prólogos y ensayos tiene fondo poético.

Las kenningar de la poesía islandesa, la poesía persa, el haiku, el tanka y la inspiración de los maestros japoneses y chinos, el diván en la poesía árabe y andalusí, la constante mención del verso como fuente de literatura. «La literatura parte del verso y puede tardar siglos en discernir la posibilidad de la prosa» (La rosa profunda, prólogo, 1975).

La magia poética construye el lenguaje de Borges, está en el sonido de sus relatos, en el ambiente de sus cuentos, en un universo donde la magia y la poesía son un único camino, como explica en el epílogo de Historia de la noche (1977): «Un volumen de versos no es otra cosa que una sucesión de ejercicios mágicos».

Su libro de relatos más conocido, Ficciones, formado por El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios, es un juego con la poesía, la esconde, la sugiere, la disfruta. Borges siempre escribe con intención poética.

En este cosmos sucesivo, temporal, no espacial donde Borges vislumbra el brave new world de internet, los idiomas presuponen un idealismo; en el hemisferio austral no hay sustantivos, hay verbos impersonales calificados por monosílabos de valor adverbial y del lenguaje derivan la religión, las letras, la metafísica. En el hemisferio boreal, el sustantivo se forma por acumulación de adjetivos, según las necesidades poéticas. «Hay poemas famosos compuestos de una sola enorme palabra. Esta palabra integra un objeto poético creado por el autor».

Todo ocurre en Tlön, «el mundo será Tlön», diferentes escuelas analizan el tiempo, una llega a negar el tiempo, otra declara que ha transcurrido ya todo el tiempo, otra, que el universo y nuestra vida y cada detalle de nuestra vida es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con un demonio, otra, que solo es verdad lo que sucede cada trescientas noches, otra, que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado.

En este laberinto temporal que es Tlön, con sustantivos de valor metafórico y necesidades poéticas que crean objetos, hay un sujeto único que es el autor de todos los libros, como el Tao Te King y Las mil y una noches, hay un solo argumento para todos los libros de ficción y todo libro que no encierra su contralibro se considera incompleto.

Recorrer la obra de Borges es un viaje de símbolos entre la realidad y los sueños, ficciones, laberintos, espejos, una ciudad que cambia de nombre y es la misma, un viaje poético de traiciones y esperanza, ojos y colores que escriben visiones, asombrados libros asombrosos.

En la conferencia de Siete noches sobre la poesía dice: «Cada palabra es una obra poética» y a la elección de cada palabra, que es única y no puede ser otra, dedicó su vida. A la síntesis mágica de su estilo.

En los 70, los lectores de Borges admiran los relatos fantásticos de Ficciones, el laberinto que construye Ts’ui Pên, el libro que escribe Ts’ui Pên en El jardín de senderos que se bifurcan y «nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto», la obra visible de Pierre Menard, sus sonetos y su lista manuscrita de versos que deben su eficacia a la puntuación, el valor de la sílaba en La Biblioteca de Babel y el número n de lenguajes posibles que usan el mismo vocabulario con significados distintos. «Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?». Los lectores admiran El Aleph donde Borges construye alrededor de un símbolo y un sótano a Carlos Argentino Daneri, el poeta pomposo, exagerado, redundante y ganador de resignados premios, admiran El Hacedor, que es el poeta, el mago y el museo, con piezas escritas con otro concepto de la literatura, como cuenta en el epílogo. Mientras tanto, Borges continúa su busca en el Oriente, no solo en la poesía persa y los relatos de las noches, también en la poesía japonesa.

En El oro de los tigres (1972) Borges escribe tankas y aclara en sus Notas: «He querido adaptar a nuestra prosodia la estrofa japonesa que consta de un primer verso de cinco sílabas, de uno de siete, de uno de cinco y de dos últimos de siete. Quién sabe cómo sonarán estos ejercicios a oídos orientales. La forma original prescinde asimismo de la rima». En La cifra (1981) escribe Diecisiete haiku, el número de sílabas del poema japonés es el título y la cifra. Este breve poema japonés de tres versos y diecisiete sílabas inspira el texto De la salvación por las obras, Atlas (1984), en el que Borges cuenta un otoño en que se congregaron por primera vez las divinidades del Shinto, en Izumo. Después de «muchos días o muchos siglos» de haber creado el Japón y el mundo y haberle dado a los hombres el don de ensayar variaciones, el hombre ha imaginado instrumentos: el arado, la llave, el calidoscopio, la espada y el arte de la guerra pero también un arma invisible que podría ser el fin de la historia. Una divinidad pidió «antes que ocurra ese hecho insensato, borremos a los hombres» pero otra respondió: «Es verdad. Han imaginado esa cosa atroz, pero también hay esta, que cabe en el espacio que abarcan sus diecisiete sílabas». Las entonó y la divinidad mayor sentenció: que los hombres perduren. «Así, por obra de un haiku, la especie humana se salvó».

Durante estos treinta años, María Kodama, fundadora y presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, ha trabajado sin descanso en el cuidado y la vida de la obra de Borges. Viaja a reunirse con sus lectores, personas de diferentes nacionalidades y lenguas que estudian su obra, escriben sobre ella, descubren en ella laberintos dentro del laberinto literario que Borges trazó como una gran red de enlaces poéticos y misterios entre idiomas y símbolos para continuar la magia y el asombro del lenguaje.

Treinta años de trabajo y amor: «Ahora estoy aquí, forjando un tiempo más allá del tiempo donde usted recorre las constelaciones y aprende el lenguaje del universo, donde usted sabe ya que la poesía, la belleza y el amor son allí, por su intensidad, incandescentes.

»Mientras, yo recorro aplicadamente los días, los países, las personas, cada instante que irá acercándome a usted hasta que se cumplan todas esas cosas que son necesarias para que otra vez se junten nuestras manos. Cuando esto suceda seremos otra vez Paolo y Francesca, Hengist y Horsa, Ulrica y Javier Otárola, Borges y María, Próspero y Ariel, definitivamente juntos, sólo luz para la eternidad. Querido Borges, que la paz y mi amor sean con usted. Hasta entonces.» María Kodama, epílogo a la edición francesa de Atlas.

María celebra el cumpleaños de Borges cada el 24 de agosto en Buenos Aires, con amigos, tarta y The Wall de Pink Floyd, prefiere esa celebración a los homenajes en la fecha de su partida, pero este 30° aniversario se harán exposiciones y conferencias en Nueva York, Buenos Aires, Madrid y otras ciudades que aman y recuerdan a Borges, ojalá también ocurra en Sevilla, en la amada Andalucía de Borges, que está presente desde el primer poema hasta su último libro. «Cuántas voces y cuánta bizarría/ y una sola palabra. Andalucía». De la diversa Andalucía, Los conjurados (1985).