Campamentos cinco estrellas... en el infierno

Mientras millones de personas huyen de la guerra para salvar sus vidas, varias multinacionales se lucran vendiendo «los mejores campamentos para refugiados», adaptados para Turquía o Berlín

25 abr 2016 / 12:26 h - Actualizado: 25 abr 2016 / 12:33 h.
"Refugiados","Guerra en Siria","Crisis de refugiados"
  • Foto promocional de Standart, una multinacional dedicada a la fabricación de «los mejores campos de refugiados».
    Foto promocional de Standart, una multinacional dedicada a la fabricación de «los mejores campos de refugiados».
  • Campamentos cinco estrellas... en el infierno
  • Casas de chapa en el distrito de Koepenick, en Berlín. Son sofisticadas estructuras modulares con baño y un solo habitáculo.
    Casas de chapa en el distrito de Koepenick, en Berlín. Son sofisticadas estructuras modulares con baño y un solo habitáculo.
  • Campamento de Malakal, en Sudán del Sur. 52.000 personas viven entre contenedores de la ONU que se usaban para el transporte de mercancías.
    Campamento de Malakal, en Sudán del Sur. 52.000 personas viven entre contenedores de la ONU que se usaban para el transporte de mercancías.

Son las conocidas como container cities, campamentos prefabricados que Turquía quiere vender como «los cinco estrellas de los campamentos de refugiados». Son seis de los 23 campamentos que hay en el país. Detrás de estos barracones de chapa hay varias empresas lucrándose, que venden orgullosas la construcción de «los mejores campamentos para refugiados». Elbeyli y Öncupinar, situados en la provincia turca de Kilis, son los que la multinacional Standart Group muestra en su página web a modo del mejor catálogo. Pero Turquía los ha construido a tan sólo unos metros de la línea de batalla, del norte de Siria controlado por el Estado Islámico.

Pertenecen, en realidad, a un limbo. A una franja de tierra parecida al imaginario del paisaje mediterráneo, muy similar en realidad a la idea del sur de España, o del sur de Grecia. Es la imagen de un desierto del que sólo se escapan los olivos y algunas parcelas dedicadas a la agricultura que aparecen a modo de parche en una vista aérea de un paisaje dominado por vallas. El Estado Islámico está al otro lado, a menos de 4 kilómetros de Elbeyli y a unos 900 metros de Öncupinar. Controla el norte de Siria que limita con esta región, con la pequeña provincia de Kilis. Desde donde el ejército turco se defiende de la guerra vecina.

Hace sólo unos días, exactamente los tres días consecutivos que van del 11 al 13 de abril y, posteriormente, el 18, 19 y 22 del mismo mes, la ciudad de Kilis –capital de la provincia del mismo nombre– se vio asediada por varios proyectiles del Estado Islámico. Cayeron sobre algunos barrios del centro de la ciudad. A tan sólo unos metros de una escuela y de un hospital. Han muerto un total de 8 personas –tres de ellas menores– y más de 25 resultaron heridas. Muchos de ellos eran sirios. En esta ciudad, con una población de 106.293 turcos, los habitantes sirios superan a los locales: hay 120.000 refugiados, según los últimos datos oficiales de las autoridades turcas. Estos ataques se dan dos meses después de que el partido del gobierno turco (AKP) propusiera la ciudad de Kilis candidata al Premio Nobel de la Paz. Ayhan Sefer Üstün, encargado de las cuestiones de derechos humanos del AKP, alabó los esfuerzos de la administración y de las ONG para «proveer de una mejor vida a los sirios». Envió una carta al Comité Noruego del Nobel recogiendo los méritos y la labor de la población de la ciudad por «el ambiente de paz y hospitalidad».

ELBEULI Y ÖNCUPINAR, CAMPAMENTOS DE CHAPA

A pocos kilómetros, hay miles de sirios viviendo entre rejas. Se alejan de la imagen del campamento de tiendas de campaña. De la imagen creada por los medios en el imaginario colectivo de la sociedad. Pero siguen siendo lugares extraños, ajenos, construidos desde el inicio de la guerra, por las brechas abiertas en las ciudades y las familias sirias. El control es férreo y sus habitantes necesitan permisos para entrar y salir de estas ciudades de chapa construidas en la línea de batalla. Terminan por ser lugares más parecidos al panóptico que imaginó Jeremy Benthham dos siglos atrás, que a verdaderas ciudades.

Son más de 5.500 módulos, o barracones, o contenedores, o estructuras de chapa prefabricadas. Tienen muchos nombres, pero cuesta llamarlos casa. Viven unas 38.000 personas. ¿Cuántas familias pueden componer? Hay 10.500 niños repartidos en varias escuelas, entre ellas un parvulario y un centro para menores con TEPT o Trastorno de Estrés Postraumático –algo común entre los que han visto la guerra–. Son 38.000 refugiados sirios que han huido de su país –que huyeron, en realidad, hace tres, cuatro o cinco años–. Un país que ahora pueden contemplar a tan sólo unos metros, desde una valla. Desde los módulos o barracones donde ahora viven. No son exactamente hogares.

Según datos proporcionados por las autoridades locales de Kilis y por varias ONG, en el campamento de Elbeyli viven 24.000 personas repartidas en más de 3.500 barracones prefabricados. Hay un hospital con 7 médicos, 13 asistentes técnico-sanitarios y 2 ambulancias, 7 zonas de juego, 4 escuelas, incluido una secundaria de la que han salido unos 50 chicos para estudiar en universidades turcas. Está situado a 30 kilómetros de la ciudad más próxima: Kilis, donde los refugiados con permiso acuden a buscar trabajo.

En el de Öncupinar, a 8 kilómetros de la ciudad y a tan sólo unos metros del paso fronterizo que une Turquía con Alepo, viven unas 17.000 personas repartidas en 2.500 barracones. Es el campamento que el gobierno turco muestra con orgullo a la comunidad internacional. En 2012 recibió las visitas de la embajadora de buena voluntad de la ONU Angelina Jolie y del Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados, António Guterres. Sin embargo, medios de comunicación internacionales denuncian que cada trámite está sometido a un complicado papeleo burocrático. El campamento, completamente rodeado por un muro, con un único acceso, está controlado por la policía turca.

NORTE SIRIO, CAMPAMENTOS EN EL CAMPO DE BATALLA

En total, según los últimos datos del gobierno turco, 272.439 personas de los 2.700.000 refugiados que hay en Turquía viven repartidos en 23 campamentos. Seis de ellos están hechos de chapa, los conocidos como container cities. El resto, es decir, más de 2.400.000, se encuentran dispersados por todas las ciudades y provincias de Turquía. El país que más sirios acoge y sobre el que recae la mayor presión tras su acuerdo firmado por los Veintiocho.

La mayoría de estos campamentos se encuentran situados en las regiones o provincias del sur del país, a lo largo de los 900 kilómetros de frontera con Siria. Distribuidos en las provincias de Hatay, Gaziantep, Sanliurfa y Mardin. Zonas a las que aún llega el ruido de los proyectiles de la guerra. Allí, donde los barracones de chapa. Allí, interrumpidos, bloqueados por los grandes desembolsos económicos de la Unión Europea hacía Turquía, en su obligación de frenar la llegada de refugiados al Viejo Continente. De una Europa alejada de la misma razón y los motivos que la vieron fundarse: el éxodo y la destrucción provocados por la guerra.

Del otro lado, en la parte Siria de la frontera, a unos pocos metros de Öncupinar, se estima que 250.000 personas están atrapadas. Como denuncia Amnistía Internacional y recoge The Guardian, Turquía, presionada por las peticiones de la Unión Europea, mantiene cerradas sus fronteras. Sólo permite el paso a comerciantes autorizados, organizaciones humanitarias y a quienes tengan traumatismos mortales, que amenacen su vida. Se estima que hay un total de 9 campamentos repartidos entre la ciudad siria de Azaz, a 50 kilómetros de Alepo, y la frontera turca. El mayor de los campamentos situados en el norte de Siria, vulnerable a ataques aéreos y saqueos, es el campo de Bab Al-Salam. Campamento improvisado, en el barro, a apenas unos metros del muro que los separa de Turquía y de cualquier aspiración de llegar a Europa.

Un continente más viejo que nunca, que ha condenado y condena a miles de personas, dejándolas atrapadas entre decisiones que nunca tomaron. Decisiones que levantan cada vez más muros, y pinchos y rejas y vallas con alambres. Decisiones tomadas en una guerra de intereses, donde los sirios son los únicos que pagan con su vida. Han pasado cinco años, y el final aún parece arbitrario. De momento lo único claro –en el mejor de los casos– es la condena a una vida entre rejas, vendida como el «modelo ideal de un campamento de refugiados» en barracones –o módulos, o contenedores, o estructuras de chapa– que nunca podrán llamarse casa.

GUETOS DE CONTENEDORES

Los campamentos de Turquía no son el único ejemplo. Los hay más cercanos: campamentos de contenedores en Alemania. Esta tendencia está marcando un negocio para las multinacionales del sector. Algeco Company, que se declara líder europeo y norteamericano, vende sus «espacios modulares eficientes, tanto temporales como definitivas, adaptados a tus necesidades».

Son la solución que algunos gobiernos están adoptando. En Berlín o Hamburgo hay varios guetos creados a base de los clásicos contenedores de transporte de mercancías. Se prevé construir más durante este año para atender a los cientos de miles de solicitudes de asilo. Muchas de las fachadas de chapa están pintadas con colores. Pero por dentro el espacio no es más que el destinado a una mercancía: cuentan con un baño y un habitáculo.

Desde Sudán del Sur, debido a la guerra, también han huido miles de personas a Malakal: un container city, sin colores, sin adaptar, sólo con las marcas de lo que son pero no quieren parecer: chapa para mercancías. Allí se hacinan 52.000 personas que no recibirán ni el 1% de la atención que han recibido sirios o iraquíes.