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Flores para un poeta trianero desconocido

Sus obras están desperdigadas en servilletas de bar, en hojas sueltas que solo gracias a una tesis han logrado ser recuperadas en parte. Juan Manuel Flores, autor de las letras de Lole y Manuel, solo pretendía ser un poeta del pueblo

07 ene 2016 / 18:54 h - Actualizado: 07 ene 2016 / 18:56 h.
"Música","Rock Andaluz"
  • Dibujo de Juan Manuel Flores propiedad del hijo del artista. / El Correo
    Dibujo de Juan Manuel Flores propiedad del hijo del artista. / El Correo
  • Juan Manuel y Luis, recordando en un bar de Triana la figura inefable del poeta Juan Manuel Flores, a quien nunca le importó la posteridad. / Manuel Gómez
    Juan Manuel y Luis, recordando en un bar de Triana la figura inefable del poeta Juan Manuel Flores, a quien nunca le importó la posteridad. / Manuel Gómez

En la voz de Lole, llegó a ser verdaderamente un poeta». Juan Manuel Flores un sevillano hijo de anticuario, familiar de Ramón Sánchez-Pizjuán y amigo de todos los que formaron aquel Betis del Triana Balompié y de Benítez, insigne campeón del 77. Nieto del arquitecto sevillano Juan Talavera Heredia, quien pusiera el escudo del Betis en la Plaza Nueva y crease el Costurero de la Reina casado con una gitana que puso en la familia el duende. A Flores se le reconoce como parte del paisaje sevillano y flamenco, sin que la inmensa mayoría del público que tararea sus letras conozca su nombre. Un artista admirado por su barrio y por los flamencos. Quien puso letra a Lole y Manuel. Su hermano Luis, poeta también y exempleado de Telefónica, indica que «solo Lole entendía musicalmente sus poemas y a la inversa. Entre ellos dos había magia».

Juan Manuel Flores Talavera nunca persiguió la fama, quizás por eso fue desconocido, pese a que sus letras se canten por todo el mundo. Fue un poeta bohemio, lleno de sentimiento. «Amores tuvo pocos, lo que cantaba Lole era lo que a él le salía del corazón», apunta su hermano Luis. Cualquiera puede identificarse con él en cualquier circunstancia temporal porque siempre le canta a lo que anhela el ser humano: la libertad, el amor y la paz. Le cantó a los hombres, a los pájaros, a la naturaleza y a la vida. Y la luz, porque fue el poeta de la luz y de la calle. Aficionado desde niño a la escritura influenciado por su madre, lectora ávida y pianista. De ella le venía el sentido del ritmo y el compás en la musicalidad de sus versos. Cursó estudios en los Escolapios y en el Seminario por tener acceso directo a las Humanidades, de ahí su tremenda espiritualidad. «La canción Dime es todo un himno religioso, ¿hay alguna oración mejor que ese poema?», apunta su hijo, Juan Manuel, quien recuerda a su padre y se emociona al reencontrarse con su infancia, cuando se convirtió en el protagonista de Un cuento para mi niño, regalo de Reyes de su padre en unas navidades en las cuales no tenía nada mejor que ofrecerle, en una de las tantas veces en las que se encontraba sin dinero.

Nunca quiso publicar. Tenía escritos los poemas en los sitios más insospechados. «Mi padre es como si hubiese escrito en un cuaderno, del cual arrancó las hojas y las arrojó al viento», apunta su hijo, que también escribe, dejándose llevar por la influencia de las flores que parecen no querer abandonar a esta familia; La rosa rebelde es una obra de inspiración gitana que espera que su autor le de salida. «Mi hermano era muy respetado por los gitanos. En una fiesta en Jerez, recuerdo que el patriarca iba caminando delante, seguido de su familia. Se acercó, le dio la mano y lo invitó a acompañarlo a su lado sin conocerlo de nada. Pasaban cosas inexplicables. Era un genio, tenía magia y la gente, conectaba con él», apunta su hermano, quien en honor a la tierra y a la naturaleza que tanto representa a su estirpe, cultiva un huerto ecológico cerca de San Jerónimo y solicita al Ayuntamiento un reconocimiento por parte de Parques y Jardines ya que con «mis cuatro hijos y siete nietos, he llenado Sevilla de flores...», dice.

Recomendó a Raimundo Amador que se dedicase a la música porque notaba magia en su toque y escribió los tres primeros discos de Lole y Manuel, con la música de Manuel Molina y la producción de Ricardo Pachón, sorprendiendo al flamenco puro y anquilosado de la época en una explosión de alegría llena de versos libres que le cantaban al gorrión o a la mañana. Nuevo día, primer disco de esa mágica formación, puede considerarse parte de la memoria sentimental de todos nosotros, por la incursión de elementos eléctricos en el flamenco y porque espiritualmente musicaron a esa generación libertaria que necesitaba mensajes de paz en plena Transición. Su hermano recuerda cómo en la Carbonería, «ese lugar mítico donde se movía la cultura y la política de la época», estando una noche en compañía de Flores y Paco Lira, dueño del lugar, «quien tanto hizo por los artistas y los que querían la libertad, y tan poco reconocido», coincidieron con unos chavales que daban voces y con los cuales no llegaron a un entendimiento, «mi hermano sacó un papel y anotó en él unas frases para que Paco se lo dejase a ellos cuando fuesen a pagar. En ese papel escribió unos versos que decían «y hasta me dejo pisar, soy lo mismo que la tierra, mas no debes olvidar, que el mismo suelo que pisas es en el que te va a enterrar».

Rechazó al representante de Camarón de la Isla, aunque el genio de San Fernando pusiese su voz a una de sus letras, perteneciente a la canción Con hojas de menta, de Lole y Manuel: Sentao en el rio, vi como un pajarillo quería cantar pero estaba ronco, lloraba de pena y en mis manos le di de beber agüita del río con hojas de menta. Y un contrato de la casa discográfica CBS que le ofrecía escribir un número de letras alegando «no saber quién las iba a cantar» quizás porque sus letras solo eran posibles en la voz de Lole.

Vivió entre la Puerta Real y San Juan de Aznalfarache y murió en Triana, dejando versos en el aire serpenteando la orilla del Guadalquivir. Escribió en servilletas de papel, en las esquinas y en las tabernas y nada era suyo. También escribió en la memoria de su hermano y de su hijo, pero sobre todo en la voz de Lole y para Lole. Tarantino lo situó en una de sus películas, «Sus coplas dan constantemente la vuelta al mundo, sin que nos demos cuenta. Esa era la intención de mi padre, ser poeta del pueblo», apunta su hijo, por cuyos ojos asoma una emoción constante.

Autor de una inédita obra de teatro llamada Maya, la Luna y el arlequín, una ambiciosa obra musical por bulerías formada por un reparto algo ecléctico; Matilde Coral, los Seises de la Catedral de Sevilla, los Armaos de la Macarena, el rock de Imán, Califato Independiente y la música de Albinoni. Una joya que a día de hoy sería difícil realizar pero no imposible. «Yo era el arlequín en el principio, aunque después acabé siendo el árbol. Ensayábamos en el Lope de Vega, y otras veces en el Parque de María Luisa, pero nunca llegamos a representar. Se acabó el presupuesto», indica su hijo.

Y en estas asoma una genovesa siguiendo los pasos del poeta entre Sevilla y Triana. Así tituló su tesina Marianna Maierú, la dueña del reconocimiento a este artista, una filóloga y bailaora flamenca que ha buscado al autor de calle en calle, entre papeles, discos, bares, amigos y noches. Decidió recorrer Triana entera buscando su huella y comprobando lo difícil que podía llegar a ser recuperar su obra casi inédita, escrita la mayoría en servilletas de papel y regalada a los amigos. Llegó a Gualberto, a Ricardo Pachón, a Sanlúcar de Barrameda a casa de José Miguel Évora, a Ricardo Miño y a Remedios Amaya, quienes lo conocieron bien, y llegó a su familia, donde la consideran un ángel enviado por Juan Manuel.

En 2014 se edita Ha llegao la mañana. Antología poética de Juan Manuel Flores Talavera (Sevilla, Ediciones en Huida). El origen del libro es la tesina que Marianna leyó en la Universitá Di Génova, y en cuyo prólogo desentraña el empeño por reconocer la vida de este poeta bohemio. Marianna encontró en la poesía de este vecino del Tardón un estímulo vital y la familia de los Flores la acogió como una flor más de su jardín. Gracias a ella y a sus respetuosas investigaciones, muchos textos del poeta están volviendo a las manos de su familia, para satisfacción de aquellos que lo conocieron y reconocimiento de su figura. Un artista del sentimiento del que poco más se puede añadir, salvo la intención del poeta de que sus letras se sigan cantando en cualquier rincón del mundo. Él seguirá en sus versos echados al aire de Triana, los cuales defendió como la alegría de vivir y con los que tiñó de color el flamenco, acompañado de la profunda y luminosa voz de Lole.

Un poeta que nos dejó en 1996 prometiendo volver cada primavera en forma de verso: Cuando yo me muera, Giralda, vendré a acariciar tu cuerpo vestido de primavera.