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Sevilla-Betis, un derbi literario

Béticos y sevillistas preparan un duelo muy singular donde el campo de juego será el papel y en el que los dedos de escribir simularán el virtuosismo de las piernas. Todo es lo mismo: una pasión

14 mar 2016 / 17:20 h - Actualizado: 14 mar 2016 / 17:20 h.
"Real Betis","Sevilla FC","Literatura"
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La medicina convierte el trato con los pacientes en microcosmos personales, propiciando situaciones que darían para muchos personajes de obras literarias, como de hecho ha ocurrido a lo largo de la historia. Existe una literatura de la medicina y otra medicinal; tras una bata blanca se esconde un oyente de las dolencias del alma y del cuerpo que cumple la misión de curar, de la misma manera que lo hace la literatura. Ya lo decía Esquilo: «Las palabras son una medicina para el alma que sufre». El fútbol además, libera pasiones, tensiones y crea vínculos sociales incomprensibles, todo muy cercano a la literatura.

Es el caso de tres escritores que tienen en la medicina y en el fútbol la vocación y la inspiración, en distintas disciplinas, la cual asoma a veces por sus consultas, para dar rienda suelta a sus obras.

Manuel Machuca, un farmacéutico del barrio de Nervión, vio su novela mientras dos clientes conversaban en el interior de su establecimiento. Es doctor en Farmacia pero sobre todo es un sevillista de pro que coordina su faceta literaria paralelamente a la labor de su equipo, tan ocupado últimamente en aumentar el metal de la sala de trofeos del Pizjuán. Coordinó y participó en Relatos de farmacéuticos, ha publicado dos novelas, El guacamayo rojo y Aquel viernes de julio, que surgió de aquella conversación en su farmacia. Una obra sobre el estallido de la guerra civil en Sevilla. Ahora le esperan Tres mil viajes al sur, que se presentará en breve, y con la que ha llegado a ser finalista del Premio Ateneo de Novela.

Si su primera novela salió de una conversación, su sevillismo proviene de sus mayores; «de quien te lleve de la mano al fútbol, asumes los principios». Para él, el fútbol es una pasión que no se explica, como diría Fontanarrosa; «Si no se entiende que esto es una pasión y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol». Por ello, estando en Argentina presentando su novela, cuando a su equipo le dio por meterle cinco goles al Real Betis y asegurando que sin rivalidad nada es igual, se alegró enormente al ver en la presentación a un paisano que se encontraba en Buenos Aires. José Ibáñez era y es bético, y pese a que a Manuel no le gusta el ensañamiento, reconoce que en el reencuentro con su coetáneo está la sana rivalidad futbolera de esta ciudad; se alegró de verlo para poder meterse con él tras el «inolvidable» resultado.

Este bético, Ibáñez, forma parte de una publicación que verá la luz en breve, donde la rivalidad en la literatura es la protagonista, reconociendo los valores del fútbol por encima de todo. Un elenco de béticos y sevillistas se han reunido para contarlo en un relato breve. Están, entre otros, Gervasio Iglesias, Coque, Tacho Rufino, León Lasa, Paco Garrido Peña, Antonio García Barbeito, Julio Muñoz Gijón, Antonio Hernández, Fernando Iwasaki, Pepe Quesada, Aquilino Duque y los tres galenos que en el rincón de El Rinconcillo, valiéndose de la redundancia, se citan una noche de lluvia donde a las extranjeras les dio por querer salir por la puerta fija que da a Santa Catalina, por donde nadie sale a no ser que desee salir de una manera peligrosamente explícita.

En ese rincón, por donde el rótulo de Capataz Manolo Santiago les observa, Manuel Machuca, David Dholdán y Paco Gallardo cuentan qué tiene el fútbol de medicinal, y que tiene la medicina de literatura.

Paco Gallardo es un bético de San Lorenzo, que fue jefe de los Servicios Médicos del Caja San Fernando, médico de la Selección Española de Baloncesto, responsable en el Centro de Alto Rendimiento de la Cartuja y de los Servicios Médicos del Centro Deportivo Satosport, pero sobre todo es escritor, quien con La última noche ganó el V Premio Ateneo de Novela Histórica mezclando sus dos pasiones, la medicina y la literatura. Cuenta el final de la vida de Sarah Avenzoar, una de las primeras mujeres que practicó legalmente la medicina. Un doctor que conoció la divinidad del fútbol cuando a Maradona le dio por venir a Sevilla, comprendiendo la pasión del periodista Víctor Hugo Morales hacia el gol en cuartos de final del Mundial de 1986 entre Argentina e Inglaterra, «Barrilete cósmico. ¿De qué planeta viniste?»

«Un tipo simpático, tremendamente entrañable». Paco recuerda a Maradona en el gimnasio del Aljarafe donde se encargaba de los servicios médicos, observando cómo la divinidad futbolera corría media hora diaria en la cinta bajo la atenta mirada de Signorini, reconociendo que los dioses del balompié difieren los unos de los otros; «Messi juega solo, Maradona hacía jugar a los demás». Cruyff defendía que en el fútbol podía jugar cualquiera, «Todo el mundo sabe jugar al fútbol si le dejas cinco metros de espacio». Habla un holandés de un juego inventado por los ingleses donde Brasil le pone la fantasía, Alemania la técnica y todos entre ellos, la pasión.

Para un doctor inmerso en los últimos flecos de su próxima novela, a quien conocimos gracias a su El rock de la calle Feria, esa historia mágica donde la música de Triana era el hilo conductor, el Betis es comparable a la vida, y la literatura se encuentra tanto en los discursos de los futbolistas como en los tópicos de los periodistas. «En el fútbol está la hipérbole de la vida».

«¿Rivalidad?, recuerdo un quiosco de prensa que había en los Jardines de Murillo regentado por un señor muy sevillista. Cuando perdía el Betis todos pasaban por detrás, pero cuando ganaba, era un placer pasar por delante de su ventanilla y desearle al quiosquero las buenas tardes...» Una anécdota que confirma un hincha del Cerro, quien acude al bar que es más antiguo que los Estados Unidos vestido con la camiseta de su equipo. Es curiosa la rivalidad que existe en los países del Río de la Plata, donde además, el maridaje entre literatura y fútbol es notable. Tanto en Uruguay como en Argentina se han escrito narraciones que enfocan el balompié desde diferentes ángulos. Mario Benedetti, Horacio Quiroga o Eduardo Galeano, entre otros, fueron atraídos por la emoción y la pasión que este juego despierta.

Este hincha del Club Atlético Cerro, un equipo de Montevideo que viste de celeste y blanco, por reminiscencias gallegas y que nada tiene que ver con el Cerro del Águila, como muchas veces ha tenido que aclarar, también participa en esa recopilación de relatos que llamamos derbi literario. Un uruguayo de Montevideo ligeramente sevillista aunque con alma bética, equipo del cual se aleja, muy entrecomillas, porque su equipo uruguayo ya de por sí, es muy manquepierdísitico. «En una vida dos veces del Betis no se puede ser».

David Dholdán es, aparte de un bético que quizás no sepa que lo es, un dramaturgo y odontólogo, quien vio en el bocado de su paisano Suárez a Chiellini algo inmerecedor de sanción tan demoledora. Él no revisó su boca, pero sí las de sus pacientes en su consulta situada a la misma vera del Jueves, junto a Vizcaíno, en plena calle Feria. Joaquín es un uruguayo que llegó a Sevilla a hacer un máster sufragándose el viaje a base de letras de carnaval. Si es interesante la literatura y el fútbol de Uruguay, más lo es la afición carnavalera del país, donde el candombe es la música por antonomasia de un país serio.

Joaquín publicó Estuario ambientada en un Montevideo marcado por el recuerdo de la dictadura militar y la batalla del río de la Plata en plena Segunda Guerra Mundial, y Cómo desactivar a un hombre bomba, donde cuenta la vida de un saharaui que comparte su biografía y la de su pueblo. Es autor de obras de teatro, como El Greco pinta al inquisidor y conductor de un programa de radio llamado Diálogos comanches.

Y entre lluvia, soldados de pavía y coroneles, fútbol, medicina y literatura, brindamos por la sana rivalidad y por Galeano, uruguayo universal que pese a no ser médico, fue capaz de diagnosticar la pasión futbolera sin certificado médico; «En su vida un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero nunca puede cambiar de equipo de fútbol».