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En esta Navidad, sé tú mismo de verdad

La mayor trampa de la vida humana no es el éxito, la popularidad o el poder, el verdadero problema es el auto-rechazo, por el que uno duda y se cuestiona acerca de quién es

22 dic 2018 / 06:30 h - Actualizado: 22 dic 2018 / 06:30 h.
  • En esta Navidad, sé tú mismo de verdad

Uno de los problemas que más apremia al ser humano, es el hecho de no aceptarse a sí mismo, tal y como uno es. Habitualmente, a todos nos cuesta enfrentarnos pacíficamente a nuestra propia realidad personal. Nos gustaría ser de otra manera, y solemos creer que nos aceptaríamos más si la vida fuese de otro modo.

Reflexionando sobre algunas ideas que compartía mi abuela, me gusta pensar que la Navidad, entre otras cosas, es la fiesta en la que celebramos la mayor y más controvertida aceptación que jamás ha vivido el ser humano. En estos días recordamos que Dios, haciéndose uno de nosotros, ha aceptado plenamente al ser humano, tal cual es. Al encarnarse y nacer de una mujer humana, llamada María, Dios ha reivindicado el derecho que toda persona tiene de ser aceptada, reconocida y respetada.

En uno de sus escritos, dice don Marcelo: "Jesús ha hecho del pesebre su cátedra, desde donde nos está dando lecciones". Entre las muchas lecciones que en Belén nos da Jesús, destaca el inmenso amor que siente por su familia, María y José. El "Nacimiento" nos habla de ternura y vida de hogar en la que cada miembro es aceptado, sencillamente por ser quien es, con su personal condición humana. El amor que Spínola siente hacia sus padres y hermanos es ejemplar, así lo muestra su amplio epistolario. En todas estas cartas se aprecia la estrecha relación afectiva que mantiene con su familia, y en ellas se advierte cómo se aceptan y se aman.

Porque para amarse es necesario aceptarse, y uno sólo se acepta si se conoce. El conocimiento que solemos tener de nuestra propia naturaleza humana, suele estar condicionado en función de tres factores sociales, que restringe nuestra manera de comportarnos. Lo explica el maestro espiritual contemporáneo Henri J. M. Nouwen en su publicación póstuma Dirección espiritual. El primer factor que dificulta el conocimiento de nuestra propia identidad, es el que nace al reducir la gran riqueza de mi persona a lo que hago, al hacer, de forma que termino creyendo que "yo soy lo que hago". Cuando consigo "hacer" cosas que favorecen mi existencia y redundan en beneficio personal, entonces me encuentro bien, incluso llego a pensar que tengo éxito en la vida. Por el contrario, cuando "no tengo tino", decía mi abuela, y las cosas me salen mal, me deprimo y no me valoro suficientemente. Cuando uno va siendo mayor y descubre que no puede hacer las cosas que antes hacía, se entristece y vive desencantado.

Otras personas se valoran así mismas cuando los demás las estiman y reconocen. Este perfil de hombres y mujeres responde a un cliché generalizado y bastante divulgado, que afirma: "yo soy lo que otras personas dicen de mí". Ya se pueden imaginar cómo se sienten quienes piensan de esta manera y por el motivo que sea pertenecen a algún sector de la sociedad que sufre discriminación, rechazo o estigma social. Amarte, sólo si los demás te reconocen termina siendo un verdadero problema existencial. Animo a que nadie permita en su vida que los demás le determinen. Lo que uno es no depende del reconocimiento ajeno, sino de su propia dignidad como ser humano. Por eso es necesario trabajar para que toda realidad que sufre algún estigma llegue a ser reconocida.

Y la tercera categoría de personas que no llegarán nunca a conocerse y aceptarse a sí mismas, son aquellas que sólo saben estar pendientes de las cosas que poseen, sean o no materiales: "yo soy lo que tengo". Estos no descubren el valor de lo que tienen hasta que no lo pierden y ponen toda su estima en la cosas que poseen, como si estas diesen la felicidad.

Es inmensa la energía que consume el ser humano en intentar ser alguien haciendo cosas, esperando que los demás le ensalcen o poniendo el corazón en las posesiones. "Poca personalidad tienen quienes se dejan llevar por estos patrones", le gustaba referir a mi abuela. Si os dais cuenta, es frecuente que pongamos nuestra vida, nuestro estado anímico, nuestros proyectos e ilusiones y hasta nuestra propia salud personal, en manos del "hacer", del "placer" y del "poseer". Éstas son, según el pensamiento del gran poeta y crítico literario británico, Thomas S. Eliot, las principales fuerzas que impulsan al hombre en su existencia.

Consciente o inconscientemente, todo esto es una forma de auto-rechazo. Y, claro está, vivir de esta manera tiene como consecuencia el no respetarse, ya que intentas convencerte o convencer a los demás, de que en realidad tú eres de otra manera. No respetarse conlleva no amarse y consecuentemente no ser feliz. Perdonen que sea tan claro, pero "la mayor trampa de la vida humana no es el éxito, la popularidad o el poder, el verdadero problema es el auto-rechazo, por el que uno duda y se cuestiona acerca de quién es". No quiero dar un sermón, porque no es el ámbito propicio ni tengo espíritu para ello, pero no olviden una cosa: Dios nos ha creado tal como somos, él nos acepta y ama, ¡quiénes somos nosotros para no hacerlo! Desde estas líneas elevo mi voz en favor de todas las personas estigmatizadas, que por vivir libremente su condición humana, sea cual sea la causa, son excluidas y rechazadas.

La vida no es otra cosa que un camino en el que uno, personalmente, ha de aprender a construirse, conseguir ser lo que realmente es, sin que el hacer, el poseer o el placer de ser reconocidos determinen el futuro. Se trata de dejar que la verdad de nuestra propia condición se encarne en todo cuanto pensamos, sentimos y hacemos. ¡Cuánta libertad interior se necesita para ser uno mismo! Este es el reto que te propongo en esta navidad: "sé tú mismo, sin que nadie determine tu condición humana, tu manera de ser, de pensar, de sentir y de actuar". Así lo fue Dios al asumir libremente nuestra condición humana, tal y como celebramos en Navidad. Así has de ser tú también, asumiendo libremente lo que eres y viviendo conforme a ello. Si lo alcanzas, por favor, escríbeme de inmediato y comparte conmigo un buen rato navideño, al saber que mi reflexión ha calado en tu corazón. ¡Eso será de verdad, celebrar la Navidad en su sentido más originario!