Hace 113 años, el 19 de enero de 1906, fallecía en Sevilla, Marcelo Spínola y Maestre, quien inspira con su filosofía de vida cada artículo de esta columna de opinión, y quien fundó El Correo de Andalucía. Don Marcelo murió, como diría mi abuela Enriqueta, "con las botas puestas", trabajando hasta el último día. Así hace toda persona que quiere dejar su huella en la historia, poniendo en ello todo su esfuerzo, con el fin de aportar a este mundo lo mejor de sí mismo y contribuir a su justo desarrollo y crecimiento. ¿Y no es eso lo que seguimos haciendo cuando buscamos el progreso también hoy?
Os quiero compartir lo que conozco sobre las últimas semanas de la vida de Spínola, con la idea de que sea muestra de la tenacidad del beato hasta alcanzar su final. Conocí lo que os voy a compartir a través de los apuntes biográficos de don Nicolás García, que están en el archivo de don Marcelo en el Colegio de las Esclavas del Divino Corazón de Sevilla, un documento inédito que he tenido el privilegio de consultar en muchas ocasiones.
En el consistorio celebrado en diciembre de 1905, el papa Pío X le concede el capelo cardenalicio. Ya se pueden imaginar ustedes con qué intensidad voltearon las campanas de la Giralda al conocer la noticia. Sevilla entera se echó a la calle para felicitar al nuevo cardenal. Tras la entrega del solideo rojo por parte del emisario pontificio, don Marcelo viaja a Madrid para que el rey le imponga la birreta cardenalicia, siguiendo la costumbre española, que por entonces existía. Este acontecimiento tuvo lugar en el palacio real el 31 de diciembre de 1905. Spínola vive enfermo los últimos eventos de su vida, cuando acude a palacio real ya se han manifestado los síntomas de la enfermedad que le llevaría a la muerte. Aunque intenta guardar reposo, sus responsabilidades pastorales se lo impiden. La fiebre, los dolores y el poco alimento que podía ingerir, hacían notar la gravedad de la situación en la que se encontraba. El 15 de enero, agravada su dolencia, no tiene más remedio que retirarse a descansar. Fiebre, vómitos e intensos dolores se van apoderando de su cuerpo. Don Marcelo, en manos del doctor Eduardo Fedriani, se somete a todo tipo de pruebas médicas. El dictamen no se hace esperar y el afamado médico diagnostica: hernia inguinal, estrangulada con infección multiorgánica que afecta a varias partes del cuerpo. Tras ser intervenido quirúrgicamente, los médicos desahucian al paciente. Poco a poco, la situación de Spínola se agrava y su estado es cada vez más delicado. Tras recibir la unción de enfermos y el santo viático, a eso de las doce y media de la mañana del 19 de enero, recién cumplidos 71 años, don Marcelo parte a la casa del Padre rodeado del afecto de todo el pueblo.
Sin embargo, aunque él haya partido a la casa del Padre, su legado continúa en el tiempo. Prueba de ello es este periódico que después de 120 años, que celebra el próximo 1 de febrero, sigue publicando en su versión digital.
El ideario de este medio en su renacer digital es, sin duda, lo que habría deseado su fundador, que en paz descanse. Hoy en este periódico se reúnen personas con distintas formas de pensar y planteamientos diversos sobre la vida social y política de Andalucía. Con virtud, respeto y profesionalidad compartimos nuestras reflexiones, contribuyendo al crecimiento de una sociedad plural y libre en la que creemos. El fruto maduro y más visible de don Marcelo, que aún perdura en el tiempo, es: ¡El Correo de Andalucía!
Spínola supo dar respuesta a los retos y necesidades planteadas en aquel momento histórico concreto en que lo fundó, lo que nos permite conocerlo como un hombre intrépido. Fue capaz de sumergirse en el ámbito de la política, de la defensa de los derechos del obrero y de las clases sociales más desfavorecidas; adelantado a su tiempo, promovió asociaciones de prensa y defendió la libertad de los medios de comunicación; convencido de la importancia del ámbito educativo, luchó por la implantación de una enseñanza accesible a todos los niveles sociales; trabajó fatigosamente en el campo de la acción social y caritativa; de la formación escolar y universitaria y de otras tantas realidades poco valoradas en su tiempo. Spínola fue un hombre emprendedor y polifacético, con altas miras humanas, muy sensible a las situaciones concretas de cada individuo. Teniendo en cuenta los signos de los tiempos, supo contextualizar las enseñanzas evangélicas al ámbito sociocultural en que vivió. Gran humanista y a la vez hombre de visión sobrenatural, supo compaginar el servicio a Dios con la entrega al ser humano, el amor a Cristo con el amor a cada individuo, sin distinción de raza, sexo, condición social o ideología. ¡No es fácil encontrar un hombre de tan elevada talla humana! Por eso, su huella quedó marcada en la arena del espacio y del tiempo; podemos todavía encontrar sus vestigios en infinidad de lugares.
Son muchos los recuerdos que de don Marcelo quedan en los pueblos y ciudades por donde él anduvo. Les pongo un ejemplo de los últimos descubrimientos que he hecho, de cómo se mantiene viva su memoria en la provincia de Sevilla. Me refiero al gran cariño y recuerdo que le tienen en Lantejuela (Sevilla), donde un servidor fue invitado a impartir una conferencia el pasado mes de noviembre, con motivo de la II Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el papa Francisco. Aproveché la ocasión para presentar el libro que sobre él he escrito: Un sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor que, por cierto, puede adquirirse en la librería diocesana de Sevilla o en la web de la Parroquia del Santísimo Corpus Christi de Sevilla, de la cual tengo a bien ser párroco. Cuál fue mi sorpresa cuando al empezar la ponencia en Lantejuela, me di cuenta de que la Iglesia parroquial estaba llena, repleta de gente interesada por la figura de don Marcelo. Poco a poco fui descubriendo el motivo por el que se le tiene tanto cariño y estima en este bello pueblo sevillano, y la principal causa se debe a que en él hizo mucho bien en sus años de arzobispo de Sevilla. Particularmente, durante la tremenda sequía de 1905, en la que muchas familias de Lantejuela fueron por él asistidas, recibiendo por su mediación ayuda ante la situación de miseria y hambruna que se había desatado en toda la comarca. Le dedicaron una de las principales calles del pueblo y hasta el momento sigue estando presente en el corazón de los lantejolenses. ¿A que nunca habían escuchado este gentilicio tan curioso? Pues hoy ha sido el momento, que como diría mi abuela, “nunca es tarde si la dicha es buena”. Todo gracias a que, en este querido pueblo de la provincia de Sevilla se sigue hablando de don Marcelo. ¡Para que vean, cómo el mensaje de Spínola es eterno, profundamente actual y moderno!
Al rememorar el aniversario de la muerte de don Marcelo, y con el deseo de comenzar a celebrar los 120 años de nuestro periódico, he querido traer a la memoria su mensaje. Como astro en el firmamento de nuestra historia regional, su estela sigue brillando a través de los siglos y su mensaje continúa actualizándose en el imaginario colectivo de toda Andalucía.
Spínola fue una persona que, aun queriendo pasar inadvertido, influyó notablemente en muy diferentes estratos de la sociedad sevillana, andaluza y española de su época. Y por eso hoy lo recordamos con tan grata memoria, por todo el bien que hizo. La herencia más valiosa que Spínola nos ha legado es El Correo de Andalucía, que en su edición digital sigue siendo todavía el decano de la prensa regional. Sigamos leyendo este medio actual y moderno, y publicando todo aquello que contribuya a crear una sociedad más justa e igualitaria, más libre y plural, más solidaria y fraterna, para que el mensaje de don Marcelo siga inspirando las vidas de muchos contemporáneos. Leyendo y confiando tu preocupación sociopolítica por Andalucía en este humilde medio de comunicación digital, ¡celebrarás con todos nosotros los 120 años de su fundación!