Cuando el Estado «robaba» a los andaluces

El recuerdo de circunstancias que se dieron en la España franquista y que afectaron a las relaciones de nuestra tierra con Madrid

h - Actualizado: 20 ene 2017 / 11:42 h.
"Historia"
  • Imagen de los trenes Talgo que conectaban Madrid con el País Vasco en los años 50. / Efe
    Imagen de los trenes Talgo que conectaban Madrid con el País Vasco en los años 50. / Efe

Los nacionalistas catalanes dicen que España les roba, pero eso es mentira. Los que sí podemos decir que España nos robó, somos nosotros, los andaluces. Lo podemos decir y lo podemos demostrar documentalmente. A ver si los separatistas catalanes son capaces de hacer lo mismo.

La gran diferencia entre ellos y nosotros, es que en Cataluña llevan casi cuarenta años enseñándoles a los chiquillos, en las escuelas primarias y en los institutos, una falsa historia de España escrita e impuesta por los separatistas catalanes. Ahí se forma la bolsa de votos del secesionismo. Y así se demuestra la ceguera interesada, incluso la traición a España, de los gobernantes de Madrid, principales responsables de la situación que ahora se vive en Cataluña y que nadie sabe cómo terminará.

Vamos a recordar unas circunstancias que se dieron en la España franquista, desde el comienzo de los años 50 del pasado siglo, hasta casi el tardo franquismo; es decir, una larguísima etapa de más de veinte años de nuestra reciente historia.

La primera aportación generalizada de Andalucía al resto de España, especialmente a la zona septentrional, fue de alimentos básicos; es decir, los andaluces se quitaron el pan de la boca y pasaron hambre y sufrieron racionamientos, por ser solidarios con los demás españoles del centro y del norte, que comieron gracias a la agricultura andaluza. En Andalucía había alimentos suficientes para dar de comer a toda la población, al contrario que en el País Vasco y Cataluña.

Como desde Despeñaperros para arriba se suele despreciar lo que se ignora, y los andaluces se callan, siempre se han callado, jamás se ha reconocido la solidaridad andaluza con los españoles hambrientos y arruinados por la guerra. Pero ahora se van a enterar.

Después de compartir con el resto de los españoles los alimentos básicos producidos por la agricultura y ganadería andaluzas, durante los años cuarenta y primeros cincuenta, o sea durante el tiempo de la cartilla de racionamiento, vinieron las aportaciones de divisas facilitadas por las exportaciones de aceite de oliva, aceitunas de mesa y vinos jerezanos, que fueron los únicos productos que mantuvieron mercados internacionales. Pero con una particularidad: los beneficios de las divisas no revirtieron en Andalucía, ni tampoco en el conjunto español, sino en la recuperación de las zonas industriales de Cataluña y País Vasco (después vendría Madrid).

Había que recuperar el Norte industrial y mercantil y se comenzó por dedicarle las divisas obtenidas con los productos andaluces. Y más aún: se convirtió en comercio de Estado la exportación andaluza, y se le pagó el dólar a un precio mínimo irrisorio a los exportadores andaluces, quedándose el Estado con la parte del león. Sólo por las diferencias entre valor real del dólar y lo abonado a los exportadores andaluces, entre 1950 y 1970, se perdieron en la economía andaluza unos quince mil millones de pesetas de la época, según el empresario Leopoldo Salvador Gandarias, estudioso del tema.

En paralelo, la falta de industrias básicas y transformadoras de metales, impulsó la exportación hacia el País Vasco y Cataluña, además de al exterior, de los minerales andaluces sin elaborar, convirtiéndose esta actividad masiva en un expolio de la riqueza andaluza. Bastaría señalar las exportaciones realizadas a través del puerto de Sevilla, para valorar el alcance del citado expolio. Pero por los puertos de Huelva y Málaga salieron todavía más minerales. Ahí están las memorias de los años 1959-1975 para demostrarlo.

Luego llegó la hora del turismo, impulsado por el Plan de Estabilización de 1959, sobre la base de sol, playas y alimentos baratos, y otra vez el agro andaluz fue sometido a los intereses del comercio de Estado nacional. Para comenzar, fueron intervenidos todos los precios de alimentos básicos. Si España pudo ofrecer los precios más baratos del área mediterránea fue gracias al sacrificio de los agricultores andaluces en particular, que tuvieron que acatar precios políticos para sus productos. Ningún otro sector ha sido sometido a tal servidumbre y, encima, sin ninguna compensación sino todo lo contrario, como explicaremos en el próximo comentario sobre la ruina del algodón andaluz.

A las divisas aportadas por la agricultura andaluza, debemos unir las enviadas a España por los emigrantes, en más de un setenta por ciento de origen andaluz. Llegaron a ser tan importantes las decenas de miles de millones procedentes de la emigración, que el Banco de España las eliminó de la balanza de pagos, y las unió a otras partidas para enmascararlas y que los españoles nunca supieran el dinero que aportaba la emigración.

Entre 1959 y 1970, las remesas sumaron 2.967 millones de dólares, equivalentes a 193.230 millones de pesetas a los diversos cambios establecidos durante ese período. Eso lo denunció el que escribe en las páginas de ABC, en la sección Números cantan (1970-1971), con datos irrevocables, y supuso la prohibición de escribir más sobre temas sociales y económicos.

Cuando el editor José Manuel Lara, propietario de la Editorial Planeta, conoció la prohibición de la censura sevillana a estos artículos; pedida por el almirante Carrero Blanco a la dirección de ABC, a petición de personajes muy conocidos de la seudo derecha sevillana; el editor dijo: «Nicolás, haz un libro con todos los Números cantan prohibidos, más lo que quieras añadir, y yo los edito en Barcelona. Allí, a mí no me callan».

Y así fue como se publicó, en 1972, el primer libro titulado Andalucía: los siete círculos del subdesarrollo (Planeta). Un libro con el que se abrió mi tarea como escritor y que ya supera los cincuenta títulos editados sobre temas andaluces.

Huelga decir que las remesas de divisas de la emigración andaluza nunca fueron utilizadas para industrializar nuestra región, sino para fomentar la recuperación de Cataluña, el País Vasco y Madrid.

Esta es la verdadera historia del mal trato que los andaluces recibimos durante el Régimen del general Franco, pese a que Andalucía, y especialmente Sevilla, fueron la base del triunfo del Alzamiento militar de 1936. Por el contrario, tanto el País Vasco como Cataluña, sí recibieron del franquismo las máximas ayudas posibles, un asunto del que ni los vascos ni los catalanes, sean o no separatistas, quieren ni dejan hablar a nadie.