De la fantasía a lo trágico

Rodrigo Tomillo regresa a la ciudad que le vio nacer, mientras Akiko Suwanai dialoga por tercera vez con una Sinfónica en plenitud de facultades

Imagen de Guillermo Mendo / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Al contrario de lo que pudiera parecernos, la decisión de programar conciertos matinales y a primera hora de la tarde está surtiendo los efectos deseados, el público ha aceptado el reto y facilita que la cultura siga viva en medio de esta situación que de otro modo nos resultaría insostenible. Para la violinista Akiko Suwanai ésta es la tercera vez que colabora con la Sinfónica de Sevilla. La anterior además participó también en los conciertos dominicales de cámara. Por su parte, el joven Rodrigo Tomillo, nacido en Sevilla y criado en Nerva, su localidad paterna, ha afianzado su efervescente carrera internacional desde que se enfrentara a la formación hispalense en el concierto de clausura del curso académico de la Universidad hace cinco años. Juntos firmaron un memorable concierto gracias a las inmejorables aptitudes de la orquesta, y a sus particulares formas de ver las partituras programadas.

Suwanai no solo supo superar con holgura las exigencias técnicas que propone Prokófiev en el primero de sus dos conciertos para violín, además de controlar con éxito toda la flexibilidad y cantabilidad del instrumento, sino que impregnó la página de un sentido estético y litúrgico muy particular, atendiendo a todo lo dionisiaco que se pueda extraer de ella y henchirla de fantasía. La propuesta podría resultar atrevida y hasta desafortunada, lejos de lo que podría esperarse del autor y su particular universo, sin embargo logró convencernos, y para ello se valió de la complicidad de una batuta atenta en todo momento a arropar con una delicadeza casi etérea, incluso fantasmagórica. Suwanai explotó todas las posibilidades técnicas del instrumento, y no se quedó corta en las expresivas, con un sonido aterciopelado y una ornamentación exquisita. En el scherzo se mostró comedida en cuanto a rebeldía y agresividad, lo que menoscabó el tono sardónico de la pieza pero resultó coherente con el resto de una exhibición que terminó más reflexiva que intensa y se benefició de notables aportaciones del arpa, la flauta y el clarinete. Logró en suma una interpretación poética sin ser remilgada, muy controlada y maravillosamente fraseada, tan apacible en los movimientos extremos como discretamente crispada en el central, manteniendo siempre un diálogo equilibrado con la orquesta y un envidiable sentido del ritmo.

Una primera de Brahms profundamente trágica

¿Creerá Akiko Suwanai que la ROSS no sabe tocar más que Sinfonía nº 1 de Brahms? Y es que en su anterior ocasión con la orquesta, cuando en 2017 interpretó el Doble Concierto de Brahms junto a Daniel Müller-Schott al violonchelo y John Axelrod a la batuta, le siguió también esta primera sinfonía del compositor. Ciertamente es una de las obras que más veces ha tocado nuestra sinfónica, pero es tan grande que nunca nos cansamos de oírla. La verdad es que todo el cuerpo sinfónico brahmsiano merece escucharse una y otra vez sin cansarse. La de Rodrigo Tomillo fue una visión que ahondó en sus resortes más trágicos, ya desde una introducción de gran intensidad dramática, muy tensa y apasionada. La suya fue una acertada interpretación de tan extraordinaria partitura, ambiciosa y decidida en los movimientos extremos, cálida y amable en los internos, pero sin abandonar en ningún momento ese cariz trágico y contemplativo que moldeó su versión. Predominó la angustia incluso en el andante y el allegretto, con tempi más rápidos de lo habitual y aportaciones del oboe y el clarinete, así como de un soberbio Éric Crambes al final del andante, apacible pero igualmente atormentado. Solo el allegreto e grazioso resultó algo más templado, muy poético y pastoril aunque sin rusticidad alguna, para luego dar paso a roda la complejidad expresiva del movimiento final, en el que sin contrastes marcados, con transiciones elegantes y discretas, fue dibujando esa solemnidad próxima a Bruckner que resuelve los conflictos planteados en la narración de los movimientos precedentes, y converge con ayuda de unos metales en perfecta forma, en un apoteósico final.

ROSS ****

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3º Concierto de abono (Ciclo 30 aniversario) 2020-2021 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Akiko Suwanai, violín. Rodrigo Tomillo, director. Programa: Concierto para violín nº 1 en Re mayor Op. 19, de Prokófiev; Sinfonía nº 1 en Do menor Op. 68, de Brahms. Teatro de la Maestranza, jueves 25 de febrero de 2021

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