Al encuentro de Vandalia Trío

El joven grupo zamorano debuta en el Maestranza de la mano de Juventudes Musicales, con un ecléctico programa y mucha ilusión por hacer música

Al encuentro de Vandalia Trío / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Alguien no ha hecho bien los deberes y ha olvidado registrar el nombre de Vandalia en la Oficina de Patentes y Marcas, de otro modo no se explicaría que esta derivación de los vándalos, que algunos identifican con el origen de Andalucía (Vandalusía), aunque el tímido paso de este pueblo escandinavo por el sur del continente haga naufragar esta hipótesis, haya servido para bautizar dos grupos musicales de índole muy diferente. Por un lado tenemos el muy conocido entre nosotros y nosotras integrado por las voces de Rocío de Frutos, Gabriel Díaz, Víctor Sordo y Javier Cuevas dando forma al barroco y el renacimiento, y por otro esta formación de nuevo cuño y estética completamente diferente cuyo debut en el Maestranza tenía que haberse producido el pasado año, y por motivos bien conocidos se ha aplazado a esta primavera. Juventudes Musicales de Sevilla los han apadrinado tanto en concierto como en la grabación que ha motivado esta presentación, y ellos se han sentido profundamente agradecidos y mimados por quienes ahora consideran sus segundos padres, Concha Arenal y Arnold Collado.

Seguramente lo que hacen Vandalia Trío no sea exactamente lo que estén acostumbrados y acostumbradas a leer en estas crónicas, pero también saben lo mucho que apreciamos y admiramos en estas páginas aquellos proyectos protagonizados por jóvenes con agallas, ilusión y talento, y estos tres apasionados de la música sin duda lo tienen. Puede también que nos hayamos sentido jurado de un talent show, aunque les aseguramos que no nos identificamos en lo más mínimo con Risto Mejide. Lo cierto es que sabíamos cuál sería la propuesta de este joven trío y solo quedaba comprobar si lo hacían bien, y la verdad es que son buenos músicos. Irene Jiménez domina la flauta a la perfección, modula y frasea a discreción y con muy buen gusto, mientras Pablo Estébanez es capaz de extraer del contrabajo cuando lo requiere texturas y agilidades próximas al violonchelo, y Fernando García acusa en su sobrado eclecticismo un entusiasmo capaz de contagiar con su juguetón violín, su eficiente pianismo y su capacidad de coordinación y concentración en el complejo Loop Station con el que dieron más volumen y relieve a su variada propuesta.

El programa empezó de forma convencional con el allegretto de una sonata para tres de Carl Philip Emmanuel Bach, demostrando aun con sonido amplificado que son capaces de exhibir la educación académica recibida. Y siguió con el presto del Divertimento K.138 de Mozart ya en modo intervenido y fantaseado, y terminar un primer bloque con las célebres Czardas de Vittorio Monti evocando la atmósfera cómica de Mel Brooks y su Young Frankenstein, antes de embarcarse en el repertorio genuino que podemos encontrar en su primoroso álbum de presentación, GEN, en el que prosiguen su estilo arreglando y sometiendo a variaciones piezas tan arraigadas en el acervo clásico como el Trío para piano de Ravel – un Patoum Suite habitado por sonidos misteriosos y seductores – o el Asturias de Albéniz eficazmente combinado con la Malagueña de Lecuona y un estilo aflamencado legado del rock andaluz de los setenta, auténtica movida de transición más allá de la tan cacareada e igualmente meritoria madrileña de los ochenta. En ese Encuentro basado en Albéniz el público fue invitado a cantar y palmear, demostrando que aquí hay arte más allá del tópico. Sometido también a un ritmo frenético y contagioso, transformaron el precioso Oblivion de Piazzolla en Olvido de Vandalia Trío, y continuaron haciendo lo mismo con el Danzón nº 2 de Arturo Márquez en la propina.

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En todo momento ilustraron su proyecto con unas sencillas videocreaciones de Óscar Romero, artífice también del diseño artístico de su álbum, que viene así a aumentar el ya abultado merchandising con el que estos jóvenes entusiastas y emprendedores buscan alcanzar quizás el mismo cielo que ya habitan virtuosos como Ara Malikian y mediáticos como James Rhodes. Frente a tanto varapalo que recibe la actual juventud y ese horizonte oscuro al que parecen dirigirse, nos encanta y emociona que algunas y algunos sueñen y luchen por ese cielo claro y luminoso. Cierto es que su propuesta necesita pulimento, en lo escénico y lo musical, pero también que han tomado un buen camino para encontrar su propia voz y derrochan energía y positivismo para alcanzar su meta. De momento, el público salió tan encantado que la cola para hacerse con un ejemplar firmado del disco era tan larga como la que se forma cada tarde en La Verguería de la calle Cuna.

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