James Conlon y una radiante JONDE brillan en Sevilla

El esperado reencuentro de la Joven Orquesta Nacional de España y el público sevillano resultó memorable en las manos expertas del director James Conlon

James Conlon y la JONDE. / Guillermo Mendo / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Hacía tiempo que no disfrutábamos en Sevilla del que muchos consideran uno de los mejores conjuntos sinfónicos de nuestro país, y eso que está integrado solo por jóvenes que cubren así la última etapa de su aprendizaje antes de enfrentarse a la vida profesional. Aprovechando la gira emprendida por el Auditorio Nacional, el Festival de Granada y el cierre de temporada del Maestranza, pudimos por fin quitarnos la espinita. Los apagados comentarios recibidos de su incursión en Granada no hacían presagiar un concierto de tan estimulantes resultados, pero las manos expertas del director norteamericano James Conlon con este tipo de formaciones que tantas veces ha dirigido en su país, lograron que la JONDE brillara no solo como otras veces sino incluso más, en un programa que enfrentaba dos cuartas románticas, la de Schumann y la de Brahms.

Aunque sus grabaciones, especialmente junto a la Gürzenich Orchester de Colonia, son fáciles de encontrar, y su reputación se remonta a la década de los setenta del siglo pasado, habiéndose asentado como director musical de la Ópera de Los Angeles desde hace ya un buen puñado de años, algunos de los cuales ha coincidido con Plácido Domingo como director general, hemos de confesar que apenas conocíamos a Conlon más que por una magnífica regrabación fechada en 1999 de la banda sonora completa de Bernard Herrmann para Vértigo, distribuida en un disco que acompañaba un libro de Douglas Gordon sobre el film de Hitchcock y una exposición conmemorativa en París, donde el director era entonces el responsable de la Ópera Nacional. Su vinculación con Sevilla podríamos remontarla a ser uno de los pocos que ha grabado la ópera de John Corigliano Los fantasmas de Versalles, donde se retoman los personajes de Fígaro y Rosina allí donde los dejaron Mozart y Rossini. Su presencia ahora en el escenario del Maestranza se antojaba así todo un acontecimiento.

Una orquesta en perfecta forma física y mental

Originalmente considerada una fantasía sinfónica, de ahí que se deba tocar de continuo, sin pausas entre movimientos como hizo Conlon, lo que le da una unidad tan atractiva como trascendental, la Sinfonía nº 4 de Schumann fue abordada por la JONDE con una vitalidad y un ímpetu desbordado. El director prefirió el trabajo de equipo, que sonara como un todo, un bloque sólido y espeso, mejor que destacar matices y detalles, y lo cierto es que acertó en su decisión. Desde el lento arranque hasta la fogosa heroicidad final, pasando por la delicada expresividad de la romanza, con un sensacional solo de violín, y el pujante scherzo, defendido con aplomo y contundencia, la orquesta exhibió una calidad técnica extraordinaria, incluso en los temibles metales, deslizándose entre las sinuosas oscilaciones del allegro inicial, y el radiante final, abundando las texturas espesas y el carácter solemne y dramático de la pieza, a lo que la batuta se plegó con desenvoltura y sentido del espectáculo.

También la Cuarta de Brahms se benefició de estas cualidades. Esta expresión máxima de la tragedia épica y el lirismo melódico encontró en los jóvenes intérpretes un magnífico espejo, lográndose que esta mezcla y enfrentamiento entre lo arcaico y la pasión romántica sonara con una brillantez inusual para instrumentistas todavía con poca experiencia, lo que evidencia que detrás hubo un trabajo extenuante entre batuta y orquesta, además de una química tan buena que se evidenció en los signos de admiración que sus integrantes brindaron al veterano director al final de la representación. Aquí todo sonó atormentado y a la vez fogoso, con imperiales toques de metal y un trabajo excelente de las maderas, especialmente en el contenido y cálido andante, siempre con un acompañamiento preciso de la cuerda, destacando el brío y corporeidad de la grave. Al carácter desenvuelto y jocoso del scherzo siguió un contundente y meditado allegro final siguiendo el modelo de la chacona bachiana con mucho respeto y seriedad. El resultado fue tan inspirado como estimulante, capaz de suscitar un aplauso interminable que no derivó sin embargo en la tan anhelada propina.

Si el día anterior fueron dos jóvenes solistas y un joven director quienes recibieron el respaldo de una formación veterana, esta vez fue un conjunto joven e ilusionado quien se dejó guiar por una batuta sabia y experimentada. Y si ese día se interpretaron dos conciertos, esta vez fueron dos sinfonías, como si ambas veladas se complementaran para ofrecer dos programas convencionales combinados. Y todo para celebrar que la esperanza depositada en nuestros jóvenes intérpretes es una realidad y un consuelo, como seguramente también demostrará la Sinfónica Conjunta cuando el próximo lunes protagonice el concierto de clausura del año académico de la Universidad de Sevilla. Esta es la juventud responsable, trabajadora y disciplinada que liderará el futuro.

JONDE *****

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Concierto de la Joven Orquesta Nacional de España. James Conlon, director. Programa: Sinfonía nº 4 en re menor Op. 120, de Schumann; Sinfonía nº 4 en mi menor Op. 98, de Brahms. Teatro de la Maestranza, miércoles 23 de junio de 2021

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