Historias de un bandoneón

Tres Esquinas protagonizó el primero de los diversos homenajes que disfrutará en el Alcázar la música de Piazzolla cuando se cumplen cien años de su nacimiento

Historias de un bandoneón / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Uno de los más grandes e importantes compositores argentinos del pasado siglo es sin duda Astor Piazzolla. Tomó como referencia el tango y provocó toda una revolución en torno a él, tanto que como siempre ocurre con los genios, su música fue una gran incomprendida entre los puristas y los más avezados defensores del género, al menos hasta convertirse en leyenda. Anoche tres artistas, bautizados para la ocasión como Tres Esquinas, se dieron cita en los Jardines del Alcázar para rendir homenaje a este grande de la música con mayúsculas, iniciando así una serie de conciertos salpicados a lo largo de esta edición de las Noches del Alcázar, destinados a homenajear al músico de Mar del Plata cuando hubiera cumplido cien años, tras casi treinta de habernos dejado.

A Federico Lechner, pianista argentino afincado en nuestro país, ya lo habíamos visto en este escenario en varias ediciones anteriores, por ejemplo versionando a Debussy en clave jazzística o acompañando a la armónica de Antonio Serrano en una antología de Gershwin. Siempre estupendo y versátil, inspirado por una continua improvisación, estuvo acompañado en esta ocasión por su compatriota Florencia Bégue y el peruano de sangre porteña Claudio Constantini. Ella fue la única a descubrir en esta ocasión, ya que a Constantini tuvimos oportunidad de disfrutarlo, y mucho, la pasada primavera cuando tocó al bandoneón un concierto de su cosecha y al piano la Rapsodia en Blue de Gershwin junto a la Orquesta Joven de Andalucía. Siendo habitual que estos conciertos sean ilustrados con explicaciones sobre las obras a interpretar, esta vez la práctica se obvió, justo cuando un tributo de estas características más lo demanda, perdiéndose así el concepto de una propuesta como esta, entre el recital canalla y el cabaret más íntimo. En su lugar el bandoneonista contó la singular historia de su instrumento y sus orígenes alemanes justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Su particular sonido y estética, la infancia callejera de Piazzolla en las calles de Nueva York de primer cuarto de siglo, y su sonido netamente urbano y apasionado se dieron cita en este homenaje, mientras sus influencias clásicas de Bach o sus mentores Ginastera y Nadia Boulanger quedaron más velados en el repertorio elegido, fundamentalmente cancionero.

Fue Constantini quien más se lució con su proverbial dominio del instrumento, derroche de sensibilidad, flexibilidad y exquisito gusto. Lechner le acompañó con competente sentido del ritmo, llevando a buen puerto la combinación entre el particular estilo fuertemente sincopado del compositor y su personal aire jazzístico, dejándonos ambos una pequeña joya, su versión del estremecedor Adiós Nonino, tras un arranque en caliente y enfervorecido con La muerte del ángel. Pero el peso de la función cayó en la voz de la joven Florencia Bégue, puntualmente insegura e impostada, puede que por los nervios del debut en un escenario que los tres se apresuraron a celebrar como emblemático e irrepetible. Bégue intentó marcar acentos, adoptar ese estilo sensble y a la vez canalla tan característico que nos trasladase a garitos llenos de humo y alcohol, e imprimir de fuerte pasión más allá del rojo intenso de su vestido, un repertorio centrado en las calles de Buenos Aires y la gente loca y de vuelta de todo que las puebla. Su vocalización impecable y timbre agradable, a merced de una voz algo quebrada, no impidió que su aportación resultara tibia y banal el esfuerzo de los tres por aunar talento e intencionalidad. Entre las piezas que entonó con mayor éxito estuvo Chiquilín de Bachín; tampoco deslució el desgarrador Vuelvo al Sur, compuesto para la película Sur de Fernando Solanas, en representación de las muchas bandas sonoras que compuso, una de ellas por cierto, La boutique, para otro de los grandes centenarios del año, Berlanga. La popular canción Los pájaros perdidos y una versión en francés del indispensable Oblivion cerraron un recital del que sinceramente esperábamos mayor implicación, intensidad emocional y concepto.

TRES ESQUINAS **

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XXII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Florencia Bégue, voz. Claudio Constantini, bandoneón. Federico Lechner, piano. Programa: Paseando a Piazzolla. Miércoles 4 de agosto de 2021

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