Una Butterfly de aciertos y ocurrencias
El emblemático título de Puccini asoma de nuevo en el Maestranza, protagonizando una noche de esperanza e ilusión, aforo completo y lleno total
Foto: Teatro de la Maestranza. / Juan José Roldán
Juan José Roldán
No es habitual que la temporada arranque con el primero de los títulos líricos programados, pero así fue anoche con el aforo completo recuperado en el Maestranza, y un lleno total que colmó la ilusión de responsables y público para que todo a partir de ahora vaya lo mejor posible. Se eligió para la ocasión uno de esos títulos tantas veces programados en este y cualquier otro coliseo. En nuestro caso es la cuarta vez que asoma en sus treinta años de historia, cuando todavía quedan tantos títulos del repertorio habitual pendientes de estreno. La última, hace nueve años, fue un auténtico derroche de gracia y creatividad, caracterizada por un uso de la luz y el color de una belleza y una alegría incontestables. Todo lo contrario presenta Joan Antonio Rechi y el mismo equipo que estrenó al final de la pasada temporada la ansiada Carmende Calixto Bieito, de la que el ahora director escénico fue responsable de la reposición. La de Rechi es una Madama Butterfly densa y siniestra que intenta marcar con fuerza y decisión el estado de ánimo de una de las mujeres más desdichadas de la producción lírica tradicional, y no son pocas. En un alarde de originalidad, Rechi ambienta una historia que Puccini concibió a principios del siglo XX, en plena efervescencia del aperturismo de Japón a occidente, en la Segunda Guerra Mundial, aprovechando que la trama acaece en Nagasaki. Una ciudad indefectiblemente unida a una de las mayores tragedias humanas del pasado siglo, cuando fue objeto de una de las dos bombas nucleares que finiquitaron la conflagración. Le sirve al director de escena para potenciar el dolor existencial de una mujer traicionada, así como seguramente la fuerza de un amor incondicional que le lleva incluso a perdonar la nacionalidad invasora de su amante y fingido marido.
Rechi sitúa el primer acto de esta versión original por la que ha optado el Maestranza a través de una coproducción del Festival de Peralada y la Ópera Alemana en el Rín, en el consulado regentado por Sharpless. Allí se celebra el contrato nupcial, bajo bandera norteamericana, y desde allí viajan los invitados al hogar matrimonial con una solución tan ridícula como ir pasándose en volandas los y las integrantes del coro una maqueta de la casa (no es la única maqueta, en el coro a boca cerrada un ridículo barquito de vela se pasea por el escenario), lo que nos lleva a una hipotética cámara nupcial donde tiene lugar el primer momento musical verdaderamente importante de la obra. En dos actos, el segundo de considerable duración, se presentó esta versión original que tantos problemas acarreó a su autor en su fallido estreno milanés, si bien las razones de aquel fracaso afortunadamente no se dan en el público actual. El segundo, tras un eficaz efecto visual que recrea la caída de la bomba en Nagasaki, se desarrolla entre ruinas. Puede que el efecto emocional perseguido se logre, condensando en casi hora y media un torbellino de tensión que entronca muy bien con el progresivo deterioro del estado de ánimo de la protagonista, pero provoca también situaciones disparatadas, como que en una zona tan afectada por la radioactividad se mantenga el cónsul americano o se acerquen Pinkerton y su esposa a recoger al hijo que el primero tuvo con la desdichada Cio Cio San. Una vez más son convenciones que tenemos que tragar como peaje para lograr una visión diferente de la propuesta y alcanzar en la medida de lo posible un mayor calado emocional.
Ermonela Jaho acabó exhausta
No fue precisamente delicada la dirección musical de Alain Guingal. Decibélica de principio a fin, todo un desafío para los esforzados cantantes, sobre todo en el primer y bullicioso primer acto, la suya fue una dirección poco atenta a los matices, en la que la instrumentación exótica destacó en exceso y que no supo aprovechar momentos de inusitada belleza e incontestable magia como la sensual entrada de la protagonista y su séquito. A nivel técnico cabe señalar sin embargo el excelente papel que desempeñó la orquesta, especialmente unos refulgentes metales, que se lucieron especialmente en el generoso intermezzo que divide el segundo acto en dos, una de las soluciones que ideó Puccini para mejorar la versión que tanto fracasó en Milán, y que esta producción ha acertado en respetar. Incluso en el precioso y famoso coro a boca cerrada que le precede se apreciaba más el violín solista que las voces fuera de escena del coro femenino.
Cabe agradecer a Jorge de León incorporarse al elenco a ultimísima hora por indisposición del primer tenor considerado, Amadi Lagha. Pero eso no justifica que su calidad como Pinkerton dejara bastante que desear. Una voz tremolante, poco adicta a los afectos e incapaz de frasear con elegancia y delicadeza, patente en un Dovunque al mondo que no permitió apreciar la calidad de la melodía, fue la constante del tenor canario, que tampoco lució en el extenso dúo de amor del primer acto, a pesar de que para entonces ya había corregido algo la modulación y el temperamento. Afortunadamente corrigió algunas de estas imprecisiones en el Addio, fiorito asil del final. No siendo una parte muy complicada, la de Damián del Castillo como Sharpless tampoco suscitó especial entusiasmo, aunque en el segundo acto pudimos apreciar un trabajo interpretativo muy cuidado y una entonación más trabajada a nivel emocional. Gemma Coma-Alabert empezó también tremolante pero se hizo poco a poco al papel con una voz bien colocada, rutilante en el emblemático dúo de las flores junto a la protagonista, y quizás una pizca sobreactuada a nivel interpretativo. Del resto solo cabe destacar la escasa relevancia que logró dar Moisés Marín al mezquino e impresentable casamentero Goro, mientras el silente niño se esmeró en su pataleta al ser separado de su madre.
Pero si alguien brilló en el conjunto, y no es poco, fue Ermonela Jaho, que acabó visiblemente exhausta y afectada tras el enorme esfuerzo que exige su papel, y que en este caso además sobrellevó una carga emocional y temperamental más fuerte de lo habitual. Y es que la suya no fue una Cio Cio San humilde y comedida, dulce y llena de ternura, sino arrogante y jubilosa ya desde el inicio, cuando la dirección optó por potenciar esos atributos tan propios de la juventud. No echó mano por eso de la dilatada extensión de registro que exige el papel, sino que empezó ya con una zona grave poderosa que derivó en el segundo acto en un registro más dramático y una voz más profunda y aquilatada, acaso superando diversas complicaciones de cambio de registro y tono no siempre con soltura y delicadeza, pero logrando en general un trabajo sólido y emocionalmente comprometido. Su Un bel dí vedremo suscitó un fuerte aplauso, a pesar del dudoso gusto de Rechi de hacer acompañar una actuación que no necesita complementos de una aparición de Pinkerton y otros elementos que distraen la atención. Dentro de las coordenadas impuestas desde la dirección, la suya fue una interpretación convincente y esmerada, aunque cada vez nos fuera pareciendo más cerca de Lucia de Lammermoor que de la humilde y apocada Cio Cio San, claro que motivos para la locura no le faltaron en medio de ese caos apocalíptico y con el corazón tan destrozado. Habrá ahora que esperar al segundo reparto, pues si bien solo se ofrecen cuatro funciones, la tercera y cuarta van seguidas por motivos de agenda.
La ficha
MADAMA BUTTERFLY ***
Ópera de Giacomo Puccini con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica (versión original del estreno en La Scala de 1904). Alain Guingal, dirección musical. Joan Antonio Rechi, dirección escénica. Alfons Flores, escenografía. Mercé Paloma, vestuario. Alberto Rodríguez, iluminación. Con Ermonela Jaho, Jorge de León, Gemma Coma-Alabert, Damián del Castillo, Moisés Marín, José Manuel Díaz, Pablo López Martín y Diana Larios. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, director. Coproducción del Festival Castell de Peralada y la Deutsche Oper am Rheim. Teatro de la Maestranza, domingo 3 de octubre de 2021
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