Cuarteto D’Arezzo, voces en progreso

El joven cuarteto sevillano ofreció ayer tarde un programa diverso y comprometido de la mano de Juventudes Musicales

Cuarteto D’Arezzo, voces en progreso / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Si hay algo, por encima de cualquier otra consideración, que caracterice a una institución como Juventudes Musicales es servir de trampolín o plataforma de lanzamiento a artistas y formaciones en proceso de desarrollo, que necesiten darse a conocer y exhibir el resultado de su esfuerzo e ilusión. De ese cometido se benefician grupos como el Cuarteto D’Arezzo que se presentó ayer tarde en un Teatro Cajasol aun con restricciones de aforo. Si hay alguien que no lo sabe o no ha escudriñado esa Wikipedia que tan a menudo nos saca de dudas, Guido D’Arezzo fue un monje italiano de la Edad Media al que le debemos la moderna nomenclatura y organización de las notas musicales. De él han tomado su nombre estos cuatro jóvenes formados en el Conservatorio Manuel Castillo y en orquestas como la Conjunta, la Bética y la Joven de Andalucía. Como ya se ha apuntado en varias ocasiones en esta y otras publicaciones, el trabajo en equipo, y muy especialmente el desplegado por un cuarteto, formación estrella en música de cámara, exige mucha dedicación, un esfuerzo considerable en términos de compenetración y búsqueda de un lenguaje común. En definitiva,una puesta en práctica continua que depure sensibilidades y perfile un sonido personal y robusto. No basta reunirse de vez en cuando, sumar fuerzas individuales y trabajar sobre un programa concreto si no se ha profundizado antes en encontrar una voz única y común. Se trata de un camino que requiere mucho esfuerzo, tiempo y dedicación. Así las cosas, según nuestra opinión a los jóvenes intérpretes de esta formación les queda todavía un camino largo que recorrer.

Hicieron su presentación con un arreglo de Sevilla de Albéniz, de contornos definidos pero corto de empuje emocional, al que siguieron unas Vistas al mar del catalán Eduard Toldrá, tres viñetas inspiradas en poemas de Joan Maragall que evocan paisajes y experiencias relacionadas con la playa y el mar. La obra, que hemos tenido ocasión de escuchar en nuestra ciudad en al menos un par de ocasiones en los últimos años, tiene un carácter eminentemente atmosférico que el cuarteto no logró plasmar en su totalidad. Comunicar el desenfado clasicista en sintonía con el espíritu mendelssohniano que lo informa, no estuvo entre las prioridades de un conjunto más centrado en la técnica que en la emoción. A los violines, aunque bien sintonizados, les faltó interés y entusiasmo, y una mayor depuración tímbrica; mientras las voces graves, con el violonchelista desplegando un gran esfuerzo tras un infortunio que provocó la dedicatoria del concierto a los abuelos y abuelas, no lograron dar suficiente cuerpo al conjunto. El Nocturno, inspirado en el poema Allí en las lejanías del mar, no transmitió suficiente carácter nostálgico, y solo Velas y reflejos (La mar estaba alegre) logró ese punto expresivo ideal a su espíritu jocoso.

Más compromiso y compenetración exige el Cuarteto nº 2 de Mendelssohn, en realidad primero de los siete compuestos por el autor de Canciones sin palabras. Tratándose de la quintaesencia de su estilo extrovertido e intrincado, apenas logramos atisbar esa fuerza expresiva que informa toda la partitura, consecuencia de la gran admiración que el compositor sentía por Beethoven. Faltó contraste en el primer movimiento, y aunque se evidenció mucho trabajo en las dinámicas, tampoco se alcanzó el nivel de relieve aconsejable, si bien el violonchelo logró destacar con nervio en su segunda parte. Menos intenso quizás de lo esperable, el adagio denotó sin embargo bastante cantabilidad y nobleza, así como los pizzicati del intermezzo alcanzaron la ligereza exigible, y el finale presto asombró por la dignidad que fueron capaces de imprimirle estos jóvenes intérpretes y lo bien que resolvieron su carácter cíclico. Fue por lo tanto un concierto irregular, marcado quizás por las condiciones, pero susceptible de mejorar si sus responsables anotan estas carencias y trabajan con aplomo e ilusión para limarlas y alcanzar así resultados más estimulantes; tienen la técnica y la juventud a su favor.

CUARTETO D’AREZZO **

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Concierto de Juventudes Musicales de Sevilla. Cuarteto D’Arezzo: Lucía y Aida López Borrego, violines; José Ángel Esteban Velázquez, viola; Juan Antonio Carrillo Rivodigo, violonchelo. Programa: Sevilla, de Albéniz; Vistas al mar, de Toldrá; Cuarteto nº 2 Op. 13 en la menor, de Mendelssohn. Teatro Cajasol, lunes 25 de octubre de 2021

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