Ayer y hoy del jazz en Sevilla
El ciclo de jazz del Central arrancó con la presentación de un documental que recorre la historia del jazz en Sevilla, y del nuevo disco de Andalucía Big Band
Ayer y hoy del jazz en Sevilla / Juan José Roldán
Juan José Roldán
Ayer tarde tuvieron lugar en nuestra ciudad dos importantes acontecimientos que demuestran la envidiable salud cultural que exhibe una ciudad que muchos todavía creen anclada en las tradiciones y el espíritu injustamente rancio que se le asigna. Por un lado, dos grandes enamorados y agitadores del jazz en Sevilla, el contrabajista Manuel Calleja Bono y el cineasta Jesús García López presentaron un espléndido documental que recorre por bloques más que por cronología la presencia a menudo escueta y efímera del jazz en la ciudad, con sus artífices y escenarios como auténticos protagonistas de una crónica bien urdida, entretenida y apasionante para cualquier amante de la buena música, sea el género que sea. El viaje nos llevó desde la presencia del cantante de raza negra Harry Fleming el año de la Exposición Iberoamericana, que acabó acompañando al bombero torero, a la creación de asociaciones como Assejazz y Sevilla Swing Dance, pasando por la ignominia franquista, que prohibió durante mucho tiempo esta música en todo el territorio español por considerarla subversiva y ofensiva para la supremacía blanca, y los primeros grandes pasos que dieron el Festival Internacional de Jazz promovido por la Diputación y los apoyos más recientes de la Universidad y la Junta de Andalucía, como este ciclo de Jazz en noviembre que celebra cada año el Teatro Central y que este arrancó precisamente de la mano de este apasionante trabajo.
La cinta utiliza como leit motiv la búsqueda de un concepto que se adapte tanto al swing tradicionalmente asociado a esta música vibrante y apasionada, como al duende inherente al espíritu flamenco que impregna nuestra cultura más autóctona y da personalidad al arte que en parte se cultiva en nuestra comunidad. Con referentes de lujo como ese imprescindible libro que Antonio Torres, médico, músico y divulgador que fundó el Cineclub Medicina y la asociación Freeway dedicada a la promoción del jazz, publicó en 2015 bajo el título Jazz en Sevilla 1970-1995, y toda una pléyade de artistas con sus testimonios y vivencias, el documental da forma a una historia que se inicia en la década de los setenta del siglo pasado con la apertura de locales como El Violonchelo en la Plaza de San Pedro o el BeBop, y que llega hasta nuestros días con la sala multidisciplinar La Imperdible o el Café Naima, al que sin embargo Calleja y García López no prestan la atención que merece.
Por ahí aparecen nombres míticos como el pianista alemán Olaf Meyer o el saxofonista tejano Abdu Salim, que encontraron en nuestra ciudad el lugar en cuya efervescencia cultural quisieron hundir sus raíces. Todavía recuerdo lo mucho que me impactó ver a Salim con sus largos dedos acariciar el saxo junto a Howard Shore y la Sinfónica de Sevilla tomando la parte que Ornette Coleman ostentaba en la banda sonora del film El almuerzo desnudo de David Cronenberg. Y por ahí aparecen también las divertidas anécdotas de Antonio Dechent colándose con sus amigos en los conciertos del Festival de Jazz, o del compositor y teclista neozelandés Trevor Coleman iniciándose en el sevillanismo a través de la comprade una bicicleta y el intento todavía no consumado de tocar en una banda de Semana Santa. Pero son muchos también los que se han quedado en el tintero, como José María Mellado, promotor del Festival de Jazz como responsable de la Diputación, o Miguel Ángel González, fundador también de Freeway y que hoy sigue aportando su granito de arena como organizador de las Noches estivales del Alcázar. Influencias como esas, un barrio vivo y alegre como la Alameda, y el carácter lleno de entusiasmo y energía de un pueblo que ha respirado arte y ganas de vivir a lo largo de su historia, alimentan este emocionante trabajo que finalmente llega a la conclusión de que el swing lo tenemos gracias a esas ansias de vida y libertad, y el duende por alimentar ese niño que llevamos dentro y no dejar que se nos escape.
Andalucía Big Band crece
La larga tarde que el Central dedicó al jazz como antesala a un ciclo por el que este año desfilarán a partir de hoy artistas de la talla de Enrico Rava, Fred Hersch, Marcin Wasilewski, Joe Lovano y Paula Bilá, se completó con un extraordinario concierto-proyección a cargo de Andalucía Big Band, una formación que crece con cada nuevo acontecimiento que propone, y que anoche aprovechó para presentar su nuevo disco con música del saxofonista gaditano Pedro Cortejosa, miembro del conjunto y compositor de muchas de las obras que esta estrena en primicia. La pandemia y el confinamiento inspiraron a Cortejosa para componer una banda sonora ficticia con un recipiente de lujo, el Frankenstein de James Whale. La vanidad y la soberbia del hombre enfrentadas a la naturaleza, y la defensa de esta provocando daños colaterales, hasta que en un epílogo ideado para la ocasión resurge la esperanza de una vida mejor, más en comunión con la naturaleza y todo su esplendor, una llamada a aprender a convivir con ella, respetándola y disfrutándola.
Aunque en el año de su producción, 1931, ya se habían rodado infinidad de películas sonoras, la música incidental apenas se había esbozado en una disciplina que no concebía más música en la imagen que la que provenía de una fuente visible, lo que se llama música diegética. El panorama cambió radicalmente cuando Max Steiner compuso en 1933 King Kong para gran orquesta, aunque entonces la música incidental ya era una discreta realidad. Por eso La novia de Frankenstein, realizada también por Whale en 1935, contó con una espléndida partitura de Franz Waxman, pero su antecesora apenas gozó de subrayado musical, lo que la ha convertido en recipiente ideal de Cortejosa para un proyecto cinematográfico que da a luz estos días en forma de álbum. Con una estructura básica de suite, con su tema principal, un inquietante crescendo que la banda recreó con mucho empuje y entusiasmo, su tema de amor melodioso y delicado, un tema de ribetes misteriosos dedicado al personaje central, la criatura, y otro a la prometida del doctor, Elizabeth, y los consabidos temas de acción que acompañan a la caza y la muerte del monstruo, todos ellos con aportaciones extraordinarias de los solistas de la formación y una dirección precisa y vibrante de Miguel Ángel López.
Y aquí parece el tercer concepto de la noche, tras el swing y el duende, ya que Cortejosa ha abordado su composición desde un espíritu absolutamente acorde al soul, valga la redundancia, con mucho ritmo, aportaciones excelentes del batería y los sonidos electrónicos, y un sentido global de música negra de los setenta del pasado siglo, con resultados excelentes a los que se adaptó la creación audiovisual de Music Komite, con imágenes profusamente intervenidas y frecuentemente enmarañadas y adulteradas, incluso con fotogramas que no corresponden al original homenajeado. La escritora y psicóloga madrileña Amada Blasco se encargó de recitar los textos generados para la ocasión, y el entusiasmo se apoderó de todos los asistentes, a pesar de que cierta saturación decibélica malogró parcialmente los resultados, restando una mayor claridad, trasparencia y matización en el estupendo rendimiento de los músicos.
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