Las consecuencias del amor y del odio
El Maestranza recupera un título poco frecuentado, en una versión que denuncia la inocencia perdida y nos regala las voces de Leonor Bonilla y Daniela Mack
Las consecuencias del amor y del odio / Juan José Roldán
Juan José Roldán
No nos extraña que sea la Ópera de Tenerife la encargada, junto a la de Bolonia, de recuperar este título de Bellini menos frecuentado que sus populares I puritani, La sonámbula y Norma. Es desde hace tiempo sede de programaciones muy arriesgadas, repletas de títulos noveles, música contemporánea y recuperaciones como la que nos ocupa, una pieza que el compositor siciliano compuso en tiempo récord con la complicidad de su libretista habitual, Felice Romani, que para la ocasión se inspiró en las fuentes italianas del siglo XVI que sirvieron a su vez de inspiración a Shakespeare para Romeo y Julieta. Por cierto, que entre este título y la primera adaptación operística de una obra del escritor bardo, Macbeth de Verdi, distan diecisiete años. También en el germen de este título se encuentra el cuento de Matteo Bandello sobre las consecuencias del odio entre gibelinos y güelfos, las dos facciones que desde el siglo XII apoyaron en el Sacro Imperio Romano Germánico a la Casa de Suabia y la de Baviera respectivamente, y que tanto marcaron el romance imposible entre los dos protagonistas de la función.
Este montaje vino travestido como su protagonista masculino con voz de mezzosoprano, que se entendía transmitía mejor los sentimientos amorosos, trasladando la acción a los setenta del siglo pasado y convirtiendo Verona en un bar de la época, con sus billares y pósters alusivos a deportes, cine y publicidad del momento. Dos clanes de la mafia enfrentadas y marcadas por un trágico acontecimiento entre chiquillos de ambos bandos, protagonizan esta historia de amor imposible con una puesta en escena detallista en su escenografía y vestuario, si bien adolece como tantas otras veces de una dirección escénica escasa en agilidad y compromiso. La aparición frecuente de los niños, envueltos en el polvo del tiempo que tanto ha potenciado las diferencias entre adultos, se revela redundante y solo provoca saturación en el escenario, lo que hace que el trabajo dramático y vocal de sus protagonistas resulte a veces complicado y de esa manera todavía más meritorio. Todo se desarrolla en un único espacio, sometido a puntuales transformaciones según el acto, con el coro sometido a movimientos coreográficos a menudo torpes y raquíticos, con sus integrantes sometidos a una representación conceptual enfática, lo que no hace sino acrecentar la sensación de saturación también en lo intelectual.
Alta calidad musical
En ese contexto se desarrolló un espectáculo musical de primera calidad, apoyado en unas protagonistas de auténtico lujo y una comparsa, entre secundarios y orquesta, de alto nivel. Tanto el director musical, el alicantino Jord Bernàcer, como la mezzo argentina Daniela Mack, tienen una fuerte vinculación con la Ópera de San Francisco. A ella se le notó especialmente por su excelente trabajo escénico y dramático, algo que en aquellas latitudes se cuida muy especialmente y que en su caso derivó en un Romeo harto convincente, no solo en el disfraz físico sino también en sus ademanes, definitivamente masculinos aunque sin excesos ni afecciones. Especialmente notable fue su colección de gestos y movimientos coreográficos en el duelo con Tebaldo del segundo acto. Por su parte, Bernàcer llevó la batuta con el equilibro justo que la obra demanda, aprovechando sus emocionantes líneas melódicas, llenas de pasión y seducción y otorgando máximo relieve a la voz. Bajo su dirección pudimos apreciar perfectamente el tránsito entre el bel canto más puro y el romanticismo más expresivo que supone este título de Bellini. Solo en determinados momentos donde prima más el furor llegó a tapar las voces principales, y a pesar de que entonces el empuje no era todo lo decisivo deseable. En el apartado solista todos tuvieron una gran noche, desde las revoltosas y ágiles maderas, especialmente las flautas, hasta el oboe y el clarinete, la majestuosa trompa y el violonchelo en el preludio del acto segundo. También la banda interna, integrada por alumnos del Conservatorio Manuel Castillo, cumplió con nota alta.
La fiesta vocal arrancó pronto, con el tenor tinerfeño Airam Hernández dando vida a un Tebaldo de voz clara y despejada, considerable potencia y muy buen gusto al modular, patente en la cabaleta de venganza É serbata a questo acciaro. Los bajos cumplieron con solvencia. A Luis Cansino lo hemos visto en este escenario tanto en títulos operísticos como zarzueleros. Su voz de barítono cas bajo permanece profunda y penetrante, mientras en lo actoral se defiende con ejemplaridad. Quizás el bajo Dario Russo acusó una mayor inseguridad, pero su rendimiento fue satisfactorio en general. Ellas fueron sin duda las grandes vencedoras de la empresa. Mack añadió a su portentoso trabajo dramático una voz aterciopelada, de amplio registro, convenientemente modulada aunque las agilidades no fueran su fuerte, siempre bien apoyada y con una línea de canto homogénea y agradecida. Se sintió cómoda tanto en sus momentos más íntmos y líricos (L’amo tanto o el conmovedor final Tu sola, o mia Gulietta) como en los más agresivos, componiendo junto a Leonor Bonilla dúos de enorme calado sentimental (Ah, crudel ognor ragioni).
La soprano sevillana volvió a encandilarnos con su voz de precioso timbre y elegantísimo fraseo, que fluyó como un perfume, equilibrando drama y lirismo y salvando con ejemplaridad las muchas complejidades que encierra su parte. Bonilla sonó seductora y conmovedora, con la proyección justa y las ornamentaciones precisas, con un canto muy expresivo y las dosis dramáticas justas. Su primera aparición, Eccomi in lieta vesta, fue todo un gozo, contenida y triste, con sensacionales inflexiones en la voz que le llevaron del pianissimo a lo más expresivo con proverbial facilidad, modulando siempre con exquisitez y sentido común. Suyas fueron las mayores ovaciones de una noche en la que también tenemos que destacar el magnífico trabajo del coro masculino, especialmente en Lieta notte avventurosa, y la emocionante experiencia de los niños, que acataron a la perfección la disciplina de un montaje de esta envergadura.
I CAPULETI E I MONTECCHI ***
Ópera de Vicenzo Bellini con libreto de Felice Romani. Jordi Bernàcer, dirección musical. Silvia Paoli, dirección escénica. Tecla Gucc Ludolf, reposición de la puesta en escena. Andrea Belli, escenografía. Giulia Giannino, vestuario. Alessandro Carletti,iluminación. Hugo Carugatti, reposición de la iluminación.Con Leonor Bonilla, Daniela Mack, Airam Hernández, Lus Cansino, Dario Russo y alumnos del Conservatorio de Danza Antonio Ruiz Soler. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, director. Alumnos del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo(Salvador Vázquez, dirección).Coproducción de la Ópera de Tenerife y el Teatro Comunale de Bolonia. Teatro de la Maestranza, jueves 9 de diciembre de 2021
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