Puro clasicismo desde Bormujos
La orquesta aljarafeña ofreció un sugerente concierto en torno al más puro Clasicismo, en su línea habitual de recuperación de obras poco divulgadas
Juan José Roldán
Aunque hemos seguido su trayectoria prácticamente desde su fundación en el año 2016, no hemos vuelto a tener oportunidad de atender esta orquesta desde aquel concierto en la Anunciación con el que celebraron el veinticinco aniversario de la Facultad de Periodismo, y que tan buen sabor de boca nos dejó. Desde entonces han seguido en su línea de recuperación de obras, fundamentalmente del Clasicismo, olvidadas o poco divulgadas, combinadas con otras de más fácil identificación. No cabe duda de que director y conjunto saben cómo ofrecer así una alternativa inteligente e ingeniosa a la sana y grata proliferación de conjuntos nacidos en la ciudad en los últimos tiempos. Comprobamos ahora que el entusiasmo y la entrega absoluta de su director, Alberto Álvarez Calero, siguen intactas, contagiando a los y las jóvenes integrantes de la formación aljarafeña.
La vida del compositor, virtuoso violinista y campeón de esgrima Joseph Bologne, conocido como Chevalier de Saint-Georges, es sin duda más apasionante, ideal como bien apuntó Álvarez en su introducción, para una película o serie de televisión, que su propia música, sin duda bien estructurada y primorosamente orquestada pero prácticamente irrelevante en medio de las tendencias de su época, marcadas por la arrolladora personalidad de Haydn, protagonista espiritual de la velada. Solo así podemos entender a quien nació en Guadalupe (ahora Haití) de padre colono y madre esclava, creció y se desarrolló en París, convirtiéndose en imbatible espadachín, maestro de música ocasional de María Antonieta, y compositor de sinfonías y óperas. Precisamente de una de estas, L’amant anonime, extrajo su Sinfonía nº 2 en forma de obertura, una pieza relativamente breve y de gramática sencilla que la formación llevó a muy buen puerto, con prestaciones disciplinadas y muy aseadas de todas las familias orquestales, incluidas las temidas trompas, en un trabajo que los y las dieciséis integrantes del conjunto para la ocasión (siete violines, dos violas, dos violonchelos, un contrabajo, dos trompas y dos oboes) bordaron a la perfección.
El Concierto para contrabajo de Johann Baptist Vanhal, original para un violón vienés de especial afinación, disfruta de mayor reconocimiento y divulgación, compitiendo casi siempre con ventaja con los de sus contemporáneos Dittersdorff, Hoffmeister, Pichl y Sperger, a quien precisamente debemos la custodia de este singular concierto. Suponemos que la intervención del contrabajista de la ROSS Matthew Gibbon, se debió a un acto de generosidad y apoyo incondicional a una orquesta a la que también ha dado forma a lo largo de estos cinco años. Solo así entenderíamos que se arriesgase como solista, papel que no encaja en su perfil como sí lo hace su impecable trabajo en la plantilla de la Sinfónica de Sevilla desde su origen. Eso explicaría su errática manera de afrontar la página de Vanhal, con evidentes debilidades en su zona aguda y puntuales fallos de articulación, de la misma forma que fue capaz de dotar al instrumento de un poderoso timbre y un considerable cuerpo en su registro más grave, pero sin poder evitar continuos desajustes, fallos de afinación y un preocupante descontrol también en las cadencias con las que finalizan cada uno de sus tres movimientos. Defectos que se hicieron patentes también en la propina que dedicó con oportuna sensibilidad a la paz mundial en estos delicados y trágicos momentos que nos han tocado vivir. Fue el adagio de una sonata para contrabajo y violonchelo de Sperger que la joven solista acompañante defendió con dignidad. Como broche final la orquesta resolvió muy en estilo, con un muy cuidado control de los acentos y los contrastes, y limando al máximo de sus posibilidades el tan fuera de estilo vibrato de la cuerda, la Sinfonía nº 59 de Haydn, si bien las trompas aquí, seguramente por la mayor dificultad de la página, evidenciaron cierto desajuste sin importancia. Como propina final ofrecieron una impecable y también muy en estilo, esta vez barroco, Marcha para la ceremonia de los turcos, de Jean-Baptiste Lully, muy controlada a nivel de dinámicas.
La ficha
ORQUESTA DE CÁMARA DE BORMUJOS **
Orquesta de Cámara de Bormujos. Matthew Gibbon, contrabajo. Alberto Álvarez, director. Programa: Sinfonía nº 2 op. 11 en Re mayor, de Chevalier de Saint-Georges; Concierto para contrabajo en Re mayor, de Vanhal; Sinfonía nº 59 en La mayor, de Haydn. Espacio Turina, viernes 25 de febrero de 2022
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