Ónay Köse, un regalo de los dioses
Descubrimos en esta cita de un Espacio Turina huérfano de público, una de las voces más arrolladoras y personales de cuantas hemos disfrutado recientemente (*****)
Önay Köse y Francisco Montero. / Juan José Roldán
Juan José Roldán
¿Quién es Önay Köse? ¿Qué sabemos de él? Antes de anoche prácticamente nada. Acudimos a esta cita del Espacio Turina atraídos por su propuesta liederística, un género todavía demasiado ausente en nuestra cartelera. Pero lo hicimos también atraídos por su acompañante, Francisco Montero, un joven pianista sevillano, natural de Pilas, porque quienes tuvieron el acierto de atender su concierto en esta misma sala hace poco más de un año, no dudaron en celebrar sus aptitudes. Y nos encontramos con una sala prácticamente vacía, en el patio de butacas apenas unas veinte personas. No alcanzamos a comprenderlo, y no podemos justificarlo con el puente de Andalucía, pues fuera las calles estaban como siempre, atestadas, igual que bares y restaurantes. No entendemos que existiendo una asociación de amigos de la lírica que llena cuando presenta a sus jóvenes talentos, que algunas veces no lo son tanto, nadie se preocupara por aprovechar esta cita, como tampoco entendemos que el propio Montero, profesor del Conservatorio y sevillano como es, no se encargara de avisar a diestro y siniestro de que lo que anoche se cocía era una de las citas más estremecedoras a las que nos íbamos a enfrentar en lo que a voces se refiere. Algunos nos congratulamos de que, por azares de la vida, decidiéramos quedarnos en Sevilla y dedicarle apenas hora y media de nuestro tiempo a colmar nuestro apetito melómano de forma tan satisfactoria.
Ahora sabemos que Köse es un bajo joven, turco de nacimiento pero afincado en Berlín, donde ha acometido diversos papeles de peso en conocidas óperas. Que también ha cosechado mucho éxito en Canadá, donde la prensa y el público se ha deshecho en elogios y se ha rendido a sus pies. A falta de saber cuál es su rendimiento a nivel de canto e interpretación en el escenario de una ópera, constatamos anoche que su rendimiento ante los hermosos y muy tristes lieder seleccionados para la ocasión, fue sencillamente estratosférico. Inútil nos resulta en estos casos analizar una a una las piezas interpretadas, más bien asimilamos el evento como un todo, inalcanzable e indivisible, en el que el canto rotundo, fluido y moldeado a voluntad, se fundió con el arte indiscutible de Montero al piano, capaz de adaptarse como un guante a cada decisión expresiva de la voz, e incluso quizás de trabajar cada inflexión, matiz y detalle en perfecta comunión con el cantante.
Canciones de amor y muerte
Ya desde los primeros acordes de Gute Nacht entendimos que aquella no era una voz cualquiera. Su majestuosidad, su absoluta rotundidad y una proyección y potencia para la que el Espacio Turina se quedó pequeño, nos cautivaron desde un principio y nos predispuso para el viaje propuesto. Ese Viaje de invierno que Köse desarrolló con tanto estilo y buen gusto que fue imposible sustraerse a la emoción que destilan las palabras de Müller y la excelsa música de Schubert. El Lied en su máxima expresión, defendido a capa y espada por una voz bendecida por los dioses, que mantuvo toda esa eclosión de emociones en los números seleccionados siguientes, con paradas como la de ese Rast (Descanso), rico en inflexiones, articulado con majestuosidad y emoción, cambios de registro oportunos en los que incluso las impostaciones de la voz sonaron naturales, nunca forzadas ni artificiales. Köse moduló el tono de la alegría a la desesperación con facilidad, especial domino del rango dinámico y proverbial capacidad para transmitir melancolía. Hace con su voz lo que quiere, y convence tanto en todo el rango de su amplia tesitura como pudieran hacerlo barítonos, contraltos e incluso tenores en las inagotables aportaciones que han hecho al ciclo. El cantante no dudó en estirar pasajes, ralentizar otros, incluir silencios y explorar matices con tal de exprimir al máximo la honda tristeza y absoluta expresividad con que Schubert acometió su canto del cisne, y lo logró conmoviéndonos y llegando hasta nuestro corazón.
Huelga destacar la profundidad de su voz, un timbre espléndido y metálico, una claridad absoluta y una facilidad estremecedora en la articulación, cualidades que destacaron en el resto del programa, cantado ya sin partitura, exhibiendo pleno dominio de música y letra en el caso del amplio recorrido por otro de los máximos exponentes del arte liederístico, Hugo Wolf, ahondando todavía más en esas citas con la muerte que anunciaba Viaje de invierno, y que se materializó en la breve y cautivadora Tumba de Anacreonte, y continuó con las Canciones de Michelangelo, único ciclo que su autor consideraba como tal, y que encontró el máximo esplendor de expresividad y profunda melancolía en Fühlt meine Seele das ersenhte Licht (¿Siente m alma la luz anhelada?), así como una evidente demostración de trauma y tortura por el sentimiento de culpa en las Canciones del arpista, un ciclo inspirado en Goethe con el que Wolf demuestra un perfecto entendimiento del universo del escritor alemán, y que Köse fue capaz de traducir con todo el sentimiento y el misterio que las páginas demandan. Con las Canciones de Don Quijote que Jacques Ibert compuso para la película de George Wilhelm Pabst de 1932, cambió el tono y la estética. Concebidas para el bajo ruso Feodor Chaliapin, son más luminosas que el resto del programa, y el toque ligeramente español que contienen fue muy bien descrito, con suma elegancia, tanto por la voz como el impagable trabajo de Montero, siempre atento a las inflexiones de la voz, adherido a ella como un todo. Las propinas acabaron de redondear la exhibición, con dos imprescindibles de Strauss, Morgen (Mañana) y la exuberante Zueignung (Dedicatoria) sublimando una propuesta que logró arrancarnos más de una lágrima.
La ficha
ÖNAY KÖSE *****
Lieder en Turina. Made in Seville. Önay Köse, bajo. Francisco Montero, piano. Programa: Selección de Winterreise D911 Op. 89, de Schubert; Anakreóns Grab, Michelangelo Lieder y Harfenspieler Lieder, de Wolf; Quatre chansons de Don Quixotte, de Ibert. Espacio Turina, sábado 26 de febrero de 2022
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