La piedad según Andreas Scholl

El afamado contratenor alemán protagonizó una de las citas más esperadas del presente Festival, dando relieve a su vertiente más íntima y piadosa (****)

Adreas Scholl & Divino Sospiro. / Foto: Aníbal González (Femás)

Adreas Scholl & Divino Sospiro. / Foto: Aníbal González (Femás) / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Contar con Andreas Scholl en cualquier escenario del mundo da prestigio, hacerlo en el seno de nuestro Festival de Música Antigua es sin duda todo un acierto. Lleva mereciendo el reconocimiento y la admiración del público y la crítica desde hace prácticamente tres décadas. Sus discos casi rivalizan con los de las estrellas de rock, y las entradas para sus conciertos de agotan desde el preciso instante en que se ponen a la venta. Su carácter mediático lo forjan una voz rutilante, de enorme homogeneidad y elegante fraseo, considerable potencia y generosa proyección, además del hecho de haber nacido alemán, lo que siempre constituye un plus; en realidad nacer en cualquier punto centrado o al este del continente ya constituye una primera garantía de éxito y reconocimiento al que los nacidos en el hemisferio sur de Europa les cuesta más cosechar.

A Sevilla ha venido con música de Vivaldi y su compositor favorito y el que le ha reportado sus mayores logros, Johann Sebastian Bach. Y lo ha hecho además acompañado de un conjunto que ahora está en plena efervescencia, Divino Sospiro. Integrado por músicos de distinta procedencia, y dirigidos por el prestigioso maestro italiano Massimo Mazzeo, esta orquesta de cámara barroca está afincada en Portugal, donde desde su fundación en 2004 trabaja por divulgar la música del país luso y acercar el gran repertorio de la época a un público que desde el principio le ha mostrado fidelidad. En Sevilla acertaron con un programa muy apropiado para las fechas, ahora que nos acercamos a la que para muchos y muchas es la época de mayor meditación y más comunión con la trascendencia humana, a la que tanta referencia hicieron las piezas seleccionadas, un encuentro entre lo humano y lo divino personalizado en dos compositores que cultivaron tanto lo profano como lo sacro, con más protagonismo de Vivaldi sobre lo primero, y absoluta presencia de lo divino en el segundo, Bach.

Un canto que cala en el corazón

Ah, ch’infelice, la primera de las dos arias que integran la cantata Cessate, omai cessate de Vivaldi, sentó ya las bases de ese canto íntimo e introvertido del apuesto contratenor alemán, al que la orquesta se adaptó como un guante, potenciando ese estilo andante y punteado que caracteriza la conocida pieza. Pero su voz no parecía sentirse del todo cómoda, y eso se notó especialmente en Nell’orrido, donde unos impertinentes cambios de color malograron aunque solo fuera puntualmente la intervención ahora más fogosa del cantante. Por idénticos derroteros deambuló el aria Sileant Zephyri del motete Filiae mestae Jerusalem, concebido como introducción del Miserere RV 638 para los Santos Oficios del Jueves al Sábado Santo. Desde el escenario pudimos escuchar como entre bambalinas (la infraestructura del Turina no es grande y es fácil chivarse de los entresijos del interior) Scholl procuraba aclarar la voz. Como consecuencia, sus intervenciones en esa segunda parte dedicada a Bach fueron más lucidas e hicieron honor a su arte y su leyenda. Ich habe genug tuvo en su voz el vehículo perfecto para transmitir toda su belleza y candor, con piani sobrecogedores, que revalidó en las dos arias siguientes de la célebre cantata, y aun con más calidez y mayor sentido del dolor en la propina, siempre desde la piedad y la contención, el Agnus Dei de la Misa en si menor de Bach.

Divino Sospiro acompañó con oficio y sentido de la profesionalidad. Bien apoyada la cuerda aguda, a veces puntualmente mezclada con las violas, mientras la grave nos regaló momentos de indiscutible belleza, especialmente en el violonchelo solista, con acompañamiento medido y elegante de la cuerda pulsada, aunque con un continuo en el que echamos en falta mayor presencia y volumen. Así resolvieron la Sinfonía Al Santo Sepolcro, cuyo adagio constituyó un prodigio de contención y elegancia, así como las tres sinfonías de Bach que introducen sendas cantatas (BWV 156, 21 y la citada 82 Ich habe genug), que tuvieron en el oboe del especialista Pedro Castro el conductor ideal de toda su fuerza expresiva y carácter profundamente melancólico, resuelto con brillantez y ese carácter piadoso protagonista de tan memorable noche.

La ficha

ANDREAS SCHOLL ****

39 Femás. Ecce Homo (Cantatas sacras y profanas para alto de Vivaldi y Bach). Andreas Scholl, contratenor. Divino Sospiro. Pedro Castro, oboe. Massimo Mazzeo, director. Programa: Cessate, omai cessate RV 684, Sinfonía en si menor RV 169 Al Santo Sepolcro, y Filiae mestae Jerusalem RV 638, de Vivaldi; Sinfonías de las Cantatas BWV 156 y 21, y Cantata Ich habe genug BWV 82, de Bach. Espacio Turina, domingo 20 de marzo de 2022

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