El jardín del diálogo y la extravagancia

El conjunto Il Giardino Armonico retomó anoche la cita que no puedo celebrar hace dos años por la pandemia, con una propuesta entre exótica y pirotécnica

El jardín del diálogo y la extravagancia

El jardín del diálogo y la extravagancia / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Hace tiempo que denunciamos la falta de proyección que a nivel de música tiene nuestra ciudad, donde cada vez son menos los y las artistas internacionales que recalan en sus múltiples escenarios. Eso mismo nos ha hecho acostumbrarnos al talento local, que afortunadamente abunda y es capaz de cubrir tanta necesidad y propuesta vacante. La presente edición del Festival de Música Antigua, a solo un año de cumplir los cuarenta, ha venido a paliar en algo esta situación, brindándonos la oportunidad de disfrutar de nombres que o bien nunca antes habían actuado en Sevilla o hacía mucho que no lo hacían. Les damos ahora la bienvenida no solo para poder gozar de su talento, ni para comparar con las rutas seguidas por nuestros músicos locales, sino también para quitarnos los habituales complejos y constatar que nuestros conjuntos gozan de tanto brillo y mérito como los más afamados que cuentan con el prestigio y la categoría que les han otorgado los mejores sellos discográficos y las salas más icónicas de la geografía europea.

Giovanni Antonini nos ofreció el pasado fin de semana un extraordinario concierto junto a la Barroca de Sevilla, con las cuatro suites orquestales de Bach en los atriles, y volvió anoche junto al conjunto que fundó hace treinta y siete años y que tanta fama le ha reportado a lo largo y ancho del mundo, Il Giardino Armonico. Lo hizo con un programa protagonizado fundamentalmente por Vivaldi y completado con su contemporáneo Pietro Antonio Locatelli y el precedente Carlo Farina, además de una serie de exóticas piezas de corte entre contemporáneo y asiático que sirvieron para que su director desplegase su habilidad en la madera. Un programa ciertamente ecléctico y definitivamente dialogante entre culturas y épocas, en el que sin embargo lamentamos primara la pirotecnia y el artificio por encima de la emoción y la mera expresividad, a pesar de esos afectos a los que hacía alusión su título genérico.

Impecable técnica y mucha experiencia

Antonini trajo a Sevilla a buena parte de su plantilla histórica, con músicos de la talla de Stefano Barneschi, que sirvió de apoyo al conjunto portugués Divino Sospiro que acompañó a Andreas Scholl en su recital del pasado domingo, Marco Bianchi, Mara Cristina Vasi, Elena Russo o Riccardo Doni, también presente en aquella cita del domingo. Del resto sobresalieron algunos integrantes muy jóvenes, todos y todas demostrando una férrea compenetración y una extraordinaria habilidad técnica a la hora de abordar las páginas programadas, empezando por toda una exhibición de fuerza y temperamento en el Concierto para cuatro violines de L’estro armonico de Vivaldi que Bach convirtió posteriormente en el célebre Concierto para cuatro claves que los más cinéfilos identificarán con la adaptación que Stephen Frears hizo de Las amistades peligrosas. Barneschi, Bianchi, Fabrizio Haim Cipriani y Francesco Colletti se entregaron en esta pieza a una batalla dialéctica de enorme potencia y virtuosismo, aunque en el camino se resintiera esa línea melódica tan inspirada que ofrece la pieza. Antes ya habían dado muestra de su inusitada energía y magistral dominio del contrapunto en el Concierto para cuerdas RV 134, para finalizar con el Concierto para violín Op. 8 nº 5 (los cuatro primeros son Las cuatro estaciones) de Il cimento dell’armonia e dell’inventione, que sirvió para que Barneschi diera renda suelta a un fraseo diabólico y una agilidad frenética y desenfrenada.

De Vivaldi se interpretó también la muy contenida y peligrosamente efectista Sinfonía Al Santo Sepolcro, encadenada a una transcripción del conmovedor Cum dederit del Nisi Dominus en la que el chalumeau, un precedente del clarinete, sustituyó sin demasiado acierto a la voz humana. La propuesta vivaldiana se completó con el archiconocido Concierto para flautino que sirvió a Antonini para desplegar su destreza al instrumento, aunque en su vertiginosa exhibición se dejara más de una nota en el camino. También las dos piezas seleccionadas del compositor surcoreano Isang Yun sirvieron para dar rienda suelta a su proverbial virtuosismo, esta vez adoptando un lenguaje tan idiomático como decisivamente exótico, como el empleado en la breve pieza del compositor y violonchelista italiano Giovanni Sollima, esta vez con un curioso piri (pequeño oboe de bambú) acompañado de cuerda sostenida. Muy sostenidos fueron también algunos de los múltiples pasajes del Capriccio Stravagante de Carlo Farina, que sustituyó al inicialmente programado Concerto grosso Op. 6 nº 3 de Händel, y que consiste en una serie de imitaciones de animales que queda muy bien como broma musical pero comporta poca enjundia musical, solo apta para una mayor exhibición de virtuosismo. Más apropiado resultó el Concerto grosso Op. 6 nº 6 de Locatelli, que habitualmente sirve para compararse con el mismo opus de Händel, como parecía ser la primera intención del programa, y que la plantilla acometió con idéntico entusiasmo y dedicación, pero siempre más centrada en una técnica impecable que en una expresividad natural y emotiva. En la propina el rock duro de Matthew Locke sirvió para agitar todavía más el ánimo entusiasmado del público.

IL GIARDINO ARMONICO ***

39 Femás. Gli affetti umani e i 4 elementi. Il Giardino Armonico. Giovanni Antonini, director. Programa: Conciertos para cuerdas en mi menor RV 134, para cuatro violines en si menor Op. 3 nº 10 RV 580, para flauta dulce sopranino en do mayor RV 443 y para violín en Mi bemol mayor Op. 8 nº 5 RV 253, Sinfonía en si menor RV 169 y Cum dederit de Nisi Dominus RV 608, de Vivaldi; Concerto grosso en Mi bemol mayor Op. 7 nº 6, de Locatelli; Capriccio Stravagante, de Carlo Farina; So, de Giovanni Sollima; Dos piezas de Chinese Pictures, de Isang Yun. Espacio Turina, miércoles 23 de marzo de 2022

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