La Cara Oculta - Novela (XVIII)

Una española en el Nuevo Mundo; un detective en una estación suborbital; una profesora de educación para adultos; y un viejo periodista. Estos son los protagonistas de las novelas que os traigo esta semana

La Cara Oculta - Novela (XVIII)

La Cara Oculta - Novela (XVIII) / So Blonde

So Blonde

Cuatro novelas en esta entrega. Dos de ellas son del joven sello RedKey Books, del que me he leído tres libros de su catálogo y, la verdad, es que me han parecido muy majos. Eso sí, está por ver si van a sacar algún título de autoría femenina o acabarán diciendo aquello de “Nosotros nos fijamos en la calidad del texto, no en el sexo de la firma ...”.

De momento, la calidad la miden en palotes, bien medida, pero en palotes.

El ruido del silencio, de Eloisa Pardo Castro. Páginas:312. PVP: 18€. Con M de mujer ediciones

Avisa Pardo antes de empezar que esta novela son unas memorias. Yo pienso: “Bien, veamos qué tienes que contar, nena”.

Y entro en un diario, en un relato de días con sus rutinas, en una primera persona correctísima, elegante, que sublima demasiado su monotonía al hacerla motor y parte de la literatura. Demasiados autores en la cotidianeidad de la autora para hacerla creíble, demasiada poesía a cada momento. Esto no es un personaje, ni siquiera es una persona, es un maniquí que idealiza y sobreactúa cada acto cotidiano. Esa es mi primera impresión, simplemente no me lo creo, pero el texto tiene ritmo y continúo con la lectura para introducirme en biografías. En la de las memorias ya anunciadas de Pardo y las conversaciones post mortem que mantiene con su madre; en la de su alumna Ella que escribe poco a poco en cuadernos de páginas cuadriculadas; y también en los diarios de la bisabuela Eloisa encontrados en el desván. Todos en la familia creían que era analfabeta, pero ella escribía...

No sé en qué momento he perdido mi cinismo y me veo seducida por la vida de todas estas mujeres, desde el grupo de alfabetización de Pardo, hasta la posguerra de hija de rojo que es el meollo de a novela.

Me sorprendo enternecida ante el palo del Brasil muerto y seco, y me alegro cuando los alumnos descubren a nuevos poetas. Joder, quiero que dejen entrar a Chewie la pomerania en el hospital. Pero, por mucha empatía que sienta con la narradora, las historias más interesantes se diluyen en las continuas visitas a la panadería y en tomar cafés. Falta de una trama que enganche y sobre la que colocar las reflexiones y los referentes literarios.

Muy bonita, muy estética, pero le falta pegada.

El llanto del Quetzal, de Ricard Ibáñez . Páginas:331. PVP: 19,95€ Red Key Books

Prometía este libro una novela sobre María de Estrada, y no es una novela sobre María de Estrada, así que me decepciona bastante. Estrada aparece como personaje poco más que recurrente, muy mal caracterizado y sin lograr generar ningún tipo de emoción. Esto último ocurre con todo el escrito que lo aleja de la novela y lo acerca al ensayo. Muy frío en general, utilizando las licencias de la ficción para llenar los espacios vacios de la documentación o para adaptar la historia (y caracteres de los personajes) a los propósitos del autor. Ibáñez se tira a relatar hechos y situaciones y, de vez en cuando, se acuerda de plantear algún diálogo que quedan bastante sosos.

No hay conflicto, no hay drama, no hay literatura; es crónica. Hay mucha aventura porque el escenario y los acontecimientos en los que se basa el texto fueron la definición de aventura y épica por sí mismos. Si encaramos este «El llanto del Quetzal» no ya como un ensayo, sino como una especie de de documental dramatizado, es una obra notable que abarca muchos hechos, batallas y situaciones haciéndolas digeribles para cualquier lector, y así debería haberlo promocionado por la editorial y no como una novela de una heroína que no está ni se la espera.

Me ha gustado mucho, me ha parecido muy interesante e instructivo, aunque quien llegue virgen en conocimientos sobre la conquista del imperio azteca puede sentirse un poco perdido respecto a los antecedentes y el panorama político general del momento.

Muy interesante, con la corrección de oficio y estilística que se ya se le presupone a Ibáñez, pero ya os digo que esto es un crónica de la conquista de los territorios dominados por Tenochtilán y no las peripecias de María.

Gran portada de Andrés Sáez, también engañosa, pero muy chula.

Estación Niebla, de Enric Herce. Páginas: 182. PVP: 18€. Red Key Books

Prosa muy fluida y cuidada la que tiene Herce con una capacidad narrativa envidiable. Juega con los cientos de referencias visuales que todos tenemos de obras de ese noire cyberpunk tan recurrente, pero posee una capacidad de generar escenas y de articular imágenes que me ha sorprendido. Es increíble cómo consigue que se mezcle la realidad y los recuerdos del protagonista sin ralentizar la acción e incluso engañar al lector sobre el punto de vista desde el que se enfoca el pasaje.

A nivel trama detectivesca flojea y tiene un par de personajes muy desaprovechados. La creación del escenario es muy buena y nos sumerge en él desde la primera página gracias a tomar unas cuantas ideas —de tecnología y sociedad— de pasado mañana mismo y ponerlas a funcionar en un entorno que nuestra cabeza considera ya no plausible, sino totalmente creíble.

Me ha gustado mucho la sociedad distópica del “propicios días” lograda a base de fármacos con el contrapunto de las escenas bélicas de la tercera guerra mundial hípermecanizada.

Tiene mucho de crítica social, política y económica, y una reflexión bastante profunda sobre el transhumanismo que consigue solventar sin enfangarse demasiado en metafísica. Los diálogos de las intervenciones de los políticos en las ruedas de prensa son geniales y consiguen cabrear tanto como los referentes reales de las que están calcados.

Prefiero el inicio de la rutina de Max como agente de Higiene Ciudadana (el eufemismo es una constante en toda la novela que crea una neo lengua propia) al desenlace que se me aproxima demasiado al de los “fantasmas en la concha”. Perdonad que sea tan críptica en los referentes, pero ya sabéis que no me gusta citar títulos o autores. Pero, bueno, que si os agradan las “hojas corredoras”, los “desafíos totales” y los mechas de los “martillos de batalla”, vais a tener aquí cuatro horas de lectura muy maja.

Yo la he gozado mucho.

El viejo periodista, de José Luis Córdoba. Páginas: 287. PVP: 18€. Editorial DQ

Una curiosa mezcla de ficción y realidad que a mí me ha llevado a buscar los datos en la Red para saber dónde comenzaba una y terminaba la otra.

Lo cierto es que Córdoba me descubre una etapa del mundo de la prensa española que es muy loca.

En serio, merece la pena bucear un poco e investigar sobre la cabecera «ABB» y flipar un poco con sus portadas, con sus titulares y con su estética general.

La novela nos cuenta cómo una panda de zumbaos montaron ese periódico y lo que les duró el negocio. Son periodistas en paro, a las puertas de la jubilación o becarios, que se han quedado en la calle ante el cierre masivo de publicaciones barcelonesas ocurrida en el primer lustro de la década de los ochenta.

Para quienes como yo no tuviéramos ni idea de esta etapa ochentera de nuestra historia y de la realidad de la crisis de turno de aquella época, será un descubrimiento.

Para nostálgicos de las redacciones con el soniquete de las máquinas de escribir, el ambiente lleno de humo y los teléfonos fijos, esta es su novela ideal. Tanta nostalgia también tiene su toquecillo rancio y este se nota en la historia de amor, más personal, que complementa la trama principal. Es entrañable, pero predecible y dentro de la convencionalidad con el toque canalla justo.

Si bien la forma de Córdoba es la perfecta que exigiría cualquier regidor de prensa, a mí se me antoja algo apolillada, y luego me resulta algo cursi en los diálogos. Por otra parte creo que ha inventado un nuevo tipo de narrador, “el narrador repentino”. Aparece de improviso como un narrador omnisciente, pero al tiempo es un personaje de la propia trama que sabe cosas y las explica al lector sin tener la posibilidad real por el desarrollo de conocerlas.

Le falta pulso y claridad para enfocar el argumento; va sobrada de anécdotas interesantes y destila un cariño contagioso por una profesión cada vez más degradad al cortar y pegar.

En siete días os traigo más cosas interesantes, de momento os dejo con... besos de carmín.

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