Una velada francesa
Beatriz Gallardo (flauta) y María Bernal (guitarra) celebran el noveno aniversario del Dúo Calíope con «Une soirée française», acopio de piezas de los siglos XIX y XX con el que deleitaron al público asistente a la Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza
El Dúo Calíope interpretando a Ravel. Fotografía Antonio Puente Mayor / Antonio Puente Mayor
Antonio Puente Mayor
«Une soirée française». Inmejorable título para definir el delicioso programa que tuvimos ocasión de disfrutar la noche del jueves en el Teatro de la Maestranza. No estábamos a orillas del Sena, sino a pocos metros del Guadalquivir; no nos observaba la Torre Eiffel, sino que ejercía de testigo otro icono mucho más antiguo, la Torre del Oro; pero sin embargo, en poco más de una hora, los asistentes a la Sala Manuel García tuvimos la sensación de estar recorriendo los Campos Elíseos de la mano de Jean Antoine Watteau, de admirar el flujo de carruajes por Saint-Honoré junto a Camille Pisarro, o de adentrarnos en el Montmartre de la «Belle Époque» en busca de Toulouse-Lautrec. Pero la cosa no quedó ahí, pues gracias a la magia de la música, los espectadores que asistimos al concierto perteneciente al ciclo Alternativas de Cámara, organizado en colaboración con Juventudes Musicales de Sevilla y Fundación Banco Sabadell, pudimos visitar la Exposición Internacional de 1937 junto aPaul Valéry,degustar la «nouvelle cuisine» de Paul Bocuse, e incluso descubrir los secretos de la ‘arquitecta de la moda’ Madeleine Vionnet.
Y es que bastó con acomodarse en el asiento, cerrar los ojos y dejarse llevar por las «Histoires» de Jacques François Antoine Ibert, el hijo del violinista aficionado y la consumada pianista que descubrió ambos instrumentos antes de acceder a la escuela. Un músico precoz que, mientras estudiaba en el conservatorio y entablaba amistad con Arthur Honegger y Darius Milhaud, se sacaba unas monedas acompañando a cantantes y tocando en el cine mudo; un virtuoso que llegaría a ser director de la Academia Francesa en Roma y de la Opéra-Comique de París, y que nos dejó obras orquestales, música para películas —de entre todas sobresale el «Macbeth» de Orson Welles (1948)— y siete óperas compuestas entre los años 1929 y 1943; un genio poco frecuentado al que devolvieron su sitio las protagonistas del recital, Beatriz Gallardo Olmedo y María Bernal Sumariva, dos representantes de la nueva generación de músicos que nos confirmaron que, para viajar lejos, basta con agudizar los sentidos y confiar en nuestra imaginación.
De Beatriz Gallardo, cuya flauta ha bebido de grandes referencias como Emmanuel Pahud, Felix Renggli, Clara Andrada, Claudi Arimany o Albino Mattei, hemos de reseñar que nació en Sanlúcar de Barrameda, que obtuvo el Título Superior de Música y la Diplomatura de Magisterio Musical en Sevilla. Si bien, es su paso por la Academia de Estudios Orquestales Barenboim-Said y la pertenencia a orquestas tales como la NJO Summer Festival and Tour, la Orquesta Joven de Extremadura o la Joaquín Villatoro, lo que la han convertido en una intérprete de gran proyección. Lo mismo podemos decir de la guitarrista María Bernal, sanluqueña como su compañera, cuyos estudios comenzaron en su ciudad natal para ampliarse posteriormente en Jerez de la Frontera y Sevilla. Asimismo, la joven realizaría cursos de perfeccionamiento con maestros como Antonio Duro, Àlex Garrobé, Eduardo Martín, Frederik Munk o José Antonio Escobar, participando en concursos de jóvenes intérpretes como solista, así como en grupos de música de cámara, bandas sinfónicas, etc.
Este año, ambas intérpretes, que realizarían el Máster en Música de Cámara en el Conservatorio del Liceo de Barcelona, celebran su noveno aniversario como Dúo Calíope, con el que han recorrido buena parte de la geografía andaluza y nacional merced a su buen hacer y evidente complicidad. Además de la música de Ibert, los espectadores de la sala Manuel García pudimos deleitarnos con piezas de Gabriel Fauré, considerado uno de los compositores franceses más destacados de su generación —la crítica es unánime en cuanto a que desarrolló un idioma musical propio—, y del siempre fascinante Joseph Maurice Ravel, cuya «Pièce en forme de Habanera» abrió la primera parte del programa. A estas figuras se sumaron Debussy —con su exquisita «La fille aux cheveux de lin», Kleynjans, Poulenc, Bozza y Borne, cuyas notas, bien empastadas y ejecutadas con energía por parte de Gallardo y Bernal —el guiño final a Bizet fue de lo más aplaudido del espectáculo—, vinieron a refrendar la importancia de estas iniciativas dentro del calendario musical de nuestra ciudad.
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